Sus profesores en el colegio Comfacesar, en Valledupar, la inscribían casi a la fuerza en las pruebas de atletismo. Que salto largo, que a ella le gusta el patinaje, que su estatura, que no importa, que sus piernotas, que ella prefería el patinódromo, que mire que ganó medalla en 200 metros planos. Y así. Andrea Cañón se destacaba en pruebas atléticas, pero no le emocionaba demasiado. Lo suyo era el patinaje.
A los tres años, su madre Yamila Batista la había llevado al patinódromo que había inaugurado la alcaldía de turno en diciembre de 1998, en medio de una zona verde de árboles de guayacán y mango. Se puso los patines de cuatro ruedas, se sostuvo y se emocionó. Esa adrenalina no la volvería a encontrar ni en el fútbol sala, ni en el baloncesto, ni en el voleibol que practicó sin muchas pretensiones.
Lo mismo ocurrió con el atletismo. Alcanzó a ganar una competencia, pero esa medalla que aún conserva está escondida dentro del montón de metales que ha obtenido en patinaje y que guarda en su casa. “Pero hay una en especial que tumba al resto”, dice Andrea Cañón desde Rosario, Argentina. La que gané el sábado en los 300 metros contrarreloj juvenil”. Fue la primera presea de Colombia en el Mundial de patinaje y fue también su primera medalla en su debut orbital.
Su mamá Yamila, desde la tribuna del patinódromo Roberto Tagliabué de Rosario, gritaba y lloraba. Y ella, desde la pista, atendía la entrevista que realizaba Señal Deportes y sollozaba. “Tenía mucha emoción, bastante nostalgia por todo lo que había luchado por estar aquí. Antes de la prueba estaba muy asustada, en el bus, en el calentamiento. Pero me escribieron mis familiares y me motivaron mis compañeros. Y después no lo podía creer. Ya guardé esa medalla en mi bolso como si fuera un tesoro”.
Este es el premio a sus decisiones, porque decantó las ofertas de otros deportes y porque, además, hace algunos años aceptó la oferta de competir por Bolívar. “Ya no estaba encontrando apoyo ni nivel en Valledupar, entonces me fui a vivir a Cartagena con mi abuela Norgia”. Ya se había graduado del colegio, estaba pensando en estudiar comunicación porque a pesar de temerle a las entrevistas, sueña con ser periodista. Pero el patinaje se impuso de nuevo y emigró hacia Cartagena.
Pasó del club Midas de Valledupar al club Pegasso de Cartagena, donde encontró a Jercy Puello, una de sus referentes en esta disciplina. Allí, dice, ha crecido técnica y mentalmente, de hecho antes del Mundial había ganado oro y plata en la Válida Puntuable disputada en Arjona, Bolívar, y por eso Elías del Valle la incluyó en la lista de patinadores para disputar el Mundial. No se demoró ni un poquito en responder a la confianza, aunque dice que le falta más por demostrar: “Creo que puedo ganar otra medalla”.