No era por pobre, aunque sí lo era y mucho. El profesor Nelson Palacios, el primero que tuvo Carlos Alberto Sánchez en su natal Quibdó, le sugería hacer preparación física sin zapatos para que las plantas de sus pies generan callos y se volviera más resistente y más tolerante al dolor.
La jornada era diaria en un coliseo cerca a su casa. Tenía que subir y bajar todas las escaleras del escenario y lo hacía descalzo, aunque a veces sangrara. Nelson Palacios lo dirigió en los equipos Los Virtuosos y Ciclones de Quibdó, y nunca prescindió de su fórmula de entrenamiento.
Lo fortaleció físicamente, le habló de que no podía driblar en la mitad y que no se veía bien discutirles a los compañeros por no ser tan bueno como él. Lo convirtió, según palabras propias de este entrenador de 67 años, en un futbolista con el cuerpo de Goliat y la cabeza de David.
Ese es el porqué del tamaño de sus gemelos, que se volvieron conocidos en la Copa América del 2011, cuando anuló a Lionel Messi sin recibir tarjetas; y que se ratificaron tras ser figura ante la Brasil de Neymar en Chile 2015.
No se equivocó Nelson Palacios cuando un día la mamá de Carlos Sánchez lo abordó con desespero a contarle sobre la difícil situación económica, sobre el esfuerzo que significaba sostener la carrera futbolística de su niño, sobre la posibilidad de que él fuera el salvavidas de la familia.
–Dígame la verdad: ¿usted cree que vaya a ser profesional?
–No lo dude, señora.
El talento de Sánchez no lo hubiera dejado mentir. En principio, a Sánchez le decían ‘El Baby’ por esa cara infantil que todavía mantiene. Pero es tal su resistencia y velocidad para marcar rivales, que nunca más le volvieron a decir así. Sus habilidades físicas se impusieron y por eso un día resolvieron llamarle ‘La Roca’. El costo fue alto: ahora no siente ningún dolor en la planta de sus pies. Están todos llenos de callos.
Foto: EFE.