Damiana Kryygi, aborigen de la comunidad Aché.
Imagen del documental Damiana Kryygi.
09 / 07 / 2018

¿Cómo conocer la diversidad sin dañarla en el proceso?


Por David Jáuregui Sarmiento
David Jáuregui Sarmiento
09 / 07 / 2018
Damiana Kryygi, aborigen de la comunidad Aché.
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El encuentro entre unos y otros siempre plantea retos. En algunos casos los desafíos se han enfrentado con altura, pero en otros casos, como en el expuesto en el documental 'Damiana Kryygi' (2015), quizás lo mejor que hubiera podido pasar es que dos grupos de seres humanos jamás hubieran tratado entre sí.

La diversidad de los seres humanos es, tal vez, infinita en sus posibilidades. Las culturas, en su conformación social y en sus maneras de entender y ver el mundo varían por los temas más triviales, como por ejemplo sobre la concepción de la propiedad privada, hasta por la forma en que se entiende la existencia de sí mismos y la existencia del mundo. Algunas veces, incluso, se utiliza la diferencia con fines políticos y de ahí también han surgido algunos de los capítulos más oscuros de la historia humana.

Basta con recordar que la Alemania Nazi promovió como política de Estado la exterminación de la comunidad judía precisamente porque, de acuerdo con el partido dirigido por Adolf Hitler, algunas de sus características habían impulsado el decaimiento de la sociedad alemana, particularmente en términos económicos. Indonesia es otro ejemplo digno de mención, pues por las diferencias de pensamiento, entre 1965 y 1966 más de 500.000 personas fueron víctimas de asesinato y tortura por su forma de pensamiento, y militantes del Partido Nacional Indonesio se dieron a la tarea de perseguir y terminar con la vida de todo aquel de filiación comunista o de izquierda, librepensadores, así como de seres humanos relacionados con la etnia china.

 

La diferencia, en todo caso, ha sido sujeto de estudio y disciplinas científicas como la antropología se han encargado de estudiar las diferencias entre las comunidades o civilizaciones humanas para entender sus características, sus tradiciones y su forma de pensamiento. En todo caso, bien sea con el ánimo de estudio del otro, o para impulsar posturas políticas, el descubrimiento del otro y sus diferencias ha sido una constante de cuestionamientos desde la antigua Grecia y, en textos como la biblia u otras religiones, si bien no se estudian las diferentes comunidades, sí hablan de cómo un fiel debe diferenciarse de los paganos, bien sea a partir de las creencias religiosas, sus costumbres o su forma de pensamiento.

La antropología y los estudiosos de la humanidad no han estado exentos de errores en el avance de sus estudios, y situaciones como la narrada en el documental Damiana Kryygi (2015), que cuenta la historia de una chica de la comunidad Aché, oriunda de las selvas paraguayas. Damiana, como fue nombrada por los colonos que masacraron su comunidad, será producto de estudio de antropólogos argentinos y, producto del análisis, la niña es internada en una institución psquiátrica, donde será estudiada y dejada a su suerte hasta su muerte. Una vez ha fallecido, la historia continúa y su cuerpo es dividido para continuar el estudio.

El documental, dirigido por Alejandro Fernández, recogerá su historia y dará cuenta de las marcas que dejarán en la comunidad Aché la historia de Damiana, así como la forma en que se estudió a la niña viéndola como otro casi despojado de humanidad.

 

Este tipo de encuentros, en los que un sujeto es diferente a otro y se ven en la situación de compartir experiencias se da en todos los ámbitos de la vida cotidiana: desde la convivencia en el trabajo o el lugar de estudio, hasta en actividades de descanso, como el turismo, donde anotar algunos códigos de comportamiento para evitar hacer del encuentro algo negativo se hace importante.

El contacto intercultural es inevitable. Algunas veces los choques interculturales no son planeados, y no existe manera de entrar en contacto, por ejemplo, con una comunidad distinta, con diferentes creencias y cultura en general sin generar un impacto.

Lorena Lemus, antropóloga.

Precisamente, cuando salimos a conocer otras culturas, o incluso cuando visitan la nuestra, es importante tener en cuenta el choque producto de ese encuentro, las normas que no se deben transgredir y que nuestras acciones hagan la menor cantidad de daño tras la interacción de la diferencia en un lugar específico, con el fin de que a largo plazo no queden cicatrices como las que dejaron los antropólogos en la comunidad Aché.

Aborígenes de la comunidad Aché de Paraguay.

Aborígenes de la comunidad Aché de Paraguay.

 

El turismo, uno de los choques culturales más comunes

“El contacto intercultural es inevitable. Algunas veces los choques interculturales no son planeados, y no existe manera de entrar en contacto, por ejemplo, con una comunidad distinta, con diferentes creencias y cultura en general sin generar un impacto. Las comunidades menores (como por ejemplo las indígenas) quedan reducidas a una posición desventajosa frente a miembros de otras comunidades que incluso pueden llegar con ínfulas de superioridad debido a que se considera que la forma occidental es más ‘desarrollada’, y se establece una relación vertical con las comunidades visitadas. Esto pasa con el turismo, y el riesgo es que las personas locales, sobre todos las más jóvenes encuentran fascinación por la diferencia y quieren conocer más de la cultura diferente en contacto”, explicó Lorena Lemus, antropóloga de la Universidad Nacional y Magister en la misma área de conocimiento de la Universidad de los Andes.

