El mundo se divide en dos grupos: los que asisten felices, tararean y hasta bailan sentados a la proyección de un musical y los que solo bajo el yugo de la amistad o el amor se someten a lo que para ellos es una tortura sonora interminable. Los musicales despiertan amores y odios, y esa es una verdad absoluta. No hay aguas tibias, términos intermedios, pero, ¿por qué?, ¿Por qué no podemos estar en un punto neutral frente a estas películas?, ¿Qué es lo que genera esa brecha que parece ser más grande que la existente entre los amantes de Star Wars y Star Trek?, trataremos de dilucidarlo.
'Chicago'
Domingo 26 de febrero, 10:30 p.m.
Pero antes que nada, hay que empezar por el principio y conocer la historia del musical para poder exponer las razones para amarlo u odiarlo.
Un género anclado al origen del cine mismo
Hay que decir lo lógico: antes de tener sonido las películas se acompañaban por música en los teatros donde se proyectaban, pero un dato que quizás poco conocen es que la primera película con sonido fue un musical: ‘El cantante de jazz’ (1927) – De hecho la mayoría de las escenas sonorizadas de ese filme eran musicales –. En 1929 ‘La melodía de Broadway’ recibió el Óscar a la mejor película abriendo el camino a la década dorada de los musicales en los 30 de la mano de nombres como Busby Berkeley, Ginger Rogers y Fred Astaire.
Los 40 fueron definidos por el genio de Gene Kelly – actor, bailarín, coreógrafo, productor y director – y en pocas paabras: el amo del cine musical que en los 50 se responsabilizaría de uno de los más importantes clásicos de este género cinematográfico: la archifamosa ‘Bailando bajo la lluvia’. En esa misma década grandes nombres como Elvis Presley, Frank Sinatra, Bing Crosby y Grace Kelly le dieron estatus al género que, sin embargo, tuvo una debacle en las siguientes décadas cuando el público dejo de asistir a las funciones de este tipo de películas impulsando a los estudios a enfocar sus esfuerzos en otro tipo de producciones.
Aún así, entre el 70 y el mediados de los 90 se produjeron grandiosas películas musicales como la exitosísima ‘Grease’ (1972), protagonizada por Olivia Newton John y John Travolta; ‘Jesucristo Superestrella’ (1973); Annie (1980) y The Blues Brothers (1980).
Sin embargo, aunque los tradicionales musicales no tuvieron el éxito de otras épocas, una nueva forma de filmes musicales lograron calar en el gusto de la audiencia: los dibujos animados. De la mano de Disney, películas como ‘La bella y la bestia’ (considerada por muchos como el mejor musical animado de la historia) y ‘La sirenita’, le devolvieron algo de prestigio.
Fue hasta la segunda mitad de los 90 que se vivió un resurgir del género. A partir de entonces los estudios se lanzaron nuevamente a hacer grandes producciones musicales como ‘Evita’ (1996), ‘Moulin Rouge’ (2001), ‘Chicago’ (2001), ‘Dreamgirls’ (2006), ‘Across the universe’ (2007) y ‘Sweeney Todd, el barbero demoníaco de la calle Fleet’ (2007).
En definitiva, el musical, más allá de gustos y odios es un género que tiene toda una historia detrás, una historia que está ligada a la historia del cine mismo y que ha gozado de buenas y malas épocas. Ahora, entendido eso, ¿Por qué amamos u odiamos los musicales?
No hay estudios científicos que expliquen porque a alguien le puedan apasionar tanto los musicales mientras que a otros les genere un desagrado rayano en el desespero, sin embargo, después de infinitas horas de encuestas, exploraciones en foros, revisión de columnas de opinión, si hay factores comunes que permiten agrupar las razones de los que están a favor o en contra de este género. Aquí se las resumimos:
¿Musicales?, ¡no, gracias!
Hay razones que los detractores de los musicales enuncian como la falta de veracidad de las historias, pero siendo muy conscientes, es el argumento más flojo. Así como no vemos a nadie lamentar una ruptura amorosa bailando y cantando, tampoco hemos visto hobbits peleando con nazguls.
