En la tierra de Nairo Quintana el ciclismo está impregnado en la cotidianidad. Por ejemplo, cuando inicié mi recorrido desde Tunja hasta la vereda Concepción, de Cómbita, me detuve para preguntarle a un campesino sobre el tiempo estimado que me tomaba llegar a la casa del pedalista boyacense.
-Eso son como 15 kilómetros.
Le hice hincapié en la duración del trayecto pero este repitió lo mismo:
-Ya le dije, como 15 kilómetros.
Caí en cuenta de que allí solo se piensa en distancia y que, por prudencia, prefieren no hablar de tiempo sin saber de las capacidades de quien monta en bicicleta. La primera parada me llevó al Alto de Sote, un lugar a las afueras de Tunja, donde las montañas se entrelazan formando una cadena interminable de verde. En esta época del año aparece uno que otro parche café, síntoma de que la tierra está lista para la próxima cosecha. El aire es bastante frío pero reconfortante. Al occidente, si el cielo está despejado, se alcanza a ver el pico blanco del nevado del Cocuy, o por lo menos eso es lo que dicen los habitantes de la zona. No lo pude comprobar.
Por allí pasa a diario Quintana en sus largas sesiones de entrenamiento hasta Barbosa, Santander. Quise ver detalladamente el recorrido, esas curvas y rectas que hacen que el capo del equipo Movistar no cambie su lugar de concentración antes de cada competencia. En carro, si no hay mucho tráfico, se puede subir en cuarta y hasta quinta velocidad. Sin embargo, la tercera se hace más frecuente a medida que la altura aumenta. Después de alcanzar la cima, viene un pequeño descenso que desemboca en una casa de color amarillo oscuro; la casa donde creció el campeón del Giro de Italia. Allí hago mi primera parada.
Entro a la tienda y compro una gaseosa. No quiero levantar sospechas. A primera vista no veo rostros conocidos. La pancarta dando la bienvenida al hogar del campeón rectifica que estoy en el lugar indicado pero no hay rastro alguno de los Quintana Rojas. Después de 15 minutos decido continuar mi camino hacia Arcabuco, donde buscaré el colegio Alejandro de Humboldt.
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Antes del viaje, hablé con Luz Amanda Duarte, rectora de la institución, quien muy amablemente me permitió la entrada al colegio. Al llegar, intenté hablar con ella pero la fila interminable de padres tratando de solucionar problemas académicos me lo impidió. Don Fabio, coordinador de disciplina, fue mi guía y me llevó a mi primer personaje: Flor Mireya Vargas. La profesora de español habla con gran naturalidad, como si los hechos que intenta rememorar pasaran otra vez. Su relato dura poco más de media hora. La campana, como ellos le dicen aunque suene más como una sirena de incendios, interrumpe nuestra charla. Es hora de volver a clase. Se despide no sin antes pedirme el favor de mandarle un saludo a Nairo si lo veo pronto. Le digo que sí, esperando que su deseo se cumpla en estos días.
El rumor de que estoy indagando por Quintana llega hasta los oídos de la profesora Mercedes Mayuza, quien me busca y me invita a su taller de cerámica para mostrarme algo. La curiosidad me invade. Al entrar, en medio de un salón lleno de arcilla, me encuentro con una figura hecha por Nairo en 2008. Ella, sin necesidad de que lance una pregunta, empieza su relato. Hablamos más de una hora. Intento recordar detalles que la grabadora de voz no puede captar. Anoto en una hoja palabras claves. En ese lugar, casi empolvado, Nairo enfocó su imaginación. Mientras me dirijo a la sala de profesores, me doy cuenta de que todas las aulas tienen televisores pantalla planta. Indago el porqué y me encuentro con la sorpresa de que es gracias a Nairo.
Después de su actuación en el Tour de Francia 2013, las directivas tomaron la decisión de buscar dinero para comprar los electrodomésticos. En la biblioteca, uno de los pocos sitios que tenía el recurso audiovisual, no cabían los estudiantes aquel 20 de julio cuando el pedalista del Movistar ganó la penúltima etapa de la ronda gala. Ahora, siempre que hay carrera, todo se paraliza. Aprovecho que los alumnos están en descanso y recorro todo el colegio. La cancha de fútbol donde Quintana intentó con la pelota una y otra vez sin tener éxito, porque eso sí, según su profesora de educación física “no daba pie con bola”.
