“Los números no mienten y con ellos se puede demostrar cualquier cosa”, diría el francés René Descartes si alguien cuestionara la aplicación de la matemática a cualquier actividad del ser humano. Mientras unos los odian y no quieren saber nada de ellos, otros los convierten en sus grandes aliados. Es el caso de Jhon Jaime González, entrenador de la selección nacional de pista y quien utiliza la leyes de esta ciencia para potenciar las capacidades de sus dirigidos.
“Me encanta conocer detalladamente a cada uno de mis corredores, investigar sobre su trayectoria y aplicar lo que he aprendido en la universidad”. A menudo se le escucha hablar de porcentajes, de si es necesario subir la intensidad un 1% o un 5% o, en el mejor de los casos, un 10. “Mis apuntes no son en word como los de todos los demás. Yo los llevo en excel para poder sumar o restar, y así calcular las estadísticas que necesito”. Aceleraciones por segundo o número de repeticiones por descansos, algunas de las tantas fórmulas que implementa para mejorar el rendimiento de sus corredores.
Su memoria es prodigiosa pero selectiva. Puede que no recuerde cuántos heats ha ganado en un año Fabián Puerta, su pupilo más avanzado, pero sí qué ha hecho cada día desde que está bajo su mando y cuál ha sido su evolución, porcentualmente hablando. Asimismo, toma las variables cualitativas y de una u otra forma las convierte medibles para poder tener puntos de referencia. “Por ejemplo, después de un ejercicio yo le pregunto a Fabián que cómo se siente de 1 a 10. Si me responde cinco, sé que la actividad está bastante dura pero si me dice 10 es el momento de aumentar la intensidad”.
Más allá de esa alianza con las matemáticas, es consciente de que por más que se le rinda tributo a la exactitud, en el deporte hay variables de vital importancia y que no son cuantificables. “Procuro manejar una alta dosis de motivación y promover el diálogo constante para que ellos estén tranquilos en la pista. Eso es fundamental en las pruebas de velocidad”, agrega.
Siendo un hombre tan calculador, que trata de blindar cualquier espacio para que no entre el azar, uno se imaginaría que la calma reina cuando llega la hora de la competencia. Pero no. Es posiblemente el momento en el que su zona de confort desaparece. Experimenta dosis de adrenalina mayores a las que soportaba en sus años de corredor. “Para mí no es cómodo estar ahí parado. Es tanta la tensión que cuando culmina un campeonato siempre quedo con las defensas muy bajas y me da gripa o alguna enfermedad por el estilo”, concluye un hombre que trabaja día a día para poder entender y aplicar el lenguaje de los números al ciclismo.
