Mientras en ¿Por qué la esclavitud? conoces casos como el de Mary Kibwana, keniana que sufrió la esclavitud moderna en Jordania, en muchos países se esconden detrás de oportunidades laborales condiciones que distan muy poco de la esclavitud, y es importante reconocer cuando eso sucede.
La modalidad de esconder la esclavitud moderna detrás de contratos de trabajo aparentemente normales es un tema al que debemos prestar atención, pues hay una delgada línea entre la esclavitud y las formas de trabajo más precarias en la actualidad.
Hoy, a pesar de los esfuerzos de los Gobiernos y las organizaciones internacionales, en pleno siglo XXI la esclavitud continúa existiendo.
En el caso de Mary Kibwana, presentado en el documental Mucamas en el infierno de la serie ¿Por qué la esclavitud?, se trató de un empleo que consiguió fuera de su país como empleada de servicio doméstico y como resultado consiguió un tiempo en el infierno de la esclavitud, así como quemaduras en el 70% de su cuerpo y jornadas de trabajo de 18 horas con remuneración injusta y en condiciones infrahumanas.
Este tipo de situaciones se presentan, de acuerdo con expertos, por un conflicto que surge entre las constituciones de cada país nacionales que promueven el respeto del derecho al trabajo y, a la vez, reconocen la libertad de empresa y la búsqueda de mejores ganancias.
Esta tendencia, sin embargo, es más común de lo que podríamos pensar.
Lo que para muchos significa tener trabajo es en realidad es solamente estar ocupado y, de no ser por una simple condición de “voluntariedad” de parte del empleado con su empleador, una persona puede quedar atrapada en trabajos que por muy poco podrían ser considerados esclavitud moderna.
Otro ejemplo que no podemos olvidar es la tragedia del edificio Rana Plaza en Daca, capital de Bangladesh, en 2013. acogía unos 5.000 trabajadores que participaban del proceso de producción textil de marcas como Benetton, The Children's Place, DressBarn, Mango, Monsoon , Inditex y Primark y el Corte Inglés.
La edificación se derrumbó, no obstante las advertencias previas que se habían hecho, así como el evidente mal estado del inmueble que determinaron la muerte de 1.247 trabajadores al tiempo que 2.437 personas resultaron heridas.
Video: Naciones Unidas recuerda la tragedia de la fábrica en Bangladesh.
También recordamos el caso de esclavitud en Colombia, en el que la ciudadana fue condenada a 13 años de prisión por el delito de trata de personas con fines de explotación bajo la modalidad de servidumbre, cuando puso a su empleada doméstica bajo condiciones de esclavitud y amenazas para que no pudiera abandonar su trabajo. Además, se vio obligada a pagar $632 millones para indemnizar a la víctima.
“Fue advertida que por dos meses no recibiría salario porque debía pagar con su trabajo los pasajes de Mitú a Bogotá, que oscilaban en el valor de $400.000. Haciendo aseo, accidentalmente rompió un plato decorativo de la casa y la señora manifestó que debía pagárselo, y que su valor era de $5 millones. Es decir, tendría que trabajar 20 meses bajo esas condiciones para poder pagar la pieza decorativa”, afirmó la fiscal del caso en audiencia.
Como consecuencia de estas situaciones vemos hoy cómo la línea entre la esclavitud moderna y el “trabajo” es cada vez más delgada, también en parte por la confusión que hay entre trabajar y estar ocupado; entre el trabajo legal y digno con lo que los europeos llaman trabajo en negro y en Latinoamérica se conoce como trabajo informal.
¿Trabajo o esclavitud?
De acuerdo con Iván Jaramillo, director del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, desde que un trabajador acceda de manera voluntaria no se considera esclavitud moderna.
Sin embargo, explicó el experto, la regulación universal sobre las condiciones laborales y lo que se considera trabajo digno y justo se centraliza por lo que dicta la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Esta institución internacional tiene dentro de sus 187 miembros a países Afganistán, pasando por Estados Unidos hasta Zimbabwe (ver lista y estadísticas aquí), pero aquellas naciones no tienen la obligación de suscribirse a los convenios de la OIT sobre las regulaciones y derechos del trabajo en cada uno. Esto, explica Jaramillo, dificulta que los países sean espacios donde el derecho laboral gobierne tanto como la libertad empresarial.
No obstante, algo que sí deben defender todos los países relacionados con la OIT son cuatro convenios mínimos fundamentales para que una ocupación se considere trabajo y que no son negociables ni se pueden evitar: libertad sindical, abolición del trabajo infantil, abolición del trabajo forzoso e igualdad.
“Según la OIT el trabajo forzoso es el que no involucra al menos un elemento de voluntad del trabajador: el contrato de trabajo regula la fuerza del capital contra el trabajo y debe haber un elemento de voluntariedad mínimo del trabajador; si ese elemento desaparece estamos en esclavitud, también conocida como la esclavitud moderna”, afirmó el académico y jurista de la Universidad El Rosario.
En el caso de la mujer keniana que protagoniza el documental Mucamas en el infierno, si bien ella fue voluntariamente al trabajo, sus documentos le fueron arrebatados y fue obligada a trabajar para poder recuperar su pasaporte, lo que convierte esa forma de contratación en una verdadera forma de esclavitud, pues no existe voluntariedad de parte de la trabajadora. Esto, aún si recibía honorarios por las horas de trabajo que realizaba y, como podemos imaginar, no era mucho lo que recibía.
