El documental Hacerme canto, dirigido por Germán Arango Rendón, cuenta la historia de la cantaora y compositora Oneida, quien a partir de la tradición del canto fúnebre y los alabados revela su propia identidad y la de su pueblo.
Grabado en Pogue, corregimiento de Bellavista (Bojayá), en el departamento del Chocó, en pleno Pacífico colombiano, Hacerme canto es un retrato de Oneida, una mujer que desde su niñez ha convivido con la guerra y el desplazamiento de su pueblo, históricamente afectado por la violencia enquistada en el país.
Cantos que inundan el río se adentra en la historia de vida de Oneida, pero también en los cantos fúnebres y “alabados” como parte de la cultura afro del pacífico, en la que la muerte es tan significativa para la gente del Pacífico colombiano, según dicta la tradición, está alineada con la lluvia.
Hacerse cantaora para guiar las almas de sus muertos
El documental acerca al público a Oneida, quien aprendió desde niña a cantar “alabados”, cantos fúnebres con los que las comunidades afro despiden a sus muertos para un buen retorno al lugar de las almas.
La muerte parece haberse encaprichado con ella, haciéndola testigo de la historia de su pueblo a toda costa. A los 8 años el veneno de una serpiente devoró la pierna izquierda de Oneida, obligándola a quedarse para siempre en Pogue, un pueblo enclavado en la selva al que solo se puede acceder por un río controlado con terror y violencia por grupos armados desde hace décadas.
Fue allí en Pogue donde, desde el patio de su casa y envuelta en mil tareas domésticas, Oneida se hizo compositora. Allí, en su cotidianidad, Oneida deja salir de su alma las melodías de alabados tradicionales, acompañadas de letras que narran el horror de la guerra y los anhelos de su pueblo.
Oneida, quien fue una de las cantaoras de Bojayá que cantó en el evento de la firma de los acuerdos de paz en Cartagena con las FARC - EP, ha dejado volar su voz viajando por el mundo entero como representante de la reconciliación de un país con una de las guerras más largas de la historia.
Hacerme canto es entonces un documental sobre la vida de Oneida, pero también sobre la tradición del canto como una forma de alabanza a la vida de sus coterráneos, quienes como ella mantienen vivos los “alabados” como una expresión cultural que despide a quienes se han ido.
En el documental, la producción nos sumerge en el sentir de los alabados, una tradición declarada Patrimonio Inmaterial de la Nación desde 2014, los cuales reúnen a una gran cantidad de personas en torno a la muerte de un ser querido.
En esta tradición, de acuerdo al Centro Nacional de Memoria Histórica, la intensidad de las historias narradas alrededor del fallecido y el coro de mujeres que responde a la voz líder depende de la edad de quien se honra.
Allí, cuando un miembro de la comunidad muere, los cantos cuentan historias narradas por una voz líder y un coro de mujeres que responde y, si la persona murió en edad adulta, los versos resultan románticos, se exalta la alabanza a Dios, y se crean plegarias para que lo acoja, lo perdone, lo cuide y le abra las puertas del cielo.
Por el contrario, si muere entre los 12 y los 18 años, las mujeres cantan arrullos, pues los fallecidos eran jóvenes que habían cometido poco pecado. Sin embargo, cuando muere un bebé, la tradición fúnebre es totalmente distinta, pues se celebra con una fiesta llamada “gualí”.
