El mundo cambió por completo cuando Estados Unidos lanzó la primera bomba atómica de la historia, la primera el 6 de agosto de 1945 sobre la ciudad japonesa de Hiroshima, y la segunda el 9 de agosto del mismo año sobre Nagasaki.
La primera bomba atómica lanzada en la historia de la humanidad supuso la rendición de Japón, y con ella el final de la Segunda Guerra Mundial, el que hasta el momento es el conflicto bélico más devastador de la historia.
Sin embargo, aunque el desarrollo y las detonaciones de las dos únicas bombas atómicas sobre población civil supusieron la paz del momento, también dejaron al mundo atrapado entre la incertidumbre y el miedo como consecuencia del inicio de la era atómica y las posibles confrontaciones nucleares que podrían acarrear en el futuro.
Esto ocurrió porque aunque la Alemania Nazi había sido vencida, la Nación del sol naciente se mantenía en pie de lucha, y su enfrentamiento con Estados Unidos parecía no tener fin pese a su inminente derrota. Se sabía que el pueblo heredero de la tradición samurai preferiría perder hasta el último de sus ciudadanos antes de presentar una rendición a las naciones aliadas.
Por eso, los aliados, liderados por los Estados Unidos prepararon un ataque inolvidable y definitivo a través de la detonación de las bombas nucleares lanzadas, primero sobre Hiroshima y 72 horas después sobre Nagasaki, dos ciudades intermedias de Japón.
Nadie, ni los Estados Unidos conocían completamente la capacidad destructiva de armas como las bombas de fusión y fisión radiactiva, pero en aquel momento el mundo cambió para siempre, pues después del primer lanzamiento quedó bajo la constante amenaza de una posible confrontación nuclear: se trataba de un arma que podría destruir la humanidad, y aún así grandes y medianas potencias han desarrollado miles y más poderosas de estas armas.
Conoce con nosotros cómo el mundo quedó condicionado al peligro de extinción después de las detonaciones atómicas en Hiroshima y Nagasaki.
El Fatídico 6 de Agosto: sobre Hiroshima es detonada la primera bomba nuclear
Es así que el 6 de agosto de 1945, pasadas las 8 de la mañana, bajo las órdenes del presidente Harry S. Truman el bombardero B 29 bautizado Enola Gay dejó caer sobre Hiroshima el arma definitiva, la bomba “Little Boy”, cargada con 4.4 toneladas y 64 kilos de uranio, la cual detonó a unos 600 metros sobre el centro de la ciudad con una potencia de aproximadamente 16 kilotones de Trinitrotolueno (TNT) y, con una intensidad mayor a mil relámpagos.
Se sabía que el poder destructivo de las bombas era ejemplar, pero realmente nadie conocía entonces los verdaderos efectos de las bombas atómicas, pues nunca antes habían sido utilizadas.
Tampoco se sabía que tras una detonación se desataría sobre los sobrevivientes una ola de envenenamiento por radiación, o que el ambiente quedaría irremediablemente arruinado para la supervivencia humana.
Casi instantáneamente, una vez fue detonada la bomba sobre Hiroshima, cerca de 100.000 personas murieron incineradas. La cifra incrementó rápidamente a más del doble debido a los efectos posteriores de las explosiones.
Monumento a la paz, Nagasaki, Japón. Imagen: PxHere.
Según la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México (CNDH), la Fundación para la Investigación de Efectos de la Radiación, con sede en Hiroshima, uno de los impactos más notables aparte del destructivo es que las personas sobrevivientes sufrieron una "redistribución cromosomática" que les generó cánceres mortales y que además dejó condicionados a sus descendientes a portar genes que les dejaban propensos al cáncer.
Además, agua, aire y tierra quedaron contaminados con las secuelas radioactivas, enfermando por décadas a quienes bebían o se alimentaban con productos de la zona, dejando prácticamente inhabitable la zona.
Desde aquel momento cada 6 o 9 de agosto se realizan actos de concientización en todo el mundo, especialmente en Hiroshima, en el parque de la Paz, y en Nagasaki, con la esperanza de que nunca jamás la humanidad se atreva a lanzar armas de este tipo sobre sí misma, debido a que una confrontación nuclear podría ser el fin de la especie humana.
