'El embajador de la India' (1986), por Señal Colombia
26 / 06 / 2020

¿Por qué la "malicia" es un estereotipo colombiano?


Por David Jáuregui Sarmiento
David Jáuregui Sarmiento
26 / 06 / 2020
Cine

El embajador de la India

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En la década de 1960 un colombiano común y corriente llamado Jaime Torres llegó un día a la ciudad de Neiva. Una vez allí, engañó a toda la ciudad haciéndose pasar por embajador. Torres, astuto y sagaz, hizo con sus cualidades un timo increíble a miles de ciudadanos quienes lo trataron como si fuera alguien de la realeza, brindándole todas las comodidades y cumpliéndole hasta el último de sus caprichos.

Inspirados en esta llamativa historia, Mario González hizo un guion y Mario Ribero dirigió una película con el nombre de El embajador de la India (1986), en la que retratan de manera cómica estos acontecimientos de principio a fin. La película es el punto de partida de una discusión de igual importancia: ¿de qué sirve la astucia y la inteligencia aplicada para lograr hazañas (también conocido como "malicia indígena" o "ser vivo") si es para cometer delitos contra gente inocente y no para ayudar a los demás ciudadanos?

"Ser vivo", o utilizar "la malicia indígena" es utilizar la astucia -e incluso otras habilidades como el engaño, o la omisión- para lograr objetivos o beneficio propio, como por ejemplo, engañar a todas las esferas de una sociedad pequeña para obtener beneficios económicos o de comodidades. Eso es lo que el conocimiento popular expone, pero ¿qué sabemos en realidad de ese rasgo? ¿De dónde sale? ¿Podría ayudarnos a ser mejores como colombianos y no al contrario?

De acuerdo con el antropólogo Jorge González, "la malicia indígena es concebida como recurso propio, heredado y no transferible a otras nacionalidades ni por amistad, matrimonio, residencia en Colombia, etc. Pero sí es susceptible de disminuir entre los colombianos que llegan a vivir largo tiempo fuera de su país. El imaginario popular reitera que esa característica nacional es una combinación de creatividad, astucia, prudencia e hipocresía, suficientes para suplir las deficiencias del subdesarrollo manifiestas en educación precaria, pobreza y abandono estatal".

Según González, dicha malicia es imaginada como un potencial de los pueblos amerindios oprimidos en la época de la Conquista y la Colonia, legado a sus descendientes mestizos como un testimonio de resistencia a largo plazo y de justicia.

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Por ello, señala el experto en una publicación de la Universidad de los Andes, es muy apreciada por las mentalidades actuales, y en diversos sectores sociales. Por ello, concluye el académico, "en el plano interno, a nivel de las relaciones entre colombianos y entre la sociedad civil y el estado, el concepto de Malicia Indígena, que opera como estereotipo nacional, se modifica por el de Vivacidad, como ideal de conducta en la sociedad capitalista actual, que impone altos grados de competencia".

Esto quiere decir que algo de la conducta social de los colombianos nos permite pensar -equivocadamente- que si el objetivo es la victoria -cualquiera que sea- sobre el otro, es válido e incluso de celebrar hacer uso de dicha "malicia" o "vivacidad", incluso si los límites entre lo que está bien y lo que está mal en esa conducta son casi invisibles.

Fotograma de la película 'El embajador de la India' (1986)

El doble filo de la "vivacidad"

La "malicia indígena" o "vivacidad", entonces, no es una característica necesariamente positiva. Está implícito en ella que "el fin justifica los medios", y por tanto puede permitirse saltarse las normas más básicas que nos unen como sociedad, como por ejemplo ignorar el castigo a la trampa, al engaño, y en general al delito.

Es allí donde vemos un arma de doble filo, pues personas como Jaime Torres, protagonista de la historia de 'El embajador de la India' pudo utilizar su intelecto y sus capacidades no para hacer un engaño monumental a la comunidad de Neiva, y más bien pudo hacer uso de dichas facultades para adelantar proyectos en beneficio de ellos.

Este es un dilema que para los indígenas, los ancestros de donde surge esta expresión y característica de "vivacidad", no tiene mayor complicación: utilizar la inteligencia y la vivacidad para obtener beneficio propio sin importar que haga un daño a los demás es sencillamente algo reprochable e indecoroso.

Así lo explica Ismael Sabayu en un texto de la organización "Memoria Indígena": ¿Qué es la malicia indígena?

De acuerdo con Sabayu, la viveza que caracteriza a mucha gente en la cotidianidad es bien vista y nos sugiere que tales actitudes en cierta forma se exaltan ya que se asocia con la inteligencia y la capacidad de lograr un objetivo. Sin embargo, para los indígenas esta "viveza" se entiende como aquellos individuos que se aprovechan de las circunstancias para beneficio propio, o sencillamente engañan, con el propósito de sacar algún provecho en detrimento de otros.

Fotograma de la película 'El embajador de la India' (1986)

Eso quiere decir que no se entiende como una virtud, sino como algo éticamente muy reprochable, sin contar que es una expresión incluso ofensiva para los pueblos indígenas del país.

"Para los indígenas esa expresión hace parte de un conjunto de agresiones y estigmas. No está de más que los indígenas entendamos dicha expresión como sinónimo de maldad o algo malicioso", pues "la avaricia y el engaño son una característica del hombre occidental y su maquinaria colonialista, por lo tanto tampoco merece ser admirable su propuesta de desarrollo que quiere imponer en los territorios donde aún hay respeto por la vida", destacó el académico.