El surrealismo que caracterizó al mítico cineasta español Luis Buñuel es el espíritu de El ángel exterminador (1962), una película considerada una de las obras maestras del cine mexicano y de este emblemático director.
Protagonizada por Silvia Pinal, Jacqueline Andere y Enrique Rambal, El ángel exterminador fue nominada a la Palma de Oro (premio a la mejor película) en el Festival de Cine de Cannes, y hace parte del listado de las 1000 mejor películas de todos los tiempos realizado por el New York Times.
Escrita por Luis Alcoriza y Buñuel, esta producción narra la historia de un grupo de personas de la alta sociedad que sin conocer el motivo, se quedan encerrados en una mansión hasta que la situación revela quiénes son en realidad.
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Un drama de los más privilegiados en clave surrealista
Después de una velada en la ópera, un grupo de aristócratas de la alta sociedad de Ciudad de México se reúne en la mansión de los Nóbile para asistir a una cena que rápidamente pierde las nociones de la razón y parece convertirse en una pesadilla. Al menos para ellos.
Pronto, los invitados notan que la servidumbre de la casa se ve desesperada por abandonar el lugar sin dar muchas explicaciones, salvo por el mayordomo, quien parece no hacer caso al designio de los demás que abandonan la mansión.
De repente, como ocurre en el mundo onírico, una serie de extraños fenómenos empiezan a ocurrir, como la aparición de un oso que se pasea tranquilamente por el palacio y que amenaza la seguridad de los invitados.
Luego de pasar la noche encerrados se dan cuenta de que no pueden pasar por las puertas de la construcción, incluso si ésta permanece abierta. Mientras tanto el misterio crece, pero la tranquilidad de los aristócratas parece verse peligrosamente minada.
Cuando los ánimos se caldean, Buñuel va haciendo una parábola sobre la descomposición de una clase social que incluso dentro de tal situación parece reflejar un egocentrismo capaz de acabar con ellos mismos.
A medida que van pasando los días, el alimento y la bebida empiezan a escasear, los anfitriones y los invitados enferman, la basura se acumula y duermen donde pueden olvidándose de cualquier decoro de su supuesta civilidad y buenas costumbres.
Poco a poco, todo eso hará que tanto los anfitriones como los invitados empiecen a hacer locuras con tal de sobrevivir. En medio del encierro un huésped muere y se le esconde en un armario y, a medida que pasan los segundos, los buenos modales y la cordialidad que caracteriza al grupo de burgueses desaparecen, dando lugar a un grupo de salvajes como ninguno se imaginó ser.
Así, “la racionalidad del engranaje burgués se rompe en pedazos, al ver cómo las esferas de su individualidad se agrietan, esa es la base isotópica de la película”, según describe el crítico Mario Cela Millán sobre El ángel exterminador.
Será entonces cuando Buñuel siembra la duda sobre la fragilidad de la lucha de clases, en una historia que pone al filo solamente a aquellos que están acostumbrados a tantos privilegios que no pueden encontrar soluciones a la situación más allá de huir sin éxito de aquella mansión.
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