José Rujano: un ciclista con aroma de café
José Rujano: un ciclista con aroma de café
31 / 03 / 2017

José Rujano: un ciclista con aroma de café


Por Señal Colombia
Señal Colombia
31 / 03 / 2017
José Rujano: un ciclista con aroma de café
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Antes de cada entrevista repite las mismas palabras. Es un libreto perfectamente aprendido que comienza con un “gracias a Dios” y termina con un “por fortuna”, no sin antes agradecerles a los patrocinadores de su equipo. José Rujano habla con los dientes casi cerrados, como si su boca quisiera evitar a toda costa que las frases salieran. Pero al fin de cuentas habla.

-Camine, José. Charlemos mejor acá para escucharlo

- Sí, señor.

Él no pone problema si tiene que moverse unos cuantos metros del podio para dialogar con mayor comodidad. Entiende que cuando se es una de las principales figuras de la Vuelta a Colombia siempre hay que hablar, pasito, alto, trabado, como sea, siempre hay que hablar. Rujano nació en Santa Cruz de Mora, Venezuela, un pequeño valle en forma de V arropado por grandes montañas, y uno de los principales municipios exportadores de café en el país vecino. Las grandes haciendas bordean una población que no supera los 27 mil habitantes. Por sus pequeñas calles, algunas pavimentadas y otras en adoquines, transitan a lo largo del día mulas cargadas con bultos de grano de café.    

Precisamente en una de esas fincas, donde las jornadas laborales superan las 12 horas, se crió este diminuto ciclista que engaña por su contextura de jugador de jockey de carreras. Desde pequeño, el campeón de la Vuelta a Colombia en 2009 acompañó a su padre, caficultor de nacimiento, a sembrar y cortar. Desde allí empezó a imponer récords sin la necesidad de tener una bicicleta. “Alcancé a recoger en un día el producido de 5.500 matas. ¡Eso es un montón! Creo que todavía nadie lo ha superado”, le dice a Señal Deportes el corredor venezolano. Desafiando esa ortodoxia campesina, que promulga de manera sagrada que todo hijo debe asumir la labor de su padre, José convenció a su papá de que compraran una ‘bici’. Por ese entonces el excelente momento de Leonardo Sierra en las principales carreteras del mundo ilusionó a don José Humberto para gastar el dinero en un cicla.

Aún hoy, Rujano recuerda con exactitud esa cifra. “Fueron 5.800 bolívares. Trabajamos fuertemente para poder recolectarlos. Son cosas que uno no olvida y mucho menos después de todo lo que he logrado gracias a la bicicleta”, apunta. A sus 33 años, y con miles de kilómetros en sus piernas, el ‘veneco’ como lo dicen algunos de sus compañeros de pelotón, sigue demostrando la humildad y sencillez de los grandes campeones. Él no va con la prepotencia; sabe que se debe a los aficionados y por eso trata de atenderlos uno a uno para que queden satisfechos. “La gente es muy amable. Me hacen sentir como un colombiano más y eso hay que corresponderlo”.

El béisbol intentó embrujarlo; el guante y la pelota tocaron a su puerta como la de todos los niños venezolanos pero él no abrió. Competir en un diamante no fue lo suyo. Quiso rodar, conocer diferentes paisajes, dejar su pueblo atrás para darle un vistazo al mundo.  La llegada de la televisión hizo que su amor por el deporte de las bielas aumentara. Incluso creó un lazo especial con el italiano Marco Pantani, quien reemplazó a Leonardo Sierra en el pedestal de ídolo. Y con la lucidez perversa de la nostalgia, empacó sus maletas y dijo adiós.  La Vuelta al Táchira y una que otra competencia en el continente lo catapultaron como un gran escalador. Muchos lo compararon con esas locomotoras animales que cargan el café en las empinadas subidas de su pueblo natal sin demostrar cansancio.

Su capacidad de estratega, metódica y práctica, lo llevaron a recaer en el equipo Sella- Italia con el que logró el mejor resultado de su carrera: ser tercero en el Giro en 2005. Las grandes altimetrías europeas reemplazaron el pico del Águila, una cúspide de más de cuatro mil metros en donde entrenaba sin falta. Sin embargo, los años pasan y con estos las grandes victorias. Así es la ley del deporte. Hoy, tras haber estado lejos por un buen tiempo, José está de nuevo sobre bicicleta. Es lo que mejor sabe hacer. Se apoya en la experiencia para no recaer en la falta de despliegue físico.

“Duré ocho meses trabajando en el estado de Mérida. Pero me di cuenta de que lo mío era correr. Espero recuperar mi forma para que un equipo Pro Tour se fije en mí de nuevo”, dice. Por ahora, la edición 65 de la Vuelta a Colombia es lo único que le importa. Ya atacó a los favoritos, hizo que más de uno se fuera a su rueda y logró descontar tiempo en la general. Su legado estará garantizado puesto que uno de los suyos continuará con el camino que ha trazado. “Cuando llegue el momento, mi hijo mayor seguirá el camino. Con 14 años ya corre una que otra competencia. Y pues usted sabe, uno no niega lo que se lleva en la sangre”, concluye un hombre pequeñito con una tenacidad inmensa para montar bicicleta.