La playa D.C.
10 / 03 / 2018

Una mirada al cine del Pacífico colombiano


Por Paola Arcila Perdomo
Paola Arcila Perdomo
10 / 03 / 2018
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Pensando en el cine colombiano nos hemos inspirado para hablar del cine moderno realizado en la región pacífica. Acompáñanos a este breve recorrido por la cinematografía de una fantástica región y sus relatos.

Esta exploración nos llevará a adentrarnos en todas las dimensiones de la identidad del Pacífico: su música, sus costumbres y sus expresiones artísiticas, para confirmarnos que somos multiculturales y que se está marcando una nueva faceta en el cine colombiano, convirtiéndose en una fuente de inspiración para futuras producciones.

Es que basta con ver lo que se ha realizado en el país, un ejemplo de grandes comienzos y de nuevas miradas. Empecemos el viaje:

 

Usted no sabe con quién se está metiendo, y a mí no me diga 'mi negro' que yo no soy su negro.

"Cerebro" en El vuelco del cangrejo

 

Comenzamos este recorrido desde el año 2010 cuando El vuelco del cangrejo llegó a las principales salas de cine del país y, aunque no duró mucho tiempo en cartelera, esta contemplativa e interesante cinta fue la pionera del cambio de la estructura del cine nacional.

Y es que La Barra, ese pueblo del Pacífico colombiano, ubicado a cuarenta y cinco minutos a pie desde Juanchaco y Ladrilleros, donde se desarrolla la película, se tomó la pantalla con toda su belleza. Un lugar en el caminan los pescadores por la mañana y en la que se escuchan los tambores en las noches.

Uno de los protagonistas fue "Cerebro", líder de los nativos afrodescendientes de la zona. A lo largo de la película se cuenta el enfrentamiento que tiene "Cerebro" con un terrateniente que planeaba la construcción de un hotel en la playa y a su vez presenta la llegada de Daniel, un turista extraño y silencioso, quien queda atrapado en el sitio esperando que una lancha lo pueda sacar del país. Es así como esta combinación entre lugareños y pasajeros lleva al espectador a recorrer y respirar pacífico, aunque muchas veces de pacífico no tenga nada.

Oscar Ruíz Navia, su director, demostró a través de El vuelco del cangrejo que se puede dar otra mirada al territorio, a la música, a la gente.

El filme, que poco a poco se fue convirtiendo en un referente obligado cuando se piensa en el cine del Pacífico nacional, obtuvo diversos premios, reconocimientos y estímulos en su momento, tanto así que la Academia Colombiana de las Artes y Ciencias Cinematográficas (ACCAC) la escogió para representar a Colombia en la categoría de mejor película extranjera en los Premios Oscar 2011.

 

Pero esta cinta era solo parte del comienzo de un momento diferente para nuestro cine. Unos meses después, Rubén Mendoza lanzó su filme La sociedad del semáforo, que si bien fue grabada en Bogotá, la trama giró en torno a la vida de un desplazado afrocolombiano que venía del Pacífico.

En esta producción la miseria se convierte en una de las protagonistas; no hay discriminación entre recicladores, desplazados o desafortunado, porque aquí a todos les va mal y las injusticias y los abusos son parte del diario trasegar y el semáforo... su forma de comenzar.

 

Algo parecido sucede con La playa D.C. de Juan Andrés Arango, que presenta la historia de Tomás, un joven afrodescendiente que ha huido de la costa pacífica colombiana a causa de la guerra y que llega a la ciudad para mostrarnos de manera descarnada su realidad.

El asfalto, la congestión y la inclemencia de la calle acompañan el recorrido de este "pelado" solitario. Sin embargo, no todo está perdido para Tomás, porque encuentra en sus raíces y en la peluquería un arte para sobrevivir, un legado histórico que dejaron los esclavos en sus antepasados para trazar en los peinados de los niños los mapas con rutas de escape. 

 

Pero con estos filmes no paró la cosa. Para el 2012 llegó una gran cinta del Pacífico colombiano: Chocó de Jhonny Hendrix Hinestroza. Un filme que narró la historia de una mujer que tenía el mismo nombre que la región donde vivía, que soportaba la pobreza, un marido que la golpeaba y largas horas de trabajo en una mina de oro.

Hendrix, su director, es un hombre que lleva su cultura y sus raíces en todo lo que dice, que tiene el misticismo a flor de piel y a quien se le nota que su sangre vibra al ritmo de su origen, de su tierra, de su gente y del cine y eso lo demuestra con este filme que invita a recorrer palmo a palmo una región explotada y adolorida pero también cargada de ilusiones, de fuerza y de redención.

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Posteriormente, Hendrix realizó Saudó, laberinto de almas (2016), filme de suspenso realizado también en Chocó y que nos presentó el misticismo de la selva en donde los rituales y las raíces fueron el punto de inicio para contar la historia de Elías, su protagonista, evocando la leyenda que cuenta que los hombres y mujeres en condición de esclavitud realizaban un rito en el que se volvían invisibles frente a sus amos dándoles la posibilidad de escapar.

La cinta deja ese valioso sabor de la creación de un filme no solo realizado en el pacífico colombiano, sino que, además, presenta una producción de terror, género que ha sido explorado de forma muy tímida en el cine nacional.

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En el mismo año de Saudó, laberinto de almas llegó a las pantallas el filme Siembra de Santiago Lozano y Angela Osorio, una producción en blanco y negro que nos presentó la sentida historia de Turco, un personaje que vive en medio del duelo y el destierro.

Siembra plantea un ejercicio de reflexión que, a través de la música, el baile y las costumbres de la comunidad, deja en cada escena una marca de las huellas profundas de dolor que quedan después de la muerte y el desarraigo cultural, porque justo esa es la vida de nuestro protagonista Turco, un pescador de la costa pacífica colombiana, que añora regresar a la tierra que abandonó hace tres años, pero que vive atrapado en el lugar en donde está.

Las raíces se sienten, corren por la sangre de cada uno de los protagonistas de la historia que está cargada de simbolismos y de significados, como cuando las cantaoras se esfuerzan por componer canciones para los ritos funerarios o como cuando bailan para alejar el duelo que tanto los marca.

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Sin duda alguna se quedan entre el tintero decenas de películas muy valiosas que demuestran que en el Pacífico colombiano se está contribuyendo a cambiar el panorama cinematográfico actual. Hay otros filmes que se nos quedan por revisar y que son referentes obligados como Manos sucias, de Josef Kubota Wladyka; Los hongos también de Oscar Ruíz Navia o La tierra y la sombra de César Augusto Acevedo.