Cuando el delantero del Porto nació, el 3 de octubre de 1986, sus padres decidieron llamarlo ‘Pachito’. Un nombre transitorio, pero coyuntural con las Ferias de San Pacho en Quibdó que se estaban desarrollando. No sabían cuándo ni cómo bautizarlo, así que decidieron esperar la inspiración.
Esta llegó dos años después, cuando aún le decían ‘Pachito’. Notaron que el niño se emocionaba cuando sonaba una de Michael Jackson, que sólo esa música lo hacía abandonar su notoria timidez. Así que en 1988, decidieron llamarlo Jackson Martínez, pero nadie lo llamaría así por mucho tiempo.
En las calles lo llamaban como a su padre: ‘Chachachá’, apodo que nació porque en sus tiempos de jugador aficionado, don Orlando festejaba los goles bailando al son de ese ritmo. Y cuando decidió irse a Medellín, un día de 1995, el apodo de Jackson sería otro. Se lo colocaron en la escuela de fútbol Ferroválvulas (en el barrio Enciso de Medellín), por su introversión y timidez para relacionarse con el resto de compañeros. ‘El mudo’, le dirían hasta que se marchó para el equipo Cope Bombas, equipo que lo vendió por $700.000 al Medellín. Ahora, a pura fuerza de goles, hizo imponer su verdadero nombre.
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