Sin embargo hay otras razones que si dan pie para argumentar el rechazo de muchos hacia los musicales. Estas son algunas:
1. Tanta felicidad es chocante: sí, hay momentos dramáticos que se apoyan en la música para acentuar el sentimiento de desasosiego, tragedia o melancolía, pero son escasos y en su mayoría, las historias de los musicales se acercan más a la eterna felicidad de Mary Poppins que a una realidad emocional coherente y eso puede saturar
2. ¿Y la historia?: existe un formato de musicales como ‘Mamma Mía’, ‘Across the universe’, ‘La era del Rock’ o ‘We will Rock you’, en el que la historia es tan floja que parece solo estar ahí para poder conectar, de alguna manera, no importa cómo, una selección de canciones exitosas. Para muchos es mejor comprar un disco que tener que aguantarse una peli sin historia.
3. La base del género le resta ritmo a la historia. Cuando un argumento debe ir entonado, no tiene la misma cadencia y poder que cuando se habla. Hagamos una comparación de las dos versiones de ‘Los miserables’, mientras los diálogos de Jean Valjean y Fantine en la versión dramática de 1998 son dinámicos, angustian, comunican y son rítmicos, los la versión musical del 2012 son lentos y aunque, sustentados en la música, logran comunicar un sentimiento, no generan la empatía que generan los de la versión predecesora.
4. Todo es rimbombante y empalagoso: En los musicales la sutileza es un valor despreciado. Nunca, jamás, veremos un musical sin grandes puestas en escena, con personajes sencillos (que no por ello carezcan de fondo). Estas producciones siempre se aferran al norteamericanísimo “ve a lo grande o vete a casa” y es que no son solo los escenarios y los efectos, sino que además los personajes se sobredimensionan hasta casi ser una caricatura de si mismos.
5. Los temas de las canciones son insulsos: la mayoría de los temas que abordan los musicales suelen ser irrisorios y aparecen de la nada con un modo alegre y pueril que hace sentir a la audiencia como si no fuera capaz de entender y tienen que ayudarle con rondas infantiles que refuerzan el conocimiento a fuerza de repetición.
¡Larga vida a los musicales!
Pero así como hay tanto detractor del genero, los musicales gozan de un buen séquito de defensores que colman salas de cine o se programan en casa cuando una peli de este tipo está en pantalla. Estos son sus argumentos a favor:
1. Los musicales son una bellísima ilusión: Este género representa toda la fantasía. Se trata de un mundo realzado, lleno de magia, que se escapa de la fatigosa rutina del día a día, que permite a través de la música un escape diferente. Por eso las puestas en escena y la magnificencia de estas películas.
2. Elencos de lujo: las películas musicales suelen reunir una auténtica constelación de estrella, lo que hace que ver estas películas sea un placer. Ver una película como ‘Chicago’, con estrellas de la talla de Catherine Zeta-Jones, Renée Zellweger y Richard Gere, o ‘Dreamgirls’ que tiene en su elenco a Jamie Foxx, Beyoncé, Eddie Murphy y Jennifer Hudson, da garantía de espectáculo.
3. La música es la mejor forma de expresarse: ¿Existe acaso algo mejor que cantar? Todos lo hacemos. Cuando estamos felices, cantamos; cuando estamos deprimidos, cantamos; cuando nada nos importa, ¿qué hacemos?, cantamos. Entonces por qué no va a tener sentido que en un musical canten para expresar sus emociones y además, en estas películas, las canciones permiten una exploración emocional de los sentimientos más profundos de los personajes.
4. Hay baile y eso es fantástico. Entre más compleja sea la coreografía, entre más gente la ejecute, más chévere es la película. El baile siempre será un atractivo para cualquier persona y en los musicales su magia se lleva al máximo, ¿O hay gente que se pueda resistir a Gene Kelly con su sombrilla bajo la lluvia en ‘Bailando bajo la lluvia’?, ¿Hay hombres a los que no les agrade ver a Catherine Zeta-Jones con sus coreografías en ‘Chicago’?
5. El cine le debe mucho a los musicales. Hay grandes clásicos en el cine musical y una industria como la de Disney, que gusta a todos, no habría florecido sin este género. Así no les gusten los musicales, es inevitable sucumbir al encanto de bellezas como ‘Fantasía’, ‘La bella y la bestia’ o ‘Hercules’.