Luis Fernando Saldarriaga fue uno de los entrenadores vitales en la carrera de Quintana.
Luis Fernando Saldarriaga fue uno de los entrenadores claves en la carrera de Nairo Quintana.
23 / 01 / 2020

Las lecciones que Luis Fernando Saldarriaga le dio a Nairo Quintana


Por Camilo G. Amaya
Camilo G. Amaya
23 / 01 / 2020
Luis Fernando Saldarriaga fue uno de los entrenadores vitales en la carrera de Quintana.
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Luis Fernando Saldarriaga supo de Nairo Quintana en una carrera juvenil organizada por el Club Deportivo Boyacá en 2008. Eran tres etapas entre Tunja, Sutamarchán y Moniquirá que contaban con una contrarreloj individual, un arribo en llano y una alta dosis de montaña. Quintana se quedó con el título de manera categórica y eso llamó la atención del entrenador del equipo ‘Colombia es Pasión’ que por ese entonces buscaba talentos por todo el país para conformar una nómina de alto nivel y participar en las carreras juveniles más importantes de Europa. “Hablé con varios amigos para que me dieran referencias de él y todos me decían lo mismo: ‘Es un berraco subiendo’. Le hicimos el respectivo test y los números que arrojó fueron impresionantes”.

Los datos a los que se refiere Saldarriaga son los siguientes: una máxima captación de oxígeno con 78 mililitros de consumo por minuto, 350 vatios de pedaleo con una frecuencia cardiaca máxima de 195, y una capacidad de recuperación de tres minutos después de un esfuerzo máximo de 20. Conclusión: una máquina de potencia absoluta. Por supuesto había corredores con mejores cifras pero también con dos o tres años más, o 10 y 15 kilos por encima del peso de Nairo.

Dejar a su hijo en manos de los paisas confundió a don Luis Quintana. En últimas se inclinaron esa temporada por el equipo ‘Boyacá es para Vivirla’ y rechazaron la propuesta del ‘Colombia es Pasión’ por temor de que en Antioquia le arruinaran a su muchacho de aposta.

Nairo Quintana

Saldarriaga y Nairo Quintana

“Mucha gente vino a la casa para convencerme de que no pusiera al Nairo en ese equipo paisa. Incluso el gobernador de Boyacá de esa época, José Rozo Millán, mandó a un señor Mauricio Mora para que firmara con ellos. El contrato quedó por 18 millones de pesos el año, pagados en tres contados: el primero en abril, el segundo en junio y el último en noviembre ¡Eso para mí era mucha plata! Y uno cae fácilmente porque no sabe nada de ese mundo”, afirma don Luis mientras se acomoda en una silla de plástico con ayuda de un bastón de madera que lo auxilia en todo momento.

La experiencia con la escuadra de su tierra no fue la mejor. Nairo viajó a competir en Europa, pero no le pagaron todo lo que le prometieron y los pocos pesos que le dieron terminaron siendo unos euros para sobrevivir. “Nunca lo había visto llorar de rabia. Se aprovecharon de la nobleza y humildad del campesino. Aún me acuerdo de eso y se me retuerce la úlcera. Tener a un hijo lejos sin poderle ayudar es muy duro”, añade don Luis.

Sin importar el desplante de la primera vez, el equipo antioqueño tendió su mano de nuevo. Saldarriaga sólo quería bajo su mando al pedalista que mostraba una potencia ciclónica capaz de pulverizar rivales. Por fortuna, la decepción de Europa no lo había afectado. Todo lo contrario, dejó a un corredor más maduro y con el corazón de piedra. Nairo le pidió a Luis Fernando ser el capitán del equipo y le solicitó apoyo técnico a todas horas.

Con un nuevo contrato por 12 meses, con opción de prórroga por un año más, Nairo se dispuso a realizar la pretemporada en Venecia, Antioquia, en noviembre de 2009. Era un ciclista bastante fuerte para su edad pero aún estaba desarmado. No sabía marcar bien las curvas en la bajada, tampoco entrar y salir de manera estratégica del lote y mucho menos interpretar los movimientos de sus oponentes. “Era arrebatado. Veía una subida y salía disparado sin pensar. Claro, más adelante lo cogían y el esfuerzo no valía nada. Fue necesario enseñarle el arte del ataque y la defensa para que potencializara sus impulsos”, cuenta Saldarriaga.

Este antioqueño licenciado en Educación Física y tecnólogo deportivo nunca mató la frescura y osadía juvenil del hermoso pedaleo de Nairo. Sólo le puso un toque de practicidad que le diera la constancia necesaria en esta disciplina. El 2010 comenzó de manera inmejorable. Un segundo puesto en la Vuelta al Valle fue el primer resultado positivo antes de trazar el plan de carreras en Europa. El campeón de este certamen, Sergio Luis Henao, quedó sorprendido con la destreza de su perseguidor.

