El acoso sexual no es nuevo en Colombia, sin embargo solo hasta 2008 y gracias a la Ley (1257) de no violencia contra la mujer fue establecido como delito. Anteriormente el acoso sexual solo tenía un tratamiento disciplinario en los reglamentos del sector educativo y en la normatividad laboral, que incluía la modalidad de acoso laboral sexual.
De acuerdo con la Fiscalía, el acoso sexual es una expresión de violencia en espacios laborales, educativos y en todos aquellos escenarios donde las relaciones de género se expresan en condiciones de desigualdad. Los roles de género construidos culturalmente en la sociedad tienen un papel importante, porque estos determinan la forma en cómo hombres y mujeres se comportan, siguiendo ciertas normas establecidas (no explícitas) en la sociedad y es esto lo que convierte las conductas femeninas y masculinas en algo constante que define el día a día de las personas.
Para Isabel Rincón, abogada e integrante del Colectivo Género y Seguridad, hay dos elementos puntuales que ayudan a saber si algo puede interpretarse como acoso o no: el consentimiento y la confianza.
Sí entre las personas no hay una relación de confianza o un consentimiento explícito, se estaría incurriendo en acoso. En la mayoría de los casos, el acoso ocurre de forma verbal; chistes de connotación sexual, las insinuaciones de carácter sexual, la exhibición de imágenes o gestos explícitos, las llamadas ofensivas y hasta los silbidos pueden interpretarse como una forma de acoso sexual. También manifestaciones físicas como tocamientos, palmadas, pellizcos o cualquier otro contacto invasivo que tenga una connotación de tipo sexual.
Fotograma de documental Rostros del acoso.
En los entornos laborales, debido a las posiciones jerárquicas, es en donde suelen ocurrir el mayor número de casos de acoso. Según cifras de la Línea 155 de orientación a la mujer de la Policía Nacional, entre 2015 y 2017 se han denunciado 127 casos de acoso laboral sexual, aunque existe la certeza de que se presenta un subregistro alto debido al temor de muchas mujeres a denunciar por miedo a perder su puesto. Según la OIT (Organización Internacional del Trabajo), el 10% de los trabajadores en el mundo sufre acoso laboral, siendo las mujeres las más expuestas.
De acuerdo al SPOA (Sistema de Información para el Sistema Penal Oral Acusatorio), solo en 2017 se registraron 2.237 casos de acoso sexual a nivel nacional.
En 2017, según la Fiscalía, los estudiantes de bachillerato -sobre todo las mujeres- son las víctimas más frecuentes. Sigue en orden de lista las profesiones relacionadas con el hogar, como las empleadas de servicio doméstico; luego están las asistentes administrativas, los peluqueros y las personas que se dedican a la seguridad, como los vigilantes. Si bien el acoso es una conducta que afecta a hombres y mujeres, es más frecuente que las mujeres sean las víctimas.
Aún así, los hombres también son víctimas este fenómeno, solo que las denuncias son menos frecuentes y es posible intuir el porqué. Un ejemplo puede ser el del youtuber Edwin Mejía Cuartas, quien contó haber sido acosado por una mujer en el metro de la ciudad de Medellín en el 2016, hecho que causó controversia en los medios digitales pues, junto al apoyo y solidaridad de algunos usuarios de redes sociales, también fue acusado de oportunista, entre otro gran número de críticas. En la ciudad de Bogotá, también se han presentado casos de tocamientos a hombres, generalmente en las horas pico del sistema de transporte.
Promover una educación no sexista es un aspecto clave, según investigadoras en género de la Universitat Oberta de Catalunya, para prevenir casos de acoso como situaciones de violencia de género: “Existe la creencia errónea de que vivimos en una sociedad igualitaria. Sin embargo, la realidad es que nos rodean múltiples ejemplos de violencia y de acoso sexual, mayoritariamente hacia las mujeres. Hay que trabajar para que los hombres puedan desarrollar la empatía, para que, así, no permitan agresiones ni comportamientos sexistas y discriminatorios hacia las mujeres.”, comenta Milagros Sáinz, directora del grupo de investigación Género y TIC de la Universitat Oberta de Catalunya