Las cámaras de las transmisiones de pista por lo general no se entrometen en la rotonda, ese pedazo en el medio del velódromo donde los participantes calientan, se preparan, son atendidos por los médicos si es necesario y dejan sus bicicletas en manos de los mecánicos. La rotonda es un mundo aparte que huele a ungüentos, sudor y aerosol para brillar marcos. Se escuchan las ciclas estáticas, los ánimos de los entrenadores y una especie de taconeo que producen las zapatillas especiales.
Estando aquí, en esta rotonda, también se puede ver la feria de uniformes. Por el televisor o las gradas se ven muy lejos como para juzgarlas, pero son elementos sumamente finos y costosos, como todo lo perteneciente a este deporte caro. Repasemos la indumentaria de la selección Colombia: los enterizos (que incluyen guantes) cuestan 300 mil pesos, las zapatillas 900 y las gafas 550.
Son necesarios dos cascos: los aerodinámicos para pruebas de velocidad y los de ruta para las de fondo. Cada uno tiene un costo cercano a los 600 mil pesos. Y las bicicletas son las más costosas. Sí, en plural, pues deben tener una de ruta para entrenar y una de pista para competir. La primera puede costar unos cuatro millones y la segunda unos 12. En total: 18’950.000. Eso cuesta toda la indumentaria de uno de los 15 ciclistas nacionales que participó en Copa Mundo en Cali de 2017.
El encargado de cuidarlo todo es Daniel, mecánico del equipo nacional desde 2008. Su misión es transportar las bicicletas de los corredores y organizarlas desde tres horas antes de que ellos lleguen al velódromo. Cada cosa puesta en su sitio y con mucho cuidado porque un daño puede costarle bastante.