Voy hasta el auditorio, último lugar que visitó en 2014. También me acerco hasta los límites con la montaña por donde de vez en cuando se ve bajar uno que otro venado. Allí, según cuentan algunos docentes, Nairo se reunía con los Reyes Yaquive, sus compinches de infancia. Trato de recorrer los mismos pasos, respirar el mismo aire y ver lo que alguna vez vio Quintana.
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Al medio día camino hasta Arcabuco, un pueblo que no tiene más de diez calles y siete carreras, o por lo menos esa es la cuenta que saco a primera vista. Allí, según Dayer, a quien me encontraré más adelante, están los amigos de infancia de los Quintana. Busco a Juan Pistolas y no demoro en encontrar a su padre, el primer hombre que tuvo las agallas de apostar contra Nairo. Su esposa me lleva hasta la casa, donde aún reposa esa camioneta Renault 9 con la que acompañó a Quintana a lo largo del recorrido. El hombre está descargando unos contenedores llenos de agua que comercializa en las veredas aledañas. Es un poco apático con el tema.
Al parecer aún le duele la derrota de su hijo, un niño que por ese entonces era el rey de las carreteras. Le apuesta a otro pistolas (el apodo que le dan a los miembros de su familia sin una razón clara) para cumplir el sueño de tener un ciclista famoso en el clan. Sigue empecinado en que el talento corre por sus venas y que algún miembro de su familia triunfará en el ciclismo. Vuelvo a la plaza central en busca de un lugar dónde almorzar. La gente me observa detenidamente. Saben que no soy de la zona y eso los previene. Recibo una llamada que me confirma que Nairo ya está en Tunja y que de pronto esta tarde visitará a sus padres. Olvido por completo el hambre que tengo y salgo para su casa.
Manejo a toda velocidad, puede ser la única oportunidad de encontrármelo y hablar con él. Mientras conduzco voy pensando en las preguntas que le haría en caso de darse una pequeña entrevista. Una quietud y apacibilidad en el lugar me hace entender de inmediato que él no se encuentra. Nuevamente, entro a la tienda pero esta vez no sólo compro algo sino que empiezo a indagar. No veo a don Luis ni a doña Eloísa. Sólo está una mujer que recibe un pedido de papas fritas. Ella es Sandra, prima de los Quintana y la encargada de atender. No habla más de lo necesario, es una persona silente.
"¿Y los vecinos?", le digo, a lo que me responde. "Están en Tunja y creo que se demoran". No habla más. Parece una persona que ha aprendido la disciplina de los reservados, esa que conlleva al éxito en el ciclismo. Cansado, pero no desanimado, parto para la capital de Boyacá. Allí tengo una cita con Lino Casas, uno de los primeros que dirigió a Nairo, si es que se puede decir de esa manera. Algo que entendí cuando estaba haciendo mi investigación es que este ciclista es uno de esos pocos fenómenos que se hacen por mérito propio. Eso sí, muchos quieren llevarse el crédito de haberle enseñado algo que aprendió por inercia. Son ya las cinco de la tarde y me encuentro con un miembro de una dinastía de pedalistas de tradición en el departamento. Lo invito a tomarse un café.
Muy amablemente acepta dialogar conmigo a pesar de que hace algunas horas llegó por tierra desde Medellín donde estuvo en un festival infantil. Luce cansado pero hablar de Nairo parece llenaro de energía. Terminamos nuestro encuentro casi a las siete de la noche y lo dejo cerca de una librería para que le compre unos útiles a su hija menor. Antes de despedirme le pregunto por el barrio donde vive Nairo.
-Es un edificio al frente de Unicentro.
Utilizo la aplicación waze y voy hasta allá. Doy un par de vueltas, miro el lugar y especulo un rato. Me tomo un café y regreso al hotel. No tengo el lugar exacto pero si un radio del posible hogar del mejor pedalista del momento. Así termina la primera etapa de una competencia que, como mínimo, tendrá dos más. Veremos si logro salir vencedor en alguna.
Texto: Camilo G. Amaya, enviado especial Tunja, Boyacá.
Foto: Portal oficial Movistar Team