–Ey, Lucho, ¿quién es ese peladito que me alcanzó en la llegada?

–Mijo, se llama Nairo Quintana y anda duro. Y lo que va a andar. Preparáte, porque va a ser un monstruo.

Ese mismo año, después de haber corrido en Italia, España, Canadá y en la Vuelta a Colombia, Nairo logró el título del Tour de l’Avenir para Colombia después de 25 años. Con un tiempo de 26 horas, 49 minutos y 21 segundos superó al estadounidense Andrew Talansky y a su compatriota Jarlinson Pantano, segundo y tercero respectivamente. “Fue una gran victoria. Habíamos hecho una preparación a conciencia. Todavía recuerdo lo que le dije antes de comenzar la competencia:

–Quintana, quítese la ruana que aquí lo que necesitamos es un león que vaya y busque la carrera. Hágale pues, mijo.

Ese cimbronazo no fue el único regaño que salió de Saldarriaga. Antes de una Copa de Naciones en Italia, el mismo año, descubrieron que Nairo estaba por encima del peso ideal. Luis Fernando no se contuvo al momento de reprochar. No pudieron pelear la general, y tuvieron que viajar a Canadá a conseguir el cupo para el Tour de l’Avenir que, a la postre, ganaría el boyacense.

–Mijo, controle la boca. Si usted se vuelve pesado pierde la ventaja sobre los demás.

Fue indispensable una vigilancia minuciosa para vigilar la cantidad de carbohidratos que comía. Si bien era cierto que cada vez que montaba su bicicleta quemaba mucha energía, reponerla era un trabajo delicado. No podía comer por comer. Todo debía estar calculado y aprobado por el nutricionista y por Saldarriaga, quien verificaba con lupa el plan de trabajo de cada uno de sus pupilos.

Los sermones y reclamos funcionaron. Nairo no se dejaba de nadie en la carretera. Si lo codeaban, codeaba de vuelta. Si lo insultaban en otro idioma respondía en el suyo. Muchos confundieron su modestia con cobardía sin saber que desde la cuna ya era bastante temperamental. Solo necesitaba un empujón para dejar de lado la sonrisa tímida y mostrar su coraje. Tan abismal fue el cambio que en la Vuelta a Cataluña de 2011, en la que lideraba la montaña, no le faltaron cojones para encarar a Vladímir Karpets, un ruso 10 años mayor que él y 23 centímetros más alto, que después de un enredón lo llamó enano. Fue tanta la indignación que Nairo hiló unas cuantas groserías sin saber si el gigantesco corredor había entendido.

Y aunque sobre la ‘bici’ era inconfundible, cuando se bajaba de esta pasaba desapercibido. Era tan pequeñito y flaquito que se podía camuflar en cualquier rincón. Tanto así que en un día Saldarriaga se llevó a sus muchachos hasta la frontera de Francia con Luxemburgo donde sería el prólogo del Tour de l’Avenir 2011, competencia en la que el equipo defendía el título. Allí, después de mirar la altimetría de la etapa y de analizar los puntos álgidos, todos estudiaron el trayecto sobre sus bicicletas. Ya en el hotel, Luis Fernando hizo su habitual cuenta con el dedo índice.

–A ver: uno, dos, tres, cuatro y cinco ¿Cinco? Mierda, ¡cinco! Se nos quedó Nairo.

El boyacense no aguantó las ganas de orinar y en medio de la exploración se metió en unos matorrales por miedo a que su vejiga reventara. Cuando intentó volver, confundió el camino y salió por otro lado. Dio unas cuantas vueltas hasta llegar al punto donde estaban antes pero ya no había nadie. “Demoramos tres horas buscándolo. Y lo más chistoso es que lo encontramos ahí, sentado, esperándonos. No dijo nada de camino al hotel”.

Sólo fue cuestión de tiempo para que el talentoso Quintana emigrara hacia un equipo World Tour. Luisa Ríos, gerente del ‘Colombia es Pasión’, tenía contacto directo con Eusebio Unzué, mánager del Movistar Team. El español andaba pidiendo referencias de un buen corredor sub-23 y se topó con un boyacense que, alentado por sus compañeros, firmó en 2011 con la escuadra ibérica.

–Hágale, no lo piense dos veces. Ellos tienen una capacidad mucho más grande que nosotros y va a poder correr las grandes competencias del mundo.

Saldarriaga no le enseñó a Nairo cómo montar su bicicleta. Mucho menos a subir de la manera en que lo hace. Eso ya venía de fábrica. Lo que sí le inculcó fue el empuje y la disciplina del paisa que, junto a la tenacidad del boyacense, han hecho de Quintana el escarabajo que es hoy en día, el mejor escalador del mundo para muchos.

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Texto: Camilo G. Amaya, enviado especial Arcabuco, Boyacá.