El escritor estadounidense John Hersey describió a través de testimonios de los sobrevivientes en su crónica Hiroshima el horror desatado tras la detonación de la bomba, hoy en día el máximo sinónimo de la capacidad inventiva para la destrucción de nuestra especie.
“En una ciudad de doscientos cuarenta y cinco mil habitantes, cerca de cien mil habían muerto o recibido heridas mortales en un solo ataque; cien mil más estaban heridas. Al menos diez mil de los heridos se las arreglaron para llegar al mejor hospital de la ciudad, que no estaba a la altura de semejante invasión, pues tenía sólo seiscientas camas, y todas estaban ocupadas. En la multitud sofocante del hospital los heridos lloraban y gritaban, buscando ser escuchados por el doctor Sasaki: "Sensei! ¡Doctor!". Los más leves se acercaban a él y le tiraban de la manga para que fuera a atender a los más graves. Arrastrado de aquí para allá sobre sus pies descalzos, apabullado por la cantidad de gente, pasmado ante tanta carne viva, el doctor Sasaki perdió por completo el sentido de la profesión y dejó de comportarse como un cirujano habilidoso y un hombre comprensivo; se transformó en un autómata que mecánicamente limpiaba, untaba, vendaba, limpiaba, untaba, vendaba”, describe Hersey en su libro.
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El 9 de Agosto: la bomba nuclear en Nagasaki
Para llegar a detonar las bombas, Estados Unidos desarrolló con el proyecto Manhattan (dirigido desde el 17 de septiembre de 1942 por el general Leslie Groves) en menos de tres años la bomba atómica, lo que significó una proeza científica y militar.
Para probarlas en acción, los altos mandos de Estados Unidos habían seleccionado cuatro ciudades japonesas: Hiroshima, Kokura, Kyoto y Niigata. Nagasaki no estaba en esa lista original, pero Henry L. Stimson, secretario de Guerra, protestó ante la presencia de Kyoto, debido a que se trataba del centro religioso y cultural más importante de Japón.
Por ello, Stimson propuso a Nagasaki como opción en reemplazo de aquella capital cultural.
El lanzamiento sobre el segundo blanco, después de Hiroshima, estaba programado para el 11 de agosto, pero debido al mal tiempo se adelantó para el 9 de agosto, fecha en la que fue lanzada la bomba “Fat man” sobre Nagasaki.
Fotografía de la bomba "Little boy".
Se presentaron problemas mecánicos en el bombardero que llevaba a “Fat man”, y para no perder la oportunidad de la detonación se escogió el tercer objetivo de la lista, debido a que era el más cercano: Nagasaki.
A las 11:02 horas se encontraron sobre Nagasaki, explotando con una energía de aproximadamente 20 kilotones de TNT.
Según la CNDH desde ese mismo día las autoridades militares japonesas habían estado discutiendo la rendición pero, sin saberlo, los países aliados darían la última estocada al último país del “Eje” (aliados a los Nazi) que se mantenía en pie de lucha, y la noticia de la detonación en Nagasaki significó el final de todo y Japón entró en negociaciones para rendirse.
Así, el 15 de agosto de 1845, el emperador Hirohito II leyó por radio el Rescripto Imperial sobre la terminación de la Guerra, y para el 1 de septiembre Truman anunció al mundo la rendición nipona y con ella el fin de la guerra.
Confrontación Nuclear: lecciones de la Historia
Este pequeño fragmento de la historia es más importante de lo que parece, pues con tan sólo dos detonaciones de lo que hoy son bocetos de bombas nucleares la humanidad comprendió que se tratan de la invención más destructiva en la historia, y su uso no sólo no debe tomarse a la ligera, sino que incluso son muchas las voces que sugieren que en nuestro mundo no deberían existir los arsenales nucleares.
Desde las bombas de Hiroshima y Nagasaki se empezó un debate que continúa vigente: para algunos las armas nucleares son un medio eficaz para garantizar la paz y la estabilidad, mientras que para otros son una amenaza para el orden mundial y la humanidad, por lo cual deben ser desmanteladas de la faz de la tierra.
No es para menos. Si al principio existieron menos de cinco bombas para terminar el conflicto bélico más mortífero de la historia, en la actualidad el planeta alberga más de 12.000 armas nucleares que hacen parecer a las primeras un juguetito de párvulos.
