El camuro es una especie animal que ha despertado curiosidad y generado debates en Colombia. A diferencia de otros ovinos que son resultado de cruces, el camuro fue traído directamente desde África. Este rumiante presenta características similares a las de la oveja y el cabro, pero en lugar de lana, cuenta con un grueso pelaje que le brinda protección contra las altas temperaturas.
El sabor y tamaño de la carne del camuro lo distinguen de otros animales ovinos, superando fácilmente a la oveja y chivo. Además, se adapta tanto a temperaturas altas como a climas templados, lo que lo hace idóneo para lugares como Boyacá.
También conocido como "oveja africana" u "oveja de pelo", el camuro fue introducido en nuestro territorio durante la época de la colonia por parte de los españoles y los esclavos africanos, quienes lo transportaban en sus barcos hasta Suramérica.
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En Colombia, uno de los departamentos donde se cría con mayor frecuencia el camuro es Santander, donde es considerado junto con otros ovinos como un ícono animal y gastronómico de la región. Allí, en un municipio prácticamente fantasma, llamado Jordán Sube, se ha registrado la historia de un camuro muy particular.
Don Guillermo, de 76 años, quien se dedica a cuidar de su esposa María, dependiente al 100% de él debido a una trombosis que la dejó postrada en una silla de ruedas, muda y ciega, relata la falta de tranquilidad en su hogar debido a la presencia de un camuro salvaje que merodea y causa estragos en la zona.
Según don Guillermo, ha tenido encuentros inquietantes con el camuro salvaje en su propiedad. Alega que este animal no solo los despierta por las noches, sino que también ha causado destrozos en su casa.
Además, menciona que el Camuro ha matado a una res y a otro Camuro, lo que lo convierte en una amenaza peligrosa. El temor y la desconfianza que genera este animal en don Guillermo son tan intensos que necesita pedir ayuda a un vecino para que cuide de su propiedad y de su esposa cuando él debe ausentarse.
Sin embargo, tal vez el verdadero problema no sea el camuro en sí, sino la fragilidad de la vida humana y la inevitabilidad de la muerte.
Y es que las noches para don Guillermo y Doña María se han convertido en angustias, pues sienten que la muerte les acecha en cada esquina, amenazando sus vidas y su hogar, con el agravante de que podría llevarse consigo las historias y memorias del oscuro pasado de Jordán.