Película "Locos" de Harold Trompetero
Imagen de la película "Locos", presentada en Señal Colombia.
03 / 07 / 2018

¿Es cierto que en Colombia solamente nos gusta Hollywood y la comedia local?


Por David Jáuregui Sarmiento
David Jáuregui Sarmiento
03 / 07 / 2018
Película "Locos" de Harold Trompetero
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La industria del cine tiene cada vez más protagonismo en Colombia y cada vez más los colombianos invierten más tiempo y dinero disfrutando del séptimo arte. Aún así, hay una brecha que divide quienes ven "buen cine" de quienes ven "cine basura", como mal llaman al cine nacional de comedia y al cine Hollywoodense. ¿A qué puede deberse este fenómeno?

De acuerdo con el último reporte de la industria cinematográfica en Colombia, realizado por Cinecolombia, en el país hay 1.061 salas de cine, que representan 46.458 habitantes por pantalla gigante. En total, según el conteo de la compañía, el país tiene a su disposición 188.021 sillas y solamente en 2017 asistieron a las salas cerca de 62,6 millones de personas a las proyecciones, es decir, un promedio de 171.474 personas al día van a ver cine en la pantalla gigante.

De la misma forma, en 2017 se estrenaron 322 películas en las salas de cine del país, de las cuales 42 correspondieron a producciones colombianas y se vieron reflejadas en cerca de 3,7 millones de espectadores de cine local. En total, en 2017 se registró un promedio de seis estrenos semanales.

Estas cifras dan cuenta que en Colombia a la gente no solo le gusta, sino que asiste a las salas de cine para atender al llamado del séptimo arte.

 

Esta tendencia, sin embargo, no es nueva, y el gusto por el cine en Colombia ha experimentado un crecimiento importante en la última década. De acuerdo al estudio de la Cinecolombia, compartido por Proimágenes, mientras en 2007 asistieron a las salas de cine 20,66 millones de personas y se recaudaron en taquilla casi $149.000 millones en taquilla, en 2017 dicha cifra es solamente un reflejo de la pobre asistencia a las salas del pasado.

Diez años después del primer año reportado en el informe, nos encontramos en una situación muy diferente: en 2017 llegaron a la gran pantalla 62,6 millones colombianos a las salas, reflejados, además, en más $545.000 millones en venta de taquillas, lo que significa que el consumo de largometrajes en pantalla gigante triplicó sus espectadores y el negocio de las compañías distribuidoras también triplicó sus ganancias en tan sólo una década.

Extracto del informe de Proimágenes.

 

Este gusto, no obstante, ha ido en crecimiento para las películas de comedia del cine colombiano, las extranjeras independientes y no independientes (producidas por grandes estudios y las que no), pero se ha mantenido relegada la asistencia a cine no comercial (conocido como “cine arte”) y el cine colombiano que no responde al género de la comedia.

Según el mismo estudio de Cinecolombia, en 2016 las películas más taquilleras fueron Buscando a Dory (2016), de Disney Pixar, y Batman Vs. Superman (2016), mientras que en el segmento de “independientes” fueron Los Ilusionistas 2 (2016) y Leal (2016). Los casi 2,8 millones de espectadores de Buscando a Dory, los 2,5 millones del enfrentamiento de los dos superhéroes, y los 823.287 o los 561.362 de las independientes, respectivamente, contrastan con los 1,1 millones de sillas ocupadas por la película colombiana El coco (2016) y el Agente ñero ñero 7 (2016), así como con las escasas cifras de las películas de cine arte y las producciones nacionales que no responden a la comedia.

 

Por un lado, ese mismo año la película de cine arte (normalmente producidas fuera de Estados Unidos, aunque no es una regla general) más vista fue Amor por sorpresa (2016), que sumó escasos 38.480 espectadores, seguida de Julieta (2016), con 34.756; y por otro, el cine colombiano de drama o suspenso, alcanzó cifras muy similares: El lamento (2016), El soborno del cielo (2016) y El abrazo de la serpiente (2015) registraron 59.656, 44.497 y 340.881 espectadores, respectivamente. Esta última es un caso especial, pues se trató del primer largometraje realizado en Colombia nominado al Óscar como mejor película de habla no inglesa, vale la pena destacar, motivo por el que sumó cientos de miles de espectadores.

 

¿Segregación o autosegregación de los espectadores?

Frente al fenómeno en el que los colombianos prefieren casi exclusivamente el cine de Hollywood y la comedia colombiana frente a los demás géneros cinematográficos producidos en Colombia o el “cine arte” se han postulado varias posiciones.