Líderes como el secretario general de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres, ha expresado que los tambores de la guerra nuclear están sonando de nuevo, según reportó en 2023 France 24.
Su declaración corresponde a que las armas nucleares están de nuevo en el panorama mundial, no solo por la invasión de Rusia a Ucrania, sino también por las constantes pruebas de misiles intercontinentales de Corea del Norte, donde abiertamente se ha desarrollado un arsenal nuclear que mantiene la tensión sobre el peligro nuclear en el planeta.
Como si fuera poco, apenas terminó la segunda guerra mundial los principales países triunfadores (la Unión Soviética y Estados Unidos) iniciaron programas nucleares que desencadenaron el terror durante la Guerra Fría, donde el mundo se dividió en dos (Estados Unidos con el sistema capitalista y la Unión Soviética con el sistema socialista) y que mantuvo por mucho tiempo al mundo amenazado con un gran fin de la humanidad por cuenta de un conflicto protagonizado por las armas nucleares.
Desde aquel entonces surgieron las potencias nucleares, encabezadas hoy en día por Estados Unidos y Rusia, las cuales no sólo no han disminuido sus armamentos, sino que por el contrario han venido en aumento.
El desarrollo de los armamentos nucleares es preocupante. Hoy, a diferencia de las de Hiroshima y Nagasaki, una sola bomba puede destruir una ciudad entera, con la posibilidad de causar la muerte no sólo a cientos de miles de personas, sino a millones en un abrir y cerrar de ojos.
Además, su detonación pondría en peligro el medio natural y las vidas de las futuras generaciones debido a sus efectos catastróficos a largo plazo.
Las Naciones Unidas, desde su nacimiento ha procurado eliminar estas armas, desde la primera resolución aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1946 en la cual se estableció una Comisión para tratar los problemas relacionados con el descubrimiento de la energía atómica, entre otros.
La resolución estableció asimismo que la Comisión debía presentar propuestas para “eliminar, de los armamentos nacionales, las armas atómicas así como todas las demás armas principales capaces de causar destrucción colectiva de importancia”, pero eso no sucedió jamás, y los países con arsenales nucleares no tienen intención de hacerlo.
No ha sido por falta de intentos, sin embargo, es un problema de voluntad: aunque todos los países conocen el riesgo del incontrolable arsenal nuclear de las potencias, ninguna de estas naciones ha reducido, eliminado, o terminado sus programas nucleares.
Así, desde la creación de la ONU se han establecido una serie de tratados multilaterales con el propósito de prevenir la proliferación y los ensayos nucleares, así como avances en materia de desarme nuclear: alguno de ellos son el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), el Tratado por el que se Prohíben los Ensayos con Armas Nucleares en la Atmósfera, el Espacio Exterior, Debajo del Agua, también denominado Tratado de Prohibición Parcial de los Ensayos Nucleares (TPPE), y el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCE), que fue firmado en 1996 pero aún no ha entrado en vigor.
Es por esto que no podemos olvidar su capacidad de destrucción del cuerpo y alma de la humanidad de una confrontación nuclear, y debemos condenar el egoísmo de las naciones que por mantener su poder armamentístico arrasador, deshonroso, no sólo no detienen sus programas nucleares sino que se mantienen desarrollándose, aún si eso representa un riesgo latente de nuestra existencia.
“Las armas nucleares son el poder más destructivo jamás creado. No ofrecen seguridad, sólo carnicería y caos”, advirtió António Guterres el pasado 26 de septiembre de 2023, durante el Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares, quien llamó a eliminarlas para dar a las generaciones futuras “el mejor de los regalos”.
¿Cuántas armas nucleares hay en el mundo?
De acuerdo con la ONU, en el mundo hay unas 12.500 armas nucleares. Los países con más armas nucleares son Estados Unidos y Rusia, cada país con más de 5 mil cada uno; Francia, China, India, Pakistán, Reino Unido, Corea del Norte e Israel.
Algunos de estos países están constantemente involucrados en conflictos armados internacionales.
Se sospecha también que otras naciones como Japón, Bielorrusia, Ucrania, Sudáfrica y Kazajistán podrían contar con armamentos nucleares, pese a que han negado tener interés en desarrollarlo o han negado tenerlo.
Infografía de la página especializada en estadística Statista.