Ignacio siempre se lleva a su hijo hasta la parte más alejada de la finca que administraba en la vereda Manzanillo de Ciudad Bolívar, Antioquia, con la excusa de que necesitaba ayuda en algo. Mientras tanto Piedad, su esposa, tenía tiempo para poner los regalos bajo el árbol de la familia Betancur Gómez.
Un 24 de diciembre Carlos Alberto sospechó. Los argumentos de su papá fueron endebles y apelaban a la improvisación. Sin que Ignacio se diera cuenta, regresó sigiloso a la casa y encontró a su mamá de rodillas acomodando los paquetes de manera quirúrgica.
“Pillados. Así quedaron mis papás. No tuvieron más remedio que decirme que el Niño Dios no existía y que eran ellos los que traían los regalos”, recuerda Carlos, o mejor dicho ‘La Ronca’ como conocen en el pelotón al corredor del equipo Movistar. Su memoria capitula de manera fácil la época decembrina. Aún habla de esa tractomula de Coca Cola, con las canastas de gaseosa contadas, que le dio su papá cuando tenía seis años.
También de su primera bicicleta, la que llegó precisamente en Navidad gracias a la tía Nelly. “Parecía de circo porque era de todos los colores”. Aprendió a montar con el adiestramiento que dan los totazos. Su habilidad aumentó pero no tanto como su confianza sobre dos ruedas. Eso quedó comprobado en la plaza principal del pueblo cuando un día se montó en un andén y, como si fuera un acróbata, intentó saltar a la vía. Las chanclas volaron, la cicla y él también, solo que no para el mismo lado. “Me tumbé la uña del dedo gordo del pie izquierdo”, dice Betancur de manera pausada como si ese infernal dolor regresara con el recuerdo.
En 2015 pasó sus primeras festividades como padre, siendo él ahora en Niño Dios. “A mi hijo le compré un carro de control remoto para que monte por todo lado. Sé que es muy pequeño pero no lo aparenta". A Estefanía, su esposa, quien la primera vez que lo vio se dijo así misma: “no me voy a meter con este calentano”, le dio un clarinete para que practique así como lo hacía en el colegio de Jardín.
De seguro no ayudó a preparar el sancocho; mucho menos a alistar el marrano. Como mucho prendió el fogón, y eso, porque a él “se le pega hasta el agua”. Aquella vez, rezó la novena todos los días, de manera muy devota pidiendo un gran regalo para 2016: volver a ser el Carlos Betancur de 2013, ese que subía con un cambio más que el resto y que atacaba sin pensar en el dolor de piernas. “Sé que con el Movistar lo voy a lograr”.
El 15 de abril llegó lo prometido: la victoria en la primera etapa en la Vuelta a Castilla y León. Durante dos días fue líder de la prueba y finalizó en el noveno lugar de la clasificación general. En 2016 también alzó los brazos en en segunda etapa de la Vuelta Asturias Julio Álvarez Mendo.
2017 no empezó de la mejor manera con los abandonos de la Strade Bianche, el GP Industria & Artigianato, la Gent-Wevelgen en Flandes, el E3 Harelbeke y el Tour de Flandes. Tampoco consiguió buenos resultados en la Milán-San Remo y la A través de Flandés.
Mejoró la temporada con la victoria en la Hammer Sportzone Limburg y el puesto 17 en el Tour de Suiza, y en el Tour de Francia tuvo tres top 20 para un puesto 18 en la general final. Sin embargo, la Vuelta a España le tuvo un trago amargo con el abandono en la etapa 7 a causa de una caída.
2018 pinta de mejor manera gracias a su quinto puesto en el Gran Premio Miguel Induraín y su cuarto lugar en la Klasika Primavera de Amorebieta. Ahora se avecina el Giro, en donde podría tener todos los reflectores del Movistar Team.