Por: Santiago Rivas
Podremos ver de nuevo en nuestra pantalla la película rusa 'Elena', del director Andréi Zviáguintsev, filme que nos cuenta la historia de una mujer mayor de origen humilde que vive una vida tranquila, al borde del tedio, con su esposo, un millonario a quien conoció en el hospital en el que trabajaba como enfermera.
Martes de amores
19 de septiembre 10:30 p. m. → 'Elena'
Ambos tienen hijos disfuncionales y comparten una rutina silenciosa. Se trata de una película realista, con tiempos y silencios como la vida misma (se da uno cuenta de eso cuando deja de ver películas llenas de explosiones por un tempo prudencial), con marcos sonoros y paisajes urbanos, pero muy cuidadosa en sus encuadres, preciosista en su fotografía.
Este ciclo en el que nos encontramos es uno que busca mostrarnos cómo el cine puede ser una ventana al mundo y, de esa manera, busca llevarnos hacia el Oriente, en donde podemos conocer perspectivas de la vida muy distintas a la nuestra como colombianos y latinoamericanos.
'Elena' es una película que, como tantos otros productos de la creatividad rusa, habla sobre el vacío. No lo digo como algo malo, para nada, es la materia sobre la cual se construyó la obra de Dostoyevski, Gorki y Chéjov. Incluso, de parte de la de Tolstoi, para nombrar a los más conocidos.
Los pensadores y creadores se han ocupado del vacío por varias razones. La primera de ellas es su universalidad: todos tenemos un vacío por dentro. La segunda es que se trata de una lente a través de la cual podemos conocer mucho sobre la naturaleza humana. La tercera es que, en un mundo carente de sentido, el vacío es muchas veces el principal motivador de nuestras acciones. La cuarta es que muchas veces funciona como una justificación, aunque el vacío sea equivalente a la nada. Es decir, 'Elena' examina las cuestiones éticas y las relaciones entre los seres humanos a través del vacío y el tedio, para dejarnos con más preguntas que respuestas, como corresponde al arte.
Es poco lo que pueda añadir a esta breve reseña. Solamente basta invitarlos a que se peguen de nuestro ciclo, que esta vez se ha puesto la tarea de evidenciar con más fuerza esa capacidad que tiene el teatro para hacernos viajar y permitirnos conocer nuevos puntos de vista, lenguajes, paisajes y culturas.
'Elena' es solo una muestra de lo mucho que tiene para enseñarnos el cine ruso, pero también nos enfrenta a nuestros propios dilemas, desde los más cotidianos hasta los más absurdos y forzados. Decir que una película trata sobre la naturaleza humana es redundante, porque tenemos claro que en cine nos vemos.