Wbeimar Roldán: el ciclista que pinta rostros, paisajes y caballos / Equipo EPM UNE
Wbeimar Roldán: el ciclista que pinta rostros, paisajes y caballos / Equipo EPM UNE
24 / 11 / 2015

Wbeimar Roldán: el ciclista que pinta rostros, paisajes y caballos


Por Señal Colombia
Señal Colombia
24 / 11 / 2015
Wbeimar Roldán: el ciclista que pinta rostros, paisajes y caballos / Equipo EPM UNE
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Retratos de caballos por todos lados. Eso es lo primero que se ve al ingresar a la finca El Edén en Santa Elena, un corregimiento de Medellín. Todos estos llevan una misma firma, la de Wbeimar Roldán, un hombre que siente cierto tipo de atracción por estos animales y por lo imponente de su andar.

Por la calidad de los trazos, se podría decir que es un artista consagrado, de esos que andan con papel y lápiz debajo del brazo esperando a que se les presente una revelación. A las afueras de la gigantesca casa, un paisaje con tantos verdes que sería imposible darle nombre propio a cada tonalidad. Las montañas resguardan lo que es la fortaleza de quien sueña con ser un ermitaño, lejos de la sociedad y del bullicio de la ciudad.

Ese pedacito de tierra ha sido la inspiración para Roldán, quien además de tener gran resistencia en las piernas, tiene una sensibilidad exquisita con las manos. El ciclista antioqueño pasa sus días entre la bicicleta y el carboncillo, o a veces el pincel si el trabajo lo amerita. “Cuando estoy estresado me pongo a pintar. Se me olvida todo. Con decirle que me siento y me dan las 12 de la noche sin darme cuenta. Recuerdo que tengo que entrenar y ahí si me acuesto”, le dice a Señal Deportes ‘Maral’, como es conocido en el pelotón.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Dibujando, Roldán alcanza tal grado de libertad que siente que está volando sin necesidad de despegar sus pies de la tierra. En la bicicleta, levanta fácilmente los 60 kilómetros por hora cuando entrena en el oriente antioqueño. Mientras otros pedalistas prefieren ir a cine, salir a comer, incluso ir de rumba, él dibuja. “Por esos instantes soy feliz. No pienso en nada. Es como si estuviera en otra dimensión”, apunta.

El amor al arte viene acompañado de lo más importante: el talento. Ese que descubrió un profesor de pintura del colegio Calasanz de Medellín cuando Wbeimar cursaba quinto de primaria. Atónito por la facilidad de plasmar con la mano todo lo que veían sus fotos, el maestro convenció a Janeth de que metiera a su hijo a clases de artes plásticas. “Así me fui encarretando. Iba todos los sábados a la Fundación de Bellas Artes a practicar hasta que terminé el bachillerato”.

Simultáneamente, su condición de ciclista mejoraba. El joven mostraba gran capacidad para la pista y la ruta a la vez. Procuraba combinar ambas actividades sin que una pisara la otra. Sin embargo, a medida que la habilidad fue aumentando, el ciclismo y la pintura demandaron más tiempo. Hacer las dos cosas con la misma intensidad era imposible y llegó el momento de mirar prioridades. “Cuando me gradué tomé la decisión de estudiar Artes Plásticas. Tenía en mente ser un gran artista y era necesario seguir formándome. Obvio no dejé de lado la bicicleta pero sí entrenaba menos”. Pero quien prueba el ciclismo nunca lo abandona.

En cuarto semestre, una oferta de un equipo español hizo que Roldán abandonara sus estudios. “Para el deporte de alto rendimiento es necesario ser joven. Por eso tomé la decisión. Para correr los años son contados, para pintar tengo toda la vida”. Wbeimar empacó maletas y partió rumbo a Europa para hacer parte de las filas de la escuadra Islas Baleares.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Sólo fueron tres meses en el Viejo Continente. El frío lo espantó. Y aunque procuró pintar cada vez que pudo, la inspiración no era la misma, mucho menos el paisaje. “Menos mal me salió una oferta del GW Shimano y pude regresar a mi tierra. Quería pertenecer a las selecciones Colombia y estando tan lejos era más difícil. Además me hacían falta mi casa y mi familia”.

***

Cada vez que Wbeimar sale a entrenar o a una competencia, lleva consigo una cámara. No confía de a mucho en su memoria, por lo que prefiere retratar cualquier cosa que le llame la atención para dibujarla después. No le llaman la atención los bodegones, las frutas y las flores. Él se remite a enaltecer lo más lindo de la cultura paisa: ancianos, arrieros, mulas cargando café y floricultores.

Aún conserva su primera obra que la hizo cuando tenía 12 años con colores. Está colgada en una pared de El Edén donde comienza el recorrido de su trabajo. “Es una familia campesina. Está compuesta por el papá, la mamá, los dos hijos y hasta el perro. Es algo muy sencillo pero me trae lindos recuerdos porque ahí comenzó todo”.

De vez en cuando lo llaman de un bar artístico llamado The Blues, en el municipio de Girardota, para que exponga sus obras. Saben de su calidad y de la acogida que tiene su trabajo en la gente de la región por lo que siempre es el artista invitado para abrir cualquier muestra. “Es el único lugar donde he llevado mis cuadros pero espero algún día hacerlo en una gran galería”, apunta. Asimismo, le hace retratos a amigos y conocidos aunque como él mismo dice “le he quedado mal a los ciclistas”.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Por un trabajo de estos, de 50X35 centímetros, Roldán cobra en promedio 200 mil pesos. Ya cuando utiliza óleo el precio sube un poco más. “Siempre procuro utilizar los mejores materiales para que la pintura le dure a la gente toda la vida. La idea es que se vayan contentos con un trabajo de primera. Es el objetivo de todo artista ¿no? Que su público admire y se sienta identificado con lo que uno hace”.

Alguna vez Fernando Botero dijo que “cuando uno comienza una pintura es algo que está fuera de ti, y que al terminarla parece que te hubieras instalado dentro de ella”. Eso es lo que precisamente siente Wbeimar, un hombre que combina la tenacidad y la fuerza, necesarias en el ciclismo, y la delicadeza y sencillez, dignas de todo un artista.