Un día sin carro para el olvido
31 / 03 / 2017

Un día sin carro para el olvido


Por Señal Colombia
Señal Colombia
31 / 03 / 2017

El segundo #DíaSinCarro de Bogotá en el 2015 resultó siendo una pesadilla a pesar de que me estaba desplazando en bicicleta. Nueve kilómetros tuve que recorrer para llegar al trabajo, pero se hicieron eternos, porque por lo menos tres, los tuve que hacer caminando. Era el último recorrido largo con la bicicleta playera que tengo hace dos años. A pesar de que me ha acompañado en muchos trayectos, definitivamente en Bogotá, tener una bicicleta tan pesada no funciona, sobre todo al momento de subir puentes, así que precisamente decidí cambiarla, esta semana.

Pero el último viaje sobre mi bici azul, me provocó la ira que sintió ‘Bombita’ en la película ‘Relatos Salvajes’. Me había despertado temprano a hacer ejercicio, así que estaba más que lista para salir a pedalear. A las 7:20 a.m. saqué la bici y mientras avanzaba a una buena velocidad,  uno de los guardabarros chocó con la rueda delantera y casi salgo disparada. Me di un buen golpe, un hombre que estaba cerca me preguntó que si estaba bien y me ayudó a acomodar el guardabarro. 

Seguí pedaleando y en la primera meta volante, en el puente de la 106 con séptima, sentí que algo andaba mal con el pedal izquierdo. Algún ciclo taller iba a encontrar en el camino, pensé, así que disminuí la velocidad, pero el pedal terminó por soltarse en la 100 y tuve que bajarme de la bici y empezar a caminar.

¡Se ve más linda si se sube a la bicicleta! Me gritó un hombre mientras yo caminaba con mi bici buscando un cruce para salir del carril de la ciclovía. Otro me dijo: ¡Súbase, usted no puede estar aquí! No estaba en una competencia, ni iba por la camiseta por puntos y tampoco quería estar allí interrumpiendo el paso de los demás, que lo único que tenían que hacer era bajar su velocidad porque me recosté lo más que pude al carril de los carros. Pero era imposible rodar con un pedal dañado en medio del trazado tan angosto que se adaptó para las bicicletas por la carrera séptima; mi única salida era caminar hasta algún cruce y tomar un andén.

En las grandes competencias profesionales el equipo completo trabaja hasta para que uno de ellos pueda orinar e incluso algunas veces existe una colaboración entre escuadras. Yo no encontré ninguna ayuda por mi camino, ni siquiera los guías de la ciclovía tenían la llave apropiada para poder arreglar el pedal. Así que seguí caminando. No estuve sola, mientras bajaba por la calle 94 un camión de basura, de esos que limpian las calles, retiraba los desechos por donde yo estaba transitando. Ya no solo utilizaba mi tapabocas para protegerme del smog sino de la basura.

Llegué a la calle 90 con carrera 15, le hablé a otro hombre del personal de la ciclovía, quien tampoco tenía la llave especial. Mi compañero de trabajo Camilo fue a rescatarme, nos vimos en el Parque El Virrey, en donde por fin encontré un ciclo taller. El señor no había terminado todavía de armar su puesto de trabajo cuando llegué a pedirle que me arreglara la bici; sacó el pedal, apretó la tuerca con la llave y a las 8:35 a.m, después de caminar casi 50 minutos, me subí de nuevo a la bicicleta. Mi meta, ubicada en la carrera 45 con calle 26, estaba lejos y solo quedaba un premio de montaña, el del puente de la calle 53 con carrera 30. Finalmente llegué a la meta a las 9:10 a.m, quizás hubiera podido ser antes, si alguno de los que se molestó hubiera pensado que yo también hacía parte de su equipo.

Texto: Natalia Vargas

Foto: Camilo González