Por un lado, se puede pensar sobre el bajo consumo que se debe a que el cine arte y los géneros diferentes a la comedia en el cine nacional tienen un espectro de distribución en salas bastante reducido, por no decir insignificante, frente al cine de Hollywood y la comedia nacional, limitándose a unas pocas salas en Bogotá u otras capitales, como las de Cinecolombia en el Centro Comercial Avenida Chile, Cinetonalá o Cinema Paraíso en donde, además, los precios son más altos que en las demás salas de cine. Esta particularidad podría hacer creer que se puede encontrar una suerte de segregación de los públicos, a quienes no se les da la posibilidad de ver las películas que menos tienen espectadores en las salas que frecuenta el grueso del público colombiano.

Pero, por otro lado, las compañías de distribución sustentan que la proyección de las películas de cine arte y colombianas diferentes a la comedia se debe a un tema de mercado: no es buen negocio porque los espectadores no asisten lo suficiente a estas proyecciones y la escasa demanda los obliga a reemplazar dichas producciones por otras más populares que garantizan la venta de las taquillas y el lleno de las salas.

 

En otras palabras, lo que podríamos encontrar es un problema de doble vía: el cine arte no se proyecta en las salas a las que llegan la mayoría de los espectadores y, a su vez, los espectadores no se dan la oportunidad de asistir a cine a encontrar experiencias audiovisuales diferentes a las tradicionales de Hollywood o la comedia colombiana.

De acuerdo con los estudios culturales, una disciplina que estudia la relación de la cultura con el poder y los fenómenos sociales, este fenómeno se debe principalmente a que por un lado, Hollywood logró posicionarse en Colombia y en muchas otras partes del mundo como la principal fuente de cine y la que tradicionalmente se proyecta en las salas de cine de -al menos- occidente y, por otro, porque en la comedia colombiana se calcan las representaciones visuales más aceptadas de la colombianidad, lo que tiene como efecto que los asistentes vayan a la sala de cine para encontrarse con sí mismos de la forma que más consideran acertada.

Es decir, en la comedia colombiana los espectadores se ven cómodamente representados y alejados de todo aquello que desconoce otras realidades, como la violencia, la pobreza u otras temáticas ampliamente exploradas por el cine colombiano pero encerradas bajo el mote de “porno miseria” y que ha generado aversión hacia dichas producciones que no son la comedia.

 

Pero, también, porque independientemente del motivo, tanto el cine arte como el cine colombiano diferente a la comedia no han entrado a hacer parte del ritual del público colombiano que asiste a las salas. De acuerdo a estudiosos del cine, como Rick Altman, catedrático de la Universidad de Iowa y referente de la Universidad de Yale (Estados Unidos), el género cinematográfico importa por los intereses que pone en contacto, tanto para quienes producen las películas como para quienes las consumen.

Si se le atribuye la función ritual, se puede considerar que el público es el creador de los géneros y, además, justifica y organiza una sociedad prácticamente intemporal: Altman insiste al respecto que “de acuerdo con esta actitud, los esquemas narrativos de los textos genéricos emanan de prácticas sociales ya existentes, como superación imaginativa de las contradicciones inherentes a dichas prácticas”; y, en este caso, el gusto por la comedia de la colombianidad ha mostrado que las prácticas sociales en estas producciones no solo aluden a lo popular, sino también a todo lo referente a la colombianidad del momento que, valga la pena resaltar, vive en constante cambio. La asistencia de los espectadores, desde este punto de vista, es a manera de ritual, pues saben qué verán en la pantalla y en parte por eso escogieron estar allí.

“Entendidas de esta manera, las películas no son simplemente un contenido y una forma que los productores transmiten a los consumidores; son también el medio de una forma de comunicación que los grupos de consumidores emplean entre sí”, explicó Altman en su obra Los géneros cinematográficos.

Esto quiere decir que, así como las compañías de distribución niegan la posibilidad de acercarse a otras formas de cine, el mismo público se niega a descubrir otras cosas porque no llevan a una forma de comunicación entre el público, precisamente, porque no se han explorado y no se ha llegado a un punto de encuentro entre el público y las propuestas de las películas con menos espectadores en el país.

 

¿Se abren las posibilidades?

Cualquiera que sea la respuesta a porqué los colombianos vamos a las salas de cine a disfrutar solamente de la comedia colombiana y el cine hollywoodense, independiente de quién tiene la responsabilidad, valdría la pena explorar la posibilidad de que frente al creciente interés de los colombianos por el cine, se intentaran nuevas exploraciones de distribución para que los espectadores colombianos se den la posibilidad de expandir su espectro de gusto por el séptimo arte.