Jorge Andrés Rodríguez Malagón, director del proyecto de la ‘Escuelita de patios’, y quien participó en el Foro Mundial de la bicicleta en Medellín, ha estado toda su vida en contacto con este vehículo. Sin embargo, su llegada al mundo del pedal no fue tan fácil como podría parecer.
Su primer contacto con una 'bici' fue en medio de un accidente a los 12 años. Intentaba cruzar una calle cuando un hombre conducía una bicicleta lo atropelló. Rodríguez Malagón terminó con múltiples heridas y le causó un gran susto a su abuelo, quien se encontraba cerca del lugar . Esa tarde, todo lo que había visto alrededor de la ‘bici’ gracias a la afición de su padre y sus tíos por el ciclismo, se convirtió en un episodio para olvidar. Y aunque nació en una familia cercana a este deporte sólo aprendió a montar en bicicleta hasta los 13 años.
Un día, planeó ir a almorzar a un centro comercial con sus amigos. Se arregló, se puso botas texanas y pantalón entubado, cuando llegó al punto de encuentro todos sus amigos estaban en bicicleta. Uno de ellos le prestó una para que se pudiera movilizar y sin quererlo se subió. De manera instantánea, sus compañeros se dieron cuenta de que no sabía dominar el vehículo de dos ruedas y le empezaron a enseñar. Pero sólo llegó a aprender cuando uno de sus compañeros lo lanzó en una pendiente en lo que hoy es la localidad de Suba, para que venciera el miedo y pudiera pedalear. “El cerebro funcionó después del susto y aprendí a manejar”, aseguró a Señal Deportes, Rodríguez, quien también es uno de los precursores del ciclopaseo cachaco en Bogotá.
Seguido de los golpes y los morados, llegó su primera bicicleta en navidad. Una Arbar, la cual le permitió explorar la ciudad. Su localidad se hizo cada vez más pequeña y en cuestión de tiempo no existían límites para recorrer más kilómetros. De hecho, un viaje que realizó por esa época fugado de su casa hasta el Prado, Tolima lo repetiría luego en una bicicleta. La Arbar fue su compañera fiel hasta que aparecieron los ladrones en su casa. Y así hubiera querido comprar otra del mismo modelo, no lo hubiera podido hacer, porque al mismo tiempo, la empresa quebró. Sólo quedó la ‘Monareta’ de sus hermanas.
Tiempo después, sus padres le regalaron una ‘bici’ de montaña. Esta, le dio otra perspectiva de la ciudad; en sus recorridos ya no sólo estaba el asfalto sino el pasto y la trocha. Subió por primera vez al Alto de Patios en La calera, en ese vehículo, recorrió la ciclovía junto a sus sobrinos y fue su compañía durante la universidad. Pero otra vez volvió a perder su elemento de dos ruedas debido a los ladrones, la ‘bici’ ya llevaba muchos kilómetros recorridos y tuvo que recurrir de nuevo a la ‘monareta’ de sus hermanas.
Después, el ciclopaseo de los miércoles apareció en su vida, “se me convirtió en el vicio de todos los miércoles, además conocí personas que pensaban y actuaban igual que yo en torno a la bicicleta”, añadió el ciclista urbano, quien luego del episodio con la de montaña encontró en las ‘bicis’ plegables una extensión más de su cuerpo. “La bicicleta ha estado conmigo en muchos procesos de mi vida personal y profesional. Estuvo conmigo en cuidados intensivos cuando mi papá estuvo muy enfermo”, afirmó.
De hecho, la bicicleta ha impactado de tal manera su existencia que es conocido en el mundo de las bicis por su apellido materno. “Me he convertido en un discurso ambulante acerca de la bicicleta”, expresó el bogotano, quien en la ‘Escuelita de patios’ busca que los ciclistas urbanos sean capaces de subir al Alto de Patios. “Si te cansas en un puente en Bogotá, la escuelita es para ti, allá acompañamos a los pedalistas, nuestro objetivo no es ser Nairo Quintana lo que nosotros buscamos es que quien realice el recorrido sienta que si llegó a patios está preparado para transitar en Bogotá”.
Para Malagón y los miles de asistentes al Foro Mundial de la bicicleta, el vehículo debe dejar de ser visto sólo como un medio de transporte sino como un elemento transformador en la vida y en la sociedad.
Texto y foto: Natalia Vargas