¿Por qué hacemos propósitos cada Año Nuevo?
29 / 12 / 2025

¿Por qué hacemos propósitos cada Año Nuevo?


Por Lorena Rojas Sarmiento
Lorena Rojas Sarmiento
29 / 12 / 2025
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Cada comienzo de año viene acompañado de una lista de intenciones. Comer mejor, hacer ejercicio, ahorrar, viajar, cambiar de trabajo o dedicar más tiempo a la familia son algunos de los propósitos de Año Nuevo que se repiten generación tras generación.

Aunque muchas resoluciones no se cumplen, el gesto de formularlas sigue vigente porque responde a una necesidad profunda: ordenar el futuro inmediato y darle sentido al cambio de calendario. Más allá del entusiasmo inicial, los propósitos hablan de expectativas, frustraciones acumuladas y deseos de transformación.

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¿Qué son los propósitos de Año Nuevo?

Los propósitos o resoluciones de Año Nuevo son metas personales que se fijan al iniciar un nuevo ciclo, generalmente relacionadas con hábitos, bienestar, trabajo o relaciones.

Históricamente, esta práctica tiene raíces antiguas. Civilizaciones como la babilónica ya realizaban promesas al comenzar el año como forma de renovar compromisos. Hoy, aunque el contexto es distinto, la lógica se mantiene: empezar de cero, al menos simbólicamente.

¿Por qué hacemos resoluciones cada año?

Desde una mirada social y emocional, los propósitos cumplen varias funciones:

  • Marcan un punto de quiebre entre lo que fue y lo que se espera cambiar.
  • Permiten nombrar insatisfacciones acumuladas durante el año anterior.
  • Refuerzan la idea de que el cambio es posible si se empieza “ahora”.
  • El problema no es hacer propósitos, sino cómo se plantean.

Los propósitos de Año Nuevo más comunes

Año tras año, los patrones sobre los propósitos de Año Nuevo son claros. La repetición no es casual, ya que estas metas reflejan preocupaciones estructurales de la vida cotidiana.

Entre las resoluciones más repetidas están:

  • Hacer ejercicio o mejorar la salud
  • Comer mejor o bajar de peso
  • Ahorrar dinero o mejorar la situación económica
  • Aprender algo nuevo
  • Viajar más
  • Dedicar tiempo a la salud mental
  • Pasar más tiempo con la familia

¿Por qué la mayoría de los propósitos no se cumplen?

Diversos estudios coinciden en que gran parte de las resoluciones fracasan antes de terminar enero. Algunas razones frecuentes son:

  • Metas demasiado amplias o abstractas
  • Expectativas poco realistas
  • Falta de seguimiento
  • Motivación basada solo en el entusiasmo inicial
  • Decir “voy a cambiar mi vida” es inspirador, pero poco operativo.

Cómo plantear propósitos de Año Nuevo más realistas

1. Pasar del deseo a la acción concreta

En lugar de “hacer más ejercicio”, plantear algo medible: caminar 30 minutos tres veces por semana.

2. Priorizar menos metas

Tener demasiados propósitos suele generar frustración. Elegir dos o tres prioridades reales aumenta las posibilidades de cumplimiento.

3. Dividir el año en etapas

Pensar el año por trimestres o meses permite ajustar metas sin abandonar el proceso completo.

4. Escribirlos (y revisarlos)

Poner los propósitos por escrito ayuda a hacerlos conscientes. Revisarlos cada cierto tiempo permite evaluar avances sin culpa.

Resoluciones vs. intención: una nueva forma de empezar el año

En los últimos años ha ganado fuerza una alternativa a las resoluciones tradicionales: elegir una palabra o intención para el año. En lugar de una lista de metas, se prioriza un eje emocional como “calma”, “equilibrio”, “disciplina” o “crecimiento”.

Esta práctica busca reducir la presión del cumplimiento y centrarse en cómo se quiere transitar el año, más que en una lista rígida de objetivos.

¿Es malo no tener propósitos de Año Nuevo?

No. No todas las personas viven el cambio de año de la misma forma. Para algunos, no hacer resoluciones también es una decisión válida.

Lo importante no es cumplir con una tradición, sino encontrar formas personales de cierre y comienzo que tengan sentido.

El valor real de los propósitos de Año Nuevo

Más allá de si se cumplen o no, los propósitos de Año Nuevo funcionan como un ejercicio de reflexión colectiva. Son una excusa para detenerse, revisar lo vivido y preguntarse qué se quiere conservar, cambiar o soltar. Tal vez su verdadero valor no esté en la meta final, sino en atreverse a pensar el futuro con intención.