Dicen por ahí que ‘lo que se hereda no se hurta’. Adagio cierto en el caso de la familia Tobar Prado, en la que los hijos sacaron la buena puntería de su papá, Bernardo Tobar Ante –campeón mundial-, quien no quería por nada del mundo que sus hijos se dedicaran al tiro deportivo.
Por eso a Bernardo Julián le pagó escuelas de fútbol, natación, ciclismo y atletismo, y a Nathalia de patinaje de carreras y ciclismo para alejarlos de las pistolas. Pero el destino se encargó de ponerlos en los polígonos y ganar medallas, tal y como lo hizo su padre hace unos años.
Por partida doble
Bernardo Tobar nació en Popayán pero toda su vida vivió en Cali. Allí se hizo y conoció a Gloria Prado, con quien se casó. Llegó al tiro competitivo pasados los 20 años, pero sus condiciones lo llevaron a destacarse rápidamente en el ámbito nacional, y luego en todo el mundo.
Ganó en juegos Bolivarianos, Suramericanos, Centroamericanos y Panamericanos, además de 7 Copas del Mundo y su gran orgullo, el título mundial de 1980 en Moscú, Rusia, en tiro rápido.
En Juegos Olímpicos compitió en 4 ocasiones y fue finalista en 3: Los Ángeles 1984 (octavo), Seúl 1988 (sexto), Barcelona 1992 (octavo) y Atlanta 1996 (fue 23). Además, en 1989 impuso el récord mundial en tiro rápido con 589 puntos.
Gracias a sus éxitos, hoy existe en Cali el polígono que lleva su nombre y cuya historia es simpática. Para los Juegos Nacionales de 2008 no había escenario, porque el del Club Cazadores estaba en mal estado por los problemas financieros de esa entidad.
“A 3 meses de los juegos, me apersoné del tema. Golpeé puertas buscando ayuda. Yo no molesto, yo jodo. Y jodí mucho. En la alcaldía me mandaron a ver unos terrenos, pero ninguno me parecía bueno. Y hablando en una emisora, pidiendo apoyo, me escuchó un señor de apellido Garzón, de la firma CDC, y llamó allá y me contactó, diciéndome que tenía unos terrenos. Fui a verlos y me gustaron. Y allí se construyó el polígono. Lo del nombre me honra mucho. Yo no sabía. Los tiradores empezaron a llamarlo así, y la Secretaría de Hacienda expidió un decreto que decía ‘en el Polígono Bernardo Tovar’. Y así quedó. Me parece bien el homenaje en vida, porque aquí siempre los hacen cuando la persona se muere”.
El escenario es el mejor de Colombia y uno de los mejores de Sudamérica. Tiene 4 canchas dobles para los 25 metros, 20 pistas para los 50 metros y 2 canchas de escopetas.
Volviendo a sus hijos, primero nació Bernardo Julián, quien a los 5 años le dijo ‘papi yo quiero disparar’, cuenta el viejo Bernardo. “Yo le dije ‘ni loco. Cuando tengas 14 años te compro la pistola’. Le pagué cursos de varios deportes y nada. El chino el día en que cumplió esa edad me dijo ‘papi hoy cumplo 15 años’. Yo le dije felicitaciones. Y me insistió ‘¿y mi promesa?’. Le dije que cuál. Y el carajito me dejó callado cuando me dijo ‘la pistola que me prometiste’. Y pues ni modo, tocó comprársela”.
Luego llegó Nathalia, quien mostró interés en las pistolas, pero su papá la distrajo metiéndole a patinaje de carreras en la escuela de Luz Mery Tristán y hasta en una de ciclismo. “Le iba bien, pero tuvo una lesión grave en el Tendón de Aquiles. Y su mamá, doña Gloria, tuvo la genial idea de decirle que fuera al polígono a disparar para que se distrajera en algo. Lo hizo bien y resulta que hubo un selectivo del Valle en Andalucía porque faltaba una integrante del equipo a un Nacional. Y la mocosa ganó, hizo marca departamental. Y pues debí aceptar que se dedicara también al tiro”, dice entre risas el orgulloso padre.
Los hijos son tan disciplinados como el papá, quien además es su entrenador. Bernardo Julián dice con orgullo que su viejo aún tiene mucho que enseñarles a sus pupilos. Y en 2015 le dio un gran regalo al ganar la medalla de oro en tiro rápido en los Juegos Nacionales que se desarrollaron en Cali.
“Como entrenador es muy exigente, perfeccionista, como lo fue cuando deportista. Le da mal genio cuando no salen las cosas. Pero no es regañón. Sabe decir de muy buena manera en qué se falló, sabe aconsejar bien para que uno corrija y haga todo bien. Espero tenerlo muchos años más, porque aunque uno ya casi vuela solo, hay cosas en las cuales su apoyo es fundamental”, señaló ‘Junior’, como le dice cariñosamente su papá.
Bernardo Julián tiene 42 años, está casado con Sara Botero –también tiradora-, y en 2015 tuvieron a Emilia. Bernardo papá está feliz como abuelo. Estudió Ciencias Políticas en la Universidad Javeriana de Cali y Gestión Cultural en la Universidad de La Plata en Buenos Aires.
Nathalia empezó a los 12 años. Luego de su lesión se dedicó de lleno al tiro y ya cuenta con oro en los Juegos Panamericanos de Santo Domingo. También habla con orgullo de lo que es trabajar con su padre. “Cuando se cometen fallas le da mucho mal genio. Pero él lo llama a uno aparte y le explica qué pasó. En el almuerzo siempre se dialoga sobre lo que sucedió. Mejor dicho, en la familia siempre se habla de tiro (risas). Pero lo bueno es que una cosa ha sido la relación padre-hija y otra la de entrenador-alumna. Nunca las ha mezclado”.
Nathalia tiene 32 años, está casada hace tres con Alejandro Granados y vive en Nueva York, donde es maestra de preescolar. “Yo estudié Ciencias Políticas en la Javeriana de Cali, pero cuando me gradué no me gustó la profesión. Por eso me fui y hoy soy feliz porque me encantan los niños. Y allá también entreno”.
Bernardo padre se siente orgulloso de sus hijos y de lo que han logrado, aunque sueña con que lo superen. “Sin duda uno sufre más como entrenador que como deportista. Cuando ellos se equivocan me provoca meterme ahí y disparar yo. En los Juegos Nacionales de 2015 descansé con el oro que conseguimos, porque empezamos mal. Pero bueno, ya todo vuelve a la normalidad”. Bernardo Julián y Nathalia quieren emular en el tiro a su papá, Bernardo Tobar -reconocido a nivel mundial-, para dejar en claro que los Tobar Prado son una familia con muy buena puntería.