Para los pasajeros y curiosos que lo reconocían de perfil o por el retrovisor era extraño verlo fuera de contexto: manejando un taxi, un bulldozer o un bus. “Sí, señor, ese soy yo”, decía siempre ante las múltiples formas de formular la misma pregunta. “Disculpe, ¿usted no es un ciclista muy famoso?”. “¿Sumercé no es ‘Pacho’ Rodríguez?”. “¿Usted no fue el que ganó unas etapas por allá en Europa?”. Y así. Siempre asentía con la cabeza y agregaba: “Para mí el trabajo nunca es deshonra”.
Francisco ‘Pacho’ Rodríguez fue práctico al retirarse del ciclismo en 1991, cuando sintió que los jóvenes ya lo superaban con más frecuencia en la carretera. Pero su fin en esta disciplina era apenas el principio de una nueva etapa y empezó a manejar el taxi Renault 9 que él mismo compró. En la vida no se vale ganar ayer, pensó, así que su tercer puesto en la Vuelta a España de 1985, edición en la que ganó dos etapas, pasó a ser asunto exclusivo de la nostalgia.
A partir de 1991 aceptó muchas ofertas laborales: manejó taxis, buses, busetas, tractomulas y maquinaria pesada. Atendió su propia cafetería, invirtió en finca raíz y sin sospecharlo, terminó dando clases de tenis. A este deporte llegó por la cercanía de su casa con las canchas de la Liga de Bogotá, por la curiosidad que le despertaban los golpes de la bola con el encordado.
Por esos días después del retiro recordó que en 1988, durante una concentración con el equipo Postobón, empuñó por primera vez una raqueta y golpeó emocionado un par de bolas en el Royal Racquet Center junto con Ómar ‘El Zorro’ Hernández y Néstor Mora. Así que después de dejar al ciclismo, contempló la idea de practicar el tenis por diversión y Armando Moreno, un instructor de la Liga de Bogotá, lo vio tan interesado que lo animó a que probara.
Y ocurrió lo mismo que con la bicicleta y la conducción: su primer contacto con estos mundos pareció como si hubiera practicado toda la vida. Cuando tenía ocho años sintió la necesidad de montarse sin saber en la bicicleta que su hermano había conseguido en el trabajo de mensajero en la droguería Ultramar. Ya había estado observando los movimientos: poner un pie en el pedal, impulsarse con el otro como en una patineta y mantener el equilibrio.
Mostró tanta experticia que entonces sí se emocionó con la bicicleta, luego de la decepción que sintió años atrás cuando todavía vivía en la vereda La Trinidad, en Boyacá, y no pudo alcanzar a ver el pelotón de una Vuelta a Colombia. La distancia de su casa a la carretera, de unos cinco kilómetros, le impidió llegar a tiempo. Así que su primer día sobre un sillín le devolvió la fe por este deporte.
Tampoco se puso nervioso en su primer día como conductor: ya se había sentado muchas veces al lado de los choferes de los buses para entender los cambios, y un día se subió en el Nissan de un pariente y alternó los pedales como si ya tuviera pase. Lo mismo le ocurrió en el tenis. Ver un poco le bastó para aprender, para animarse a inscribirse en unos cursos y para aceptar la propuesta de ser instructor.
Sus alumnos no lo reconocían como aquel campeón del Clásico RCN en 1985, pero los padres de los niños, sí. “Mira, él fue un campeón del ciclismo”. Su pasado le sirvió para ganarse el respeto con facilidad. Incluso, inspiró el respeto de su hija de Alicia, que aunque practicó patinaje, natación y ciclismo, se dejó enseñar tenis de su padre y se decidió por esta disciplina. El ciclismo, curiosamente, hizo a ‘Pacho’ Rodríguez mejor profesor de tenis.
Les hablaba a su hija y a sus alumnos de disciplina, de constancia, de perseverancia. “Si usted quiere surgir tiene que soportar el dolor, sino va a perder el tiempo”, le decía a Alicia en momentos de crisis, pues en el tenis se pierde más de lo que se gana y la mente se desgasta cada día. El tenis aísla al jugador de su entrenador y si en la cancha recibe alguna indicación el juez puede sancionar. El futbolista y el ciclista al menos tiene cómplices, el velocista puede sentir la respiración de su rival en el carril contiguo y el boxeador puede oler a su oponente. El tenista está encarcelado en una parte de la cancha y se convierte en su propio enemigo.
“Muchos se quieren retirar en este deporte por lo doloroso, pero mi experiencia en el ciclismo me sirvió para enseñarles a no rendirse”, asegura. El ciclismo lo dejó en 1991, pero los valores de esta disciplina los ha conservado por siempre. Desde el 2007, esos principios que lo llevaron a ganar tres etapas de Vuelta a España, los está enseñando en el velódromo Luis Carlos Sarmiento de Bogotá. De la ruta pasó a la pista y ha trabajado con corredores como Milena Salcedo y Edwin Ávila.
Sigue vinculado al tenis, está dedicado al ciclismo de pista pero seguirá encontrando más formas de continuar trabajando. Es como si estuviera en una fuga y la línea de meta lo esperara muy al final del camino. Todavía no hay prisa por llegar.
Foto: Cortesía El Espectador.