Brasil 2014 será la revancha de quienes nacieron en los 90
31 / 03 / 2017

Brasil 2014 será la revancha de quienes nacieron en los 90


Por Señal Colombia
Señal Colombia
31 / 03 / 2017

Coincidimos con la mejor década de la Selección Colombia, con el mejor ‘10’ y con una gacela que se quedó sin Balón de Oro por insolente. Crecimos escuchando anécdotas maravillosas: de un arquero con delirio de escorpión, de un tren con ínfulas de delantero y de un gol en 1990 por el que El Gráfico tituló En un Rincón del alma. “¿Usted no nació en los 90’s? ¿O es que se le olvidó todo?”, me preguntaban con indolencia, sin saber que nacimos en una época dorada de la que no nos acordamos.

Crecí entre conversaciones adultas sobre las hazañas del ‘Pibe’ Valderrama y sus intérpretes. Escuché comparaciones entre esa Selección y la poesía épica. Oí relaciones de ese equipo con la literatura y con la música. Me contó un colega que celebró el 1-1 con Alemania saltando con su papá sobre la cama y la rompió. Me confesó un amigo que se casó mientras escuchaba por un audífono el partido Rumania-Colombia en 1994.

Me dijo un cualquiera que después del 5-0 olvidó qué hizo en los siguientes tres días por cuenta del alcohol. Me explicó en una entrevista Alexis García que hace poco habló con Carlo Ancelotti y que este le contó que grababa los partidos de la Selección Colombia y de Atlético Nacional porque quería estudiar (o copiar) las tácticas revolucionarias de Francisco Maturana.

Y cada una de esas anécdotas terminaban con una contra-pregunta del interlocutor: “¿Y usted cómo vivió todas esas hazañas?”. Y la frase siempre me generó incomodidad porque viví el Mundial del 90 en el vientre de mi mamá, no entendí nada del Mundial del 94 y me cuentan que salí a festejar al balcón de mi casa por el gol de Léider Preciado en el 98, con una camiseta que no me quité por días y que no dejaba que me lavaran. Esas imágenes están sueltas en mi cabeza, son escenas efímeras desprendidas de algún contexto porque tenía apenas siete años.

Los recuerdos más fidedignos sobre la Selección Colombia empezaron en este siglo y cada vez que los evoco me invade un sentimiento de amargura. Me acuerdo bien del 3-0 a Argentina en la Copa América (cuando Palermo botó tres penaltis), pero también de la derrota en cuartos de final con Chile. No olvido el 5-1 a Chile en Londrina y la euforia que eso despertó.

Tanto que en el juego siguiente vi a muchos señores con audífonos, mientras recorrían con sus señoras el Parque Panaca en Quimbaya (Quindío). Tanta euforia creció que quien hablaba por los altoparlantes del lugar para informar sobre atracciones nuevas y carros mal parqueados, decidió también avisar los pormenores del partido. “Gol de Brasil”, escuché decir nueve veces. “Esta época ya no vale la pena. Los 90’s serán inigualables”, dijeron enseguida los melancólicos, como aferrados a esa Selección para evitar cualquier frustración del presente.

Y sentí desde entonces que me excluían, que si no recordaba esa época no merecía ser un fanático de este deporte, que no tenía derecho a comentar por falta de referentes. “Estos pelados de hoy en día ven un fútbol muy pobre”, escuchaba muy a menudo. “A usted no le tocó el fútbol de verdad”, me dijo hace poco un jefe. Y no había cómo contradecirlo porque todo lo relacionado con la Selección me generaba malestar.

Viví en soledad las eliminaciones a los Mundiales del 2002, 2006 y 2010. Agarré a puños una silla de un hotel en Santa Marta porque quedaríamos afuera de Corea y Japón, me encerré en un baño a golpear las baldosas porque no estaríamos en Alemania y grité hasta la disfonía porque estaríamos ausentes en Sudáfrica. Lo hice sin que nadie me viera porque mi papá juzgaba con razón mis reacciones y porque no quería que nadie me dijera: “Menos mal nosotros ya gozamos en los 90’s, ¿cierto?”. A esa persona hubiera tenido que golpearlo y explicarle que nacer en los 90 y no recordar ningún Mundial era la peor injusticia.

Y nada mejoraba después: un penalti desperdiciado de Falcao en la Copa América, un puño de ‘Bolillo’ Gómez a una mujer, un error de Luis Amaranto Perea contra Venezuela, errores mancomunados contra Argentina, las discusiones de Leonel Álvarez y Julio Comesaña y la posterior salida de ambos de la Selección. Y, para rematar, jugadores del 90 diciendo en prensa: “A estos muchachos les falta el roce internacional que nosotros teníamos”. Y yo pensaba: “!Váyanse mucho al carajo!”.

***

La mayoría de colegas insisten en que un periodista no puede ser hincha de la Selección, pero yo pienso que la clave es la dualidad. Es como la adultez y la niñez: la misión es no dejar de ser niños a pesar de los años, sólo que hay que saber disimularlo. Lo mismo pasa en nuestro oficio: el periodismo sólo nos puede arrebatar el sentimiento de hincha cuando estamos al aire. Pero una vez se cierren los micrófonos o se ponga el punto final de una crítica, nuestro deber es seguir siendo aficionados, seguir sufriendo o festejando. Como uno más.

Y en ese sentido, puedo decir que lagrimeé por el 3-3 con Chile, salté a manera de catarsis y desahogué todas las frustraciones a fuerza de puños apretados. Mientras escribía de los goles de Falcao como periodista, celebraba como en 1998 por el gol de Léider Preciado, sólo que esta vez lo disfrutaba más porque tenía plena consciencia de mis actos. Y ese día en la oficina, me abracé con muchas personas de mi edad, que no recordaban qué se sentía lograr una clasificación. Sin embargo, no se me pasó por la cabeza ir a Brasil: por dinero y porque me incomodan las multitudes. Además, pensé sentirme aliviado con la mera clasificación. Y no.

Hace un mes, un amigo de un amigo lejano, de mi misma edad, me contó que había renunciado a su trabajo, que se iría en bus porque todo lo justificaba. “Hermano, es que es nuestro Mundial. Llevamos mucho sufriendo. ¿O es que usted se acuerda de los Mundiales del 90?”. Me quedé sin palabras por su comentario, pero adquirí entonces la consciencia que me había faltado tras la clasificación: ¿todo lo que había sufrido y llorado para verlo desde el sofá? ¿Me habían torturado con el tema de los 90’s y no iba a ser testigo de la nueva mejor generación? Las reflexiones empezaron en la mañana y en la noche compré tiquetes sin medir efectos. La razón es válida, amigos contemporáneos: En este Mundial volveremos a ser niños, pero tendremos la memoria más curtida para que nunca más se nos olvide algo.

Texto: Juan Diego Ramírez C.

Foto: EFE