Carlos Berna, pesista colombiano / Comité Olímpico Colombiano
Carlos Berna, pesista colombiano / Comité Olímpico Colombiano
31 / 03 / 2017

Antes de las pesas, era vago, cansón y me dormía en clase: Carlos Berna


Por Señal Colombia
Señal Colombia
31 / 03 / 2017
Carlos Berna, pesista colombiano / Comité Olímpico Colombiano
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Llegué a la recepción del hotel, al norte de Bogotá, y pregunté por su número de habitación. Llevaba dos semanas buscándolo sin tener resultado, así que tuve que ir al lugar donde se estaba hospedando tras su llegada del mundial de pesas en Kazajistán. La recepcionista marcó el 703 en su conmutador y no encontró a la persona indicada. “¿Cómo que cuál Carlos?", reaccionó ante la respuesta del otro lado de la línea. "Pues Carlos Berna. ¡Él está en ese cuarto!”. Tal vez era otro pesista con el que compartía cuarto. O tal vez era el mismo Carlos tratando de evadir cualquier compromiso para seguir durmiendo.

De cualquier forma, bajaría en unos segundos. O eso dijo la recepcionista. Pero en realidad pasaron más de 20 minutos hasta que por fin hizo su aparición. Con la chaqueta de la delegación nacional, en pantaloneta y chanclas. Del ascensor salió un hombre adormilado, que no supera los 1.60 metros de estatura pero con un pecho tan ancho que podría abrazar a dos personas a la vez.

Le digo que si quiere tomar algo mientras hablamos y me dice que no. A primera vista, Berna parece una persona ruda. Sin embargo, es todo lo contrario. Más cercano a lo sensible. Me fijo en sus manos y noto que las uñas de sus pulgares son bastante largas, como si tocara el arpa. Con ese detalle inicia nuestra conversación.

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¿Por qué tiene las uñas tan largas?

Me ayudan a tener un mejor agarre de la barra. Por eso me las dejo crecer tanto. Mire, hasta tengo una medio rota por un entrenamiento. Es que cuando se tiene los brazos tan pequeños y es necesario abrirlos mucho, toca buscar alternativas. Me da miedo que se me caigan las pesas.

¿Qué más le da miedo?

Sólo eso. Ah, y ver a mi novia competir. No me gusta. Me pongo muy nervioso. Prefiero estar lejitos cuando ella entra en acción.

¿Quién es su novia?

Lina Rivas. 

¿También es especialista en envión como usted?

No. Su fortaleza es el arranque. Es algo charro porque a mí no me gusta esa modalidad y a ella no le gusta el envión. Su cuerpo está diseñado para eso porque tiene los brazos más largos, el trayecto a la hora de levantar la barra es más fácil. A mí se me dificulta.

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Pero en los Centroamericanos va a participar en ambas modalidades...

Sí, tocó.

¿Quién es más alto?

Ella, como por ocho centímetros.

Muchos deportistas buscan que su pareja esté fuera del medio. ¿No se siente raro porque Lina está con usted a toda hora?

Sabe que no. Ya llevamos viviendo juntos mucho tiempo. Nos aconsejamos bastante. Además, los hombres y las mujeres entrenamos en horas diferentes. Por mí que fuera igual, pero eso ya son órdenes del entrenador.

Dicen que ella es más organizada que usted…

Sobre todo con el dinero. Me ha enseñado a ahorrar. Yo soy aficionado a la moda y gasto mucha plata en ropa. Lina es la que me dice que hay que guardar para poder cumplir los sueños.

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¿Qué sueños?

La casa propia es lo primero. Después el carro. Me encantan los autos. Si no me hubiera dedicado a esto estaría en la mecánica. Veo muchos programas en NatGeo sobre el tema.

¿Qué carro quiere?

Un Chevrolet Camaro. Pero ahí sí que hay que guardar billete. Ya siendo más realistas un Spark GT.

Hablemos de Carepa. ¿Cómo es su pueblo?

Es pequeñito, hace bastante calor y todos nos conocemos con todos. A mí me encanta ir porque me tratan muy bien. Sobre todo las arepas de doña Rosa. Es una señora que se hace en la esquina de mi casa y las vende todo el día. Yo siempre le pido una con queso rayado y huevo frito. Me encanta.

¿Pero comiendo así no se le altera el peso?

Claro. Uno tiene que ser disciplinado y más en mi categoría (56kg). Si no hay una competencia cerca aprovecho. ¿Cómo perderse los fríjoles de mi mamá? Ni loco. De todas maneras tres semana antes de un evento quito las harinas y pierdo lo que gané comiendo esas cositas. Ya mi cuerpo está acostumbrado a bajar de peso de esa manera.

