En la antigüedad, los ciclistas que participaban de las grandes vueltas lo hacían con máquinas rudimentarias que transitaban senderos de tierras con algunos huecos y baches repletos de agua y barro. Una proeza que parecía más una lucha contra la naturaleza que una competencia deportiva.
Un ciclismo para sagaces y físicos privilegiados. Sin vehículos de asistencia, las etapas eran interminables. Cargados con botellas de agua, tubulares y parches, estaban expuestos a constantes peligros. Otros tiempos dirían los más grandes.
A raíz de esto se han implementado algunos tramos de ‘sterrato’ en varias competencias ciclísticas a nivel internacional. Como el caso de la clásica Strade Bianche, que se creó en el 2007 para poner a prueba la resistencia, la habilidad y la tensión de los pedalistas; aunque también en el Giro de Italia se ha llegado a utilizar, como en 2006, 2010 y 2011. Y ahora, en la octava etapa de la ‘Corsa Rosa’, la tierra será protagonista.
Foligno-Arezzo de 186 kilómetros con dos premios de montaña, uno de tercera y el otro de segunda categoría. Un trayecto que, en la antesala, no parece estar destinado para hacer trabajar más de la cuenta a los corredores. Pero que si se revisa detenidamente nos encontraremos con una sorpresa al final de la etapa.
Más allá de que sea la jornada previa a la segunda contrarreloj individual de la competencia, esta tendrá un tramo de 6,5 kilómetros de ‘sterrato’ en el ascenso de Alpe di Poti. Una superficie sin asfaltar que se ha generado muchos nervios en el pelotón y que seguramente ocasionará alguna que otra caída. Según los expertos, para sobrevivir a este tipo de superficie se tiene que tener una concentración enorme y un dominio extraordinario de la bicicleta, sobre todo en los tramos de bajada.
Está claro que el vencedor allí no se coronará como rey del Giro de Italia, pero un mal día podría significar la pérdida de cualquier posibilidad de llegar con opciones a las dos siguientes semanas.
#DatoDeportivo: Rigoberto Urán finalizó en el séptimo lugar en la Strade Bianche en el 2015.
Foto: EFE