Desde el colegio, Julián Arredondo ya firmaba contratos / EFE
Desde el colegio, Julián Arredondo ya firmaba contratos / EFE
31 / 03 / 2017

Desde el colegio, Julián Arredondo ya firmaba contratos


Por Señal Colombia
Señal Colombia
31 / 03 / 2017
Desde el colegio, Julián Arredondo ya firmaba contratos / EFE
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Se podría decir que los contratos y Julián Arredondo tienen una relación de antaño. Aparecieron cuando las escapadas del colegio, con Carlos Mejía (Ovidio, humorista del Canal Caracol), se convirtieron en algo habitual y los llamados de atención ya no eran suficientes. Un documento fue la única solución que encontró un profesor para que el niño inquieto e indisciplinado cumpliera con sus deberes. “ Ya no me acuerdo cuántos firmé. Que el pedagógico, que el académico, que el de buen comportamiento… todos los habidos y por haber”, cuenta.        

Por ese entonces ya sabía escribir, leía muy poco y anotaba su nombre las veces que fueran necesarias con tal de salir del problema. Sin embargo, al día siguiente el acuerdo quedaba en el olvido. “Mi papá se mamó de ir por mis notas porque siempre le daban quejas. Un día me dijo que no volvía más y le tiró el bulto a  mi mamá”.

Ya no sólo era el mal comportamiento sino las bajas calificaciones. Julián no rendía en las clases, no ponía atención y no le interesaba hacer las tareas. Lo único que quería era ir a nadar al río y montar en su bicicleta azul, marca Raúl Mesa, la cual le había regalado su papá cuando se dio cuenta que recorría la topografía de la región con gran facilidad.

Pero el deporte no lo era todo. Por eso don Tulio tomó otra medida: le quitó la ‘ración’ que le daba por ayudarlo en los cafetales y lo mandó al colegio sin peso. Pero eso tampoco sirvió. “Me iba para otra finca y recolectaba para no quedarme vaciado. Al principio no era muy bueno porque recogía mucho verde pero le fui cogiendo la mañita”. Una buena semana podía dejarle entre 60 y 80 mil pesos. Con la ganancia, se iba a la gallera del pueblo y apostaba todo al animal que tuviera el mejor semblante. Ganara o perdiera, lo que guardaba en sus bolsillos se lo ‘mecatiaba’. Tan sólo tenía 12 años.

Finalmente, después de pasar por seis colegios, Julián se graduó en la jornada nocturna. El impulso de haber terminado el bachillerato y su amor por el campo lo llevaron hasta la universidad donde estudió dos semestres de administración agropecuaria antes de dejarlo todo por el ciclismo. Hoy, curiosamente, su miedo más grande, por encima de una fuerte caída o una grave lesión, es quedarse sin un contrato con un equipo profesional. “Me asusta no tener algo fijo. Más adelante cuando haya ahorrado se me quitará eso pero por ahora no”.

El ‘Empanado’, como le dicen en Ciudad Bolívar, o el ‘Perico’ como lo conocen en el pelotón, sigue ligado a los papeles. Ya los lee con detenimiento, los firma con agrado y los ve como una prenda de garantía. Aprendió que los acuerdos son para cumplirse y más en el deporte, la única materia que pudo traerle la disciplina que le hacía falta.