 

Lemus concluyó: “Un joven de una cultura en desventaja, que aparentemente está abajo en la relación vertical, va a buscar parecerse al otro diferente para sobresalir en su comunidad, así como con el fin de no pertenecer más al grupo minoritario. Una interacción descuidada puede alterar las estructuras fundamentales de las comunidades, pues rompe con los esquemas tradicionales, y es muy difícil que se mantengan las tradiciones. Con el turismo, por ejemplo, pueden cambiar las actividades económicas, las actividades sociales entre otros elementos clave propios de las culturas. Los chicos de una comunidad indígena, por ejemplo, pueden hacer aún más vistosa su forma de vestir pero no por gusto o pertenencia a su comunidad, sino para estar más presentes para los turistas y así conseguir dinero, que se va a usar para entrar más en contacto con la cultura del turista y no con la suya propia”.

Pero muchos podrían llegar a tachar de discutible el daño que tiene la occidentalización de las comunidades indígenas, precisamente porque el eurocentrismo hace pensar que nuestra cultura occidental es la más desarrollada y la “correcta”. Esta noción del eurocentrismo describe la idea de que la cultura correcta es la occidental, ampliamente difundida desde el mundo europeo a partir de la colonización del continente americano.

 

Sin embargo, es importante destacar que, con miras a mantener la diversidad y el crisol de posibilidades que ofrece la especie humana, debemos despojarnos al menos parcialmente de la idea que nuestra cultura occidental es el centro y entenderla más como una cultura entre otras. Así, al entrar en contacto con otras culturas, tenemos una responsabilidad de no alterarlas, sobre todo cuando dichas culturas pueden percibir nuestro aparente desarrollo como el desarrollo deseado por ellos, por lo atractivo que puede resultar parecerse al otro extraño en posición de visitante.

Ahora bien, cómo evitar consecuencias negativas producto del encuentro es otro tema.

En vista de lo inevitable que resulta afectar la cultura en desventaja con nuestra presencia, lo que recomiendan los expertos es evitar las acciones que abiertamente violenten la cultura local y su orden social: un ejemplo frecuente es, por ejemplo, evitar hacer un regalo -por buenas intenciones que haya- a una persona de la comunidad visitada sobre otra deidad, o cualquier objeto, haciéndole saber que es "suyo" y de nadie más, en un contexto en el que la propiedad privada no hace parte de la estructura de su sociedad. En comunidades en las que esta noción de la propiedad privada no existe, hacer un regalo de esta índole podría poner en conflicto al receptor del regalo con el resto de su comunidad o, peor aún, que con el paso de los años este concepto se profundice en la comunidad y terminen cambiando radicalmente so conformación social, pareciéndose al final más a la nuestra que a la original del otro.

 

Para ponerlo en un contexto más cercano podemos invertir el orden e imaginar que otra cultura en posición dominante altera nuestra estructura social logrando que los niños y las niñas inviertan su código de vestimenta, pues así se hace en la cultura extranjera y no solo está bien visto, sino que afuera se considera lo correcto. En ese caso, no cabe duda, a una muy buena parte de la sociedad se le pondrían los pelos de punta y más pronto que tarde se iniciaría un movimiento para detener tales ánimos de cambio.

De esta manera, como visitantes en condición de turistas, lo ideal es respetar las normas y los códigos del otro con nuestras acciones, teniendo en consideración el resultado de lo que hagamos en la totalidad de la comunidad.

 

Un ejemplo cercano

El turismo en Colombia crece cada vez más y los recientes momentos de relativa calma de la violencia han hecho que, según el Ministerio de Industria y Turismo, se haya triplicado el ingreso de turistas extranjeros al país, pasando de 2 millones en 2010 a 6,5 millones en 2017.

Imaginemos por un momento que, hipotéticamente, ese número de turistas provengan de Holanda, o de los lugares en Estados Unidos donde el consumo de ciertas sustancias es legal y aceptado por sus sociedades. Bien podría significar un reto para el Gobierno del país evitar que el contacto de los locales con los turistas no resulte en cuestionamientos de porqué ellos, que viven en países mejor desarrollados democrática y económicamente, pueden consumir alucinógenos y otras sustancias en forma recreativa, mientras que aquí todo eso no solo está prohibido, sino que dependiendo de la época se ha considerado reducir libertades adquiridas constitucionalmente, como la dosis mínima personal.

Imaginemos que llegan y a ellos en su condición de extranjeros se les permite todo aquello que para ellos es normal y legal, hasta que en el país se desata un cuestionamiento sobre porqué esas determinaciones del Gobierno, porqué en nuestros códigos morales y legislativos dicha conducta de consumo está mal, mientras que para ellos es totalmente aceptada.

 

No sabemos qué pasaría porque se trata de un caso hipotético, pero levantaría tantas ampollas en el orden social que en algún momento el Gobierno hubiera preferido no permitir la entrada de aquellos turistas para proteger el estado de las cosas en nuestro orden social, o tendrían que vérselas con cambios con los que muchas personas no estarían de acuerdo por su tradición religiosa y social.

Este tipo de desencuentros, en la mayoría de los casos, son los que debemos evitar al momento de ser turistas y entrar en choque cultural. Por eso, el respeto de la diversidad entra incluso en temas tan simples como salir de paseo, pues nunca se puede obviar la presencia del otro y todo lo que significa la interacción cultural y la responsabilidad que ello amerita.