¿Es verdad que en su primera competencia una presa de pollo evitó que ganara oro en unos Juegos Departamentales?

Tenía 14 años y viajamos a Santa Fe de Antioquia. Yo ya había ido a un evento pero solo a ver. Recuerdo que ese día tenía mucha hambre y me comí la ‘presita’. A las horas me pesaron y estaba por arriba 100 gramos por lo que no me dieron el aval. Corrí mucho para perder ese peso extra pero no pude. En ese momento me acordé mucho de mi hermano. Él también practicaba pesas y una vez le tocó bajar tres kilos y se desmayó. Desde ahí se retiró.

A pesar de lo sucedido, usted compitió de manera extraoficial…

Hice el mejor registro pero como no estaba inscrito no me dieron medalla. Hubiera sido el primer puesto para mi pueblo que siempre terminaba por debajo de Apartadó, Turbo y Chigorodó.

¿Por qué empezó a practicar pesas?

Yo era muy flaquito y quería ser ‘manga’ (espigado). En esa época todos mis panas ya sacaban músculo y no quería quedarme atrás. Un amigo que se llama Álex me llevó a una bodega del estadio donde estaba la academia y comencé a practicar todos los días.

¿Ahí fue donde conoció a Juan Guillermo Dorian?

Sí. Su manera de entrenar me dio tan duro que después del primer día ya no quería volver. Me dolía todo el cuerpo. Sin embargo, él fue hasta mi casa y me convenció de seguir. Mis padres (Apolinar y Alicia) quería que yo hiciera algo porque me la pasaba viendo televisión y durmiendo. Le dieron permiso para que, de ser necesario, fuera y me sacara de la cobijas. Y lo hizo varias veces. A él le debo lo que soy ahora.

¿Era muy cansón de niño?

Cansón y vago. Como decimos por acá: ‘Plaguita’. Mi papá trabajaba en la zona bananera y mi mamá era modista en Medellín, entonces viajan mucho y nos quedábamos sin hacer nada. Yo ni siquiera iba al colegio, me daba mucha pereza. Prefería irme a nadar al río con mis panas.

Pero apareció una Iluminada…

Mi tía (risas). Curioso nombre ¿cierto? Ella fue como mi segunda madre. Me consentía mucho y me cuidaba. Pero a pesar de eso yo me le volaba y me portaba mal. Cuando mis papás se enteraban me daban correa. Lo tenía bien merecido por rebelde.

¿Cómo le iba en el colegio? Tengo entendido que aún no se ha graduado.

Mal. Soy malo para el estudio. No es mi fuerte. Puedo sacar la excusa que por el deporte no he tenido tiempo de terminar el bachillerato pero sería mentira. Es por pura pereza. Con decirle que en el colegio me dormía en clase. Una vez llegué, me recosté en el pupitre y cuando me levanté ya era hora de irnos para la casa. Así me gané muchos reglazos en las manos.

 

Cuando me pongo a praticar pesas, no paro. Parezco una máquina.

Carlos Berna

 

¿Por qué le dicen el ‘Loquito’ de las pesas?

Porque cuando me pongo a praticar, no paro. Parezco una máquina. Los profesores me tienen que calmar para que no me exceda en los entrenamientos. Siempre quiero más y a veces no es bueno maltratar el cuerpo. Pero cuando me da por darle, en serio, no sé por qué no puedo parar.

¿Cuánto es lo máximo que ha levantado en un entrenamiento?

160kg. La medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Londres fue 160.

Hablando de esos juegos, ¿dónde tiene el diploma que obtuvo en esas justas?

No lo tengo. Es que después de la competencia tenía muchas ganas de llegar a mi casa y entonces se me olvidó cogerlo. Llevaba muchos meses fuera del país y me dio ‘mamitis’. Pero en estos días el profesor Pinilla me lo va a enviar desde Palmira (Valle del Cauca).

¿Dónde lo va a dejar? ¿En su casa en Medellín o en la de sus papás en Carepa?

No lo he pensado.

Por último, ¿qué es lo maluco de ser pesista?

Los dolores musculares. Son terribles. Y eso que no he tenido lesiones. Evitan que puedas seguir entrenando y en un deporte como este hay que darlo todo en las prácticas para no sufrir en la competencia. Y yo, el ‘Loquito’, siempre quiero más. Entonces cuando me dan esas molestias me toca parar.