A las cuatro de la mañana empezaba nuestro día, ¿cierto doña Irene del Socorro?. Cómo olvidar cuando levantabas a mis hermanos, David, Iván y Rodrigo, y a mí para que te ayudáramos a pelar los pollos que ibas a vender ese día. Hasta cuarenta de esos animalitos alcanzábamos a desplumar y quitarles la piel, no importaba si eran grandes o pequeños. Luego, corríamos a bañarnos porque teníamos que salir hacia la escuela, no podíamos llegar tarde o nos devolvían para la casa. Mientras tanto Marco Fidel ya estaba camino a la empresa de mineros S.A. del Bagre. Papá y tú, como siempre queriendo lo mejor para nosotros.
El Río Nechí, las tardes en el Parque principal y las calles polvorientas del barrio El Plan en El Bagre marcaron mi infancia. También el comienzo de mi juventud. Quizás en ese momento las únicas opciones que veía para el futuro eran la minería o la pesca. Pero todo cambió en 2003, cuando tenía 14 años. Unos amigos me dijeron que fuéramos a correr, que estaban metidos en el atletismo. Yo no tenía ni idea que era eso, pero me arriesgué, como por jugar algo diferente al fútbol que tanto me gustaba.
Empecé a practicarlo en el colegio, luego por las cuadras de todo el pueblo y más adelante en el viejo estadio William Knight. Al comienzo corría descalzo porque no teníamos plata para comprar los tenis que necesitaba. Así nos acostumbramos todos los de ese grupo. Cuando eran distancias más grandes me ponía los zapatos que usaba con el uniforme de diario. Me veía raro, pero me protegían los pies. Y pa´que, pero salí bueno para eso del atletismo. Aunque al comienzo no fue fácil, pues en mi primera final, en unos juegos intercolegiados del Bajo Cauca, quedé último en los 600 metros.
Eso me hizo entender que era necesario entrenar con dedicación, o bueno me lo hizo entender el profe Silvio Rentería a punta de regaños. En los siguientes intercolegiados gané y fui a la final departamental. Salí por primera vez de El Bagre. Me di cuenta que podía viajar solo con correr. Además descubrí que existían selecciones, ligas y federaciones y que en las finales departamentales escogían a los que iban a representar la selección de Antioquia, y esa se convirtió en mi obsesión, en mi sueño. Quería ponerme la sudadera blanca y verde. Deportista que veía con la camiseta de la selección antioqueña se ganaba mi respeto.
Comprendí que el atletismo era una forma de vida y por eso a los 17 años empaqué mis cosas y me fui para Medellín. Entrené fuerte, sabía que mi boleto de entrada a la selección de Antioquia, más allá de mi talento, era mi estado físico. Lo logré, me convertí en campeón nacional. Ahí me propuse alcanzar un nuevo objetivo: integrar la selección de Colombia.
Otra meta cumplida. Me llevé el título sudamericano, participé en Juegos Panamericanos, en olímpicos, y en dos Mundiales.
También me llena el cariño de la gente cada vez que voy a El Bagre. Los niños me toman como ejemplo, como su referente. Me piden autógrafos, fotos y consejos. Los mayores me felicitan. Después de los hermanos William y Jaime Knight, que llegaron a ser futbolistas profesionales, y de Carlos Manuel Avispita Mesa, un boxeador, no había salido un deportista de relevancia en el Pueblo.
Recordar mis orígenes me hace feliz. No importa que en 2009 casi me muero gracias a un dengue hemorrágico que contraje por allá. Como si fuera poco, cuando regresé a Medellín al dengue se le sumó una salmonela y durante 15 días tuve que olvidarme de las pistas, los uniformes y los cronómetros. Me paré y volví más fuerte.
De los momentos difíciles no me gusta acordarme, prefiero quedarme con las enseñanzas de esas derrotas. Una de ellas fue en los olímpicos de Londres 2012. Llegué con todas las expectativas y ni pasé a semifinales, quedé por el piso. A mi entrenador le dije que me había quedado un mal sabor. Pero después de eso me dieron unas ganas de entrenar más fuertes que nunca, de conseguir una medalla en un Mundial o en unas olimpiadas. Creo que ese es mi siguiente objetivo y haré todo lo posible por lograrlo, para pararme en el podio y decir: Soy Rafith Rodríguez, un atleta de El Bagre para el mundo.