Imagen de la película 'Solo el fin del mundo'.
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01 / 10 / 2019

Independiente e irreverente, el cine de Xavier Dolan


Por David Jáuregui Sarmiento
David Jáuregui Sarmiento
01 / 10 / 2019
Imagen de la película 'Solo el fin del mundo'.
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El joven director canadiense Xavier Dolan es una de las voces más sobresalientes del cine independiente durante la última década.

Ha participado como actor en nueve películas, dos cortometrajes y tres series de televisión. Sin embargo, Dolan no destaca solamente por sus dotes dramáticos, sino porque en su labor como cineasta tiene un prontuario del que algunos de los directores más sobresalientes de Hollywood habrían querido alardear.

El cine de Dolan

Desde su primera película Yo maté a mi madre (2009), Dolan expuso una sensibilidad por los conflictos que genera para un sujeto ser gay, y cómo estos conflictos pueden desencadenar acontecimientos definitivos en una persona por la sombría incomprensión que despierta a la sociedad la homosexualidad.

Con sencillez de narración, el uso de recursos estéticos y musicales que apoyan la fuerza expresiva de la juventud inmersa en el enfant terrible (chico terrible) del cine independiente, Dolan ha impactado en los espectadores no solo por la temática de la comunidad LGBT+ que permea sus cintas, sino también porque las situaciones que describen sus películas tiene una relación muy estrecha con los conflictos de identidad que surgen por los prejuicios de las sociedades. En sus largometrajes se exploran situaciones de la vida cotidiana pero desde la perspectiva de personas, hasta transexuales o con déficit de atención, así como de los conflictos personajes y emocionales que suscitan para sus familias enfrentarse con una realidad que aún hoy en pleno siglo XXI sigue generando polémica: hay algunas cosas con las que se nace y no se escogen.

 

Para mencionar algunos ejemplos, vale la pena destacar tres de sus películas más celebradas: Yo Maté a mi Madre, Tom en la granja (2013) y Mommy (2014). En los tres largometrajes se evidencia una temática en común: el choque de la realidad de ser familiar de alguien al que la sociedad rechaza sin compasión. Como ya dijimos, en Yo maté a mi madre Dolan no deja cabos sueltos en lo que puede significar para una madre la homosexualidad de su único hijo, mientras que en Tom en la granja el conflicto que puede plantear para una familia en duelo el descubrimiento de que uno de sus primogénitos, en secreto, siempre fue un chico homosexual.

 

En Mommy, el drama se centra en una mujer y su hijo, que además de sufrir déficit de atención con hiperactividad, tiene patologías violentas además de otras conductas que sufren el rechazo de la sociedad. El centro de la historia se desenvolverá cuando la madre decide sacar a su hijo del centro de internación para encargarse ella misma de él y llevar la lucha por ella misma.

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En todos los casos parece que Dolan se las ha ingeniado para cuestionar las posturas que atacan el mundo desconocido de la "diferencia", esto es, todo aquello que la sociedad desecha porque no puede ser normalizado y enviado a la productividad económica, o que reta concepciones tradicionales sobre el amor, la amistad y la familia.

Su exploración fílmica, entonces, ha encontrado un punto de fuga en el arte de forma directa frente a lo que Michel Foucault llamó la biopolítica y puede que su éxito haga parte de una revolución mundial por hablar sin tapujos de algo que antes respondía a las representaciones clásicas de la homosexualidad y otras diferencias: con pesar, humor o con excesiva teatralidad de las formas de ser de la comunidad LBGT+, pero no como seres humanos comunes y corrientes que viven dramas de la vida diaria.

 

El filósofo francés Michel Foucault señaló que desde el nacimiento del Estado-Nación moderno surgió una forma especial del control de la vida y le denominó la biopolítica. Esta palabra designó una forma específica de gobierno que aspira a la gestión de los procesos biológicos de la población y las consecuencias de su contravención. Foucault sostiene que la biopolítica es efecto de una preocupación anterior del poder político: el biopoder, es decir, un conjunto de estrategias de saber y relaciones de poder que se articulan en el siglo XVII sobre lo viviente en Occidente.

Dentro de estas estrategias están por ejemplo, diagnosticar la locura y los desórdenes mentales, recluyendo toda posible diferencia en internados, o simplemente señalándolos en las escuelas como anormales.

 

De todo esto, sin saberlo o no, hablan las películas de Dolan. En otras palabras, el éxito del enfant terrible ha retado la forma en que se presenta el drama de la comunidad LGBT+ o de todo aquel "diferente" a lo que se enseña como normal en las aulas de clase de occidente y lo presenta desde un punto de vista que la sensibilidad acepta con más facilidad: cómo el amor juega un papel fundamental en todas las vidas humanas y, así, recuerda al espectador que los dramas no hablan siempre sobre las reglas, sino de la humanidad en sí misma.

Solo el fin del mundo

 

 

En su corta carrera, Dolan se ha hecho acreedor, por sus siete películas, a nueve reconocimientos del Festival de Cannes, a otros dos del Festival de cine Francófono de Namur, otro del Festival de Cine de Rotterdam; otro del festival de Cine de Venecia, entre muchos otros de las más de dos docenas de premios que ha recibido por su filmografía desde que en 2009 estrenó su ópera prima J’ai tué ma mère (2009) (Yo maté a mi madre).

Dolan, en otras palabras, es un chico sobresaliente del cine que tiene la magia entre sus manos, y con ella hace películas profundamente conmovedoras y realistas que, a la postre, son del gusto de los críticos de cine que participan en festivales nada más y nada menos que de Festivales como el de Cannes, uno de los más importantes de la industria del cine y, especialmente, del cine “independiente”.

 

Sin embargo, Xavier Dolan no es como cualquier otro director exitoso, pues ha canalizado su filmografía en una temática particular, que también le ha dado tanto reconocimiento como su facilidad dramática: sus largometrajes tratan la temática LGBT+, en un momento en el que el mundo aún se debate por los derechos de la comunidad LGBT+, en contra de la diversidad que ello plantea.

 

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