En el mundo la esclavitud moderna es trabajo forzoso cuando no hay elemento de voluntariedad del trabajador, hay amenazas para recibir su libertad por penas económicas o físicas, y el tiempo del trabajador frente al empleador no tiene ninguna limitación.
Iván Jaramillo, Investigador del observatorio laboral de la Universidad El Rosario
Ahora bien, ¿esa delgada línea entre trabajo y esclavitud reside solamente en la voluntariedad de quien acepta trabajar en las condiciones que sea?
Adicionalmente, algo que aclaran los laboralistas y la OIT es lo que se conoce como trabajo decente o digno.
La OIT habla de trabajo decente cuando se trata de trabajo con derechos (contemplados en la legislación de cada país o adscritos a un convenio), protección social (seguridad social) y diálogo social (posibilidad de representación a través de sindicatos).
Todo lo demás no es trabajo y en cada lugar del mundo eso tiene su respectivo nombre, aunque tampoco se considera esclavitud.
En Europa, afirmó Jaramillo, se conoce como trabajo en negro, y en América Latina se conoce como informalidad, pues cuando una persona dedica su tiempo a ganar dinero para sobrevivir fuera de las condiciones decentes no se les considera trabajadores, sino ocupados, una categoría que denomina una condición laboral que dista mucho de los mínimos de la dignidad de un trabajador.
“El tema acá es que el trabajador queda por fuera del esquema de derechos y protección laboral y tampoco está en la vista del Ministerio de trabajo como instancia de vigilancia y control. No importa en realidad si yo por necesidad me regalo, la gente lo ve como si los derechos del trabajo fueran renunciables, pero eso no vale, esa movida no existe en el mundo jurídico laboral, eso es directamente informalidad, y la informalidad se presta para casi cualquier cosa”, afirmó Jaramillo.
Según la OIT el trabajo forzoso es el que no involucra al menos un elemento de voluntad del trabajador: el contrato de trabajo regula la fuerza del capital contra el trabajo, y debe haber un elemento de voluntariedad mínimo del trabajador, si este elemento desaparece estamos en esclavitud”, Iván Jaramillo, director del Observatorio Laboral de la Universidad El Rosario.
Iván Jaramillo, Investigador del observatorio laboral de la Universidad El Rosario
¿Qué sucede en Colombia?
Para los expertos laboralistas el tema es preocupante porque según el Dane 50% de los trabajadores está en la informalidad y, peor aún, según el Observatorio Laboral de la Universidad El Rosario es el 65% de todos los adultos en edad de trabajar quienes se encuentran en estas condiciones.
Eso implica, sustentó Jaramillo, que mucho más de la mitad de los trabajadores en el país no tienen remuneración directa, garantías de seguridad social, acceso a sindicatos, etc., lo que representa para él un problema importante del sistema laboral colombiano: que la informalidad es muy alta y, además, tiene otras consecuencias como por ejemplo que como no contribuyen al sistema de seguridad social, el sistema de pensiones se quiebra. Tampoco, explicó el experto, si le pasa algo a estos trabajadores no tienen a donde ir, o si quedan cesantes pues no hay ningún tipo de colchón mientras se resuelve la situación, y en general ningún derecho existe para ellos. Aunque no es trabajo forzoso sino informalidad, no es trabajo decente.
¿Cuál es la relación entre la precariedad del trabajo y la mayor cantidad de empleos?
De acuerdo con Jaramillo, producto de nuestra historia sumida en conflictos internos, los derechos laborales se asocian con cosas que no coinciden, por ejemplo, con la categoría de sindicato o de protectores de los defensores de los derechos laborales y, según explicó, se relacionan más con conductas de izquierdas, comunismo o “mamertería”, pero en realidad es un tema muy importante en los países capitalistas más poderosos del mundo.
Apoyándose en esa visión sesgada del tema, muchos sustentan que entre menos derechos laborales más creación de empleos y que una visión diferente es propia de una posición política opuesta.
“No hay relación demostrada entre la protección de los derechos de los trabajadores con el aumento o la disminución de empleos o de prosperidad económica, eso es una falacia: la teoría de que a menor grado de protección laboral mayor grado de empleabilidad es falsa, el empleo no tiene nada que ver con los derechos en el trabajo, el empleo se crea o disminuye por un tema económico: si derogamos, por ejemplo, el código laboral y todo el mundo contrata como bien prefiera, eso igual no tiene nada que ver con más empleos. Eso tiene que ver con que aquí no hay empresas que fabriquen carros, por ejemplo. La creación de empleo es un tema económico, que el trabajo sea decente y justo es un tema de la política laboral, pero si hay empleo o no es un tema de la política económica del país”, concluyó el director del Observatorio Laboral.
Según Jaramillo, el gran problema reside en que como somos un país que garantiza la libertad de empresas, todos podemos crear compañías, pero eso no significa que esta sea una libertad ilimitada, pues con la iniciativas comerciales también se debe respetar el trabajo de los demás ciudadanos, tal como lo dicta la Constitución política.
¿Cómo ser revolucionarios frente a esta situación?
Aunque no lo parezca, se revolucionarios en este contexto podría ser acatar los mínimos propuestos por la OIT, intentando hacer contrataciones con todos los requerimientos para garantizar trabajos decentes aún si esto le cuesta un poco de rentabilidad a las compañías.
Este tipo de acciones podrían demostrar que no todo está perdido y que exprimir hasta el último centavo de ganancia a costa de la dignidad de los trabajadores, aunque beneficioso para unos pocos, en realidad sobra y si tenemos más y mejores empleos dignos, nuestro país algún día podría alcanzar estándares que garanticen una mejor calidad de vida.