Foto:Cuentos de viejos
18 / 03 / 2019

Píntelas que ellas se la colorean


Por Sebastián Acosta Alzate
Sebastián Acosta Alzate
18 / 03 / 2019
Foto:Cuentos de viejos
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Con capítulos breves que no pasan de seis minutos, la serie animada Cuentos de viejos les da la palabra a personas de la tercera edad para narrar las dificultades que vivieron en el pasado. Con motivo de la conmemoración del mes de la mujer, elegimos cinco historias de mujeres que sobrevivieron situaciones adversas y lograron contar en su vejez hechos trágicos con una tranquilidad y elocuencia sorprendentes.

Cuentos de viejos
Martes 19 a viernes 22 de marzo 9:30 p. m.

Las historias de Cuentos de viejos, cargadas de resiliencia y valentía, están disponibles en RTVC Play. Allí encontrarás en total 29 capítulos que componen las 2 primeras temporadas, y también un par de especiales sobre cómo hicieron la producción de todas esas ilustraciones y animaciones que logran conectar a los más jóvenes con los más experimentados.

Para entender la relevancia de este contenido en televisión, le preguntamos a Carlos Smith, director de la serie, por qué es importante que los colombianos conozcan estas historias.

"Las mujeres son grandes narradoras de historias, pues son poseedoras garantes de una sabiduría que pasa de generación en generación, lo cual es un valor fundamental para nuestra serie, inclusive, la mayoría de nuestras historias agrupando todas las temporadas, son contadas por mujeres".

De acuerdo con Smith, ellas tienen una gran capacidad de palabra, pues logran cargar de emoción y vida los relatos desde un tiempo muy tranquilo como la vejez, permitiendo así, entender desde otro punto de vista nuestra identidad cultural.

Ahora, sin más preámbulo, píntelas que ellas se la colorean.

Ysabel, el miedo baja del cielo

Ysabel Santamaría tenía 7 años de edad cuando iniciaba la guerra civil española en 1936. A esa corta edad no pudo escapar de los sonidos de la guerra. Bombardeos en las ciudades, sirenas, gritos y demás ruidos que azotaban la ciudad de Bilbao fueron una constante hasta 1939.

Un recuerdo que la marcó de por vida fue haber visto un avión militar en llamas del que saltó el piloto en paracaídas, tratando de salvarse, pero su trágico final era ineludible.

Nety, Nueva York en los llanos

La Violencia en Colombia fue un período sangriento que inició en la década de los 40, del cual Nety no fue ajena, pues tuvo que sobrevivir a él en Garagoa, Boyacá, un pueblo conservador que fue atacado con incendios y persecuciones.

Esto fue determinante para que ella escapara y se aislara de toda su familia con 14 años de edad. Durante ese tiempo de escape e incertidumbre, conoció un refugio inimaginado dentro del monte, donde podía estar tranquila y descansar del drama social. Este lugar se llama Nueva York.

Ilma, la hermana mayor

A sus 10 años, Ilma Niño vivía en Chía, Cundinamarca, lugar donde su familia tenía una próspera panadería. Ella se encargaba de ir en burra por toda la vereda vendiendo pan fresco a la gente o a las tiendas.

Sin embargo, el periodo de La Violencia también la afectó porque los seguidores del partido liberal llegaron a destruir su tienda, quemarla y maltratar a sus hermanas menores. Tras ese trágico hecho, su madre no pudo volverse a parar de la cama, enfermó gravemente hasta caer en ruina.

Josefina, la de los dientes filudos

Los impulsos de los niños pequeños no dejan de sorprender, pues Josefina Guerrero cuando tenía 8 años estaba jugando con su hermana y Rómulo, un niño que sin culpa golpeó de un cabezazo la nariz de su hermana. Ella no soportó tal escena y se lanzó al cuello del niño, mordiéndole la oreja tan duro que se quedó con ella en la boca.

Lamentablemente, el médico no se la pudo pegar. Su madre la castigó con una fuetera a punta de ramazos. Lo curioso es que días después se salvó de morir tras un incendio provocado por unos chulavitas (mercenarios conservadores) tras la muerte de Jorge Eliécer Gaitán. Solo así mejoraron las relaciones con su madre.

Myriam, una larga noche

Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial en Bélgica durante la década de 1930, Myriam Dawidowics tenía 5 años y empezó a vivir una larga noche hasta los 13. Pues junto a padre y madre tuvieron que escapar de la ciudad de Lieja. Gastándose todos sus ahorros, cruzaron la frontera a Francia. Una vez estando allí su padre se enlistó en el Ejército y las abandonó por temporadas.

Al final, entre tantas idas y despedidas, no lo volvieron a ver, entonces ellas decidieron volver a casa, pero al llegar solo existía su fachada porque toda la ciudad había sido bombardeada.