Jercy Puello, patinadora colombiana / Fedepatín
Jercy Puello, patinadora colombiana / Fedepatín
31 / 03 / 2017

Jercy Puello, la patinadora que venció al asma y la escasez


Por Señal Colombia
Señal Colombia
31 / 03 / 2017
Jercy Puello, patinadora colombiana / Fedepatín
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Jercy Puello miraba por la ventana: como esos pensionados que se postran a vivir a través de los otros desde sus portones. Ella, una niña apenas, sólo podía ver jugar a sus amigos del populoso barrio San Fernando de Cartegena. Sufría porque no la dejaban salir sola y soñaba con unirse algún día a ese combo de patinadores callejeros. Pero el asma de entonces le impedía dar tres pasos rápidos sin antes quedarse sin aire. Mejor permanecer en casa con el inhalador y el tanque de oxígeno para casos peores.

Sus pulmones no respondían a la exigencia que demandaba su inquietud. “Una navidad le pedí a mi papá unos patines. Tenía 11 años. Recuerdo que practiqué en la casa y cuando ya no me caía tanto empecé a pedir que me dejaran salir”, recuerda Jercy. Su papá Pedro administraba la ferretería 'La Campeona' en el barrio Simón Bolívar y además de las insuficiencias económicas, la insistencia de Jercy se le convirtió en un problema. Uno más.

 

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Le consultó a Maritza, esposa y madre de su única hija, y aceptaron. Un diciembre, la niña salió sola, patinó con los demás niños y mostró una mayor habilidad, tal vez producto de las horas de práctica en el hall de su casa. No hubo cansancio ni dificultades para respirar. Todo fue perfecto. Tan perfecto que su madre le consultó a un médico. “Métela en clases de patinaje. Eso le puede ayudar bastante a oxigenar”. Esa respuesta significó la entrada a una nueva vida. No más telenovelas en el encierro de su casa. No más charlas con sus primas mientras escuchaba las risas aniñadas de la calle.

Ese era su lugar en el mundo y así lo entendió su madre cuando trató de inscribirla a clases de patinaje. Jercy no estaba interesada en tomar ninguna lección, sólo en seguir rodando en la calle con sus amigos, al frente de su casa de dos pisos y cortinas oscuras. “Cuando mi mamá me llevó no me gustó en lo absoluto. Yo quería estudiar odontología”, reconoce la cartagenera. Convencerla tomó tiempo, pero igual su talento merecía horas de disuasión. En Vianor Meléndez, finalmente, encontraría un mentor y un amigo. Y se convenció a sí misma de que el deporte que paradójicamente llegó dejarla sin aire, la estaba ayudando a salir de la enfermedad.

Las ayudas médicas para tener los pulmones a todo vapor quedaron en el pasado. Con cada arranque su cuerpo respondió. Las vías respiratorias no se volvieron a inflamar y mucho menos a congestionar. Los miedos desaparecieron. En el 2002 sería la última vez que usaría un inhalador. La pequeña que no podía caminar una cuadra sin fatigarse pasó a volar en los diferentes patinódromos del mundo.

Con las primeras medallas, su rutina cambió. De seis de la mañana a dos de la tarde, el momento para estudiar. A las cuatro, el gimnasio para fortalecer esas piernas que luego demandarían tantas adulaciones. Y en la noche, entrenamiento en la pista. Se dedicó totalmente. Ni siquiera le provocaba ir al mar, porque nunca le gustó sentir arena sobre su cuerpo. El patinaje se convirtió en su única vida. Aún debe consumir medicamentos naturales para contrarrestar pequeños episodios de ahogo. Cuando eso ocurre, ya no se agobia. Sólo inhala y espera a que vuelva el aire. Esa batalla contra el asma ya no la atormenta.

 

La vanidad puede no ser un pecado

A Jercy le encanta arreglarse. Siempre está pendiente de su presentación personal. Recae en el pecado de la vanidad, pero no abusa. Sólo lo suficiente para lucir hermosa antes de irse de rumba. La pestañina, los polvos y el labial toman el lugar de los patines, los rodamientos y el casco. Su figura le permite usar cualquier vestido. Se ve fenomenal.

Una mujer completamente diferente a la que en el día demuestra rudeza en la pista. Son como dos personas que comparten un mismo cuerpo. La primera es aguerrida e indiferente ante el sudor. La apariencia es lo de menos. Sólo importa ganar. La segunda es delicada, procura sintetizar lo bello haciéndolo aún más hermoso. Ama el baile y la noche.

 

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Ninguna domina. Se dan su respectivo espacio. Mientras una sale, la otra se resguarda y así sucesivamente. Puello ha logrado mantener el equilibrio; ese balance tan difícil para muchos atletas. “Uno como deportista puede salir a bailar. Tenemos derecho a una vida social como cualquier otra persona. No es sólo patinaje las 24 horas. La clave es saberse controlar y decir que no”, apunta. La cartagenera vivió nueve años en Cali. Sola, lejos de su familia y con autonomía. Estableció límites para poder combinar el patinaje y la vida social. Reconoce que es una compradora compulsiva. Ropa y zapatos: sus debilidades. Pero nada se entromete entre ella y su gran pasión. Patinar.