Mario Riorda, presentador de la serie "En el nombre del pueblo"
Mario Riorda, presentador de la serie "En el nombre del pueblo"
26 / 04 / 2018

¿Debemos cuidarnos de la información en los medios de comunicación?


Por David Jáuregui Sarmiento
David Jáuregui Sarmiento
26 / 04 / 2018
Mario Riorda, presentador de la serie "En el nombre del pueblo"
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Se dice de los medios de comunicación que son el cuarto poder, pero su dependencia de poderes económicos y políticos, junto con la aparición de las redes sociales y otras formas de comunicación ciudadana, plantean nuevos retos para los usuarios. Ya no sólo se trata de atender al cuarto poder, sino de recibir la información con criterio y cuidado.

La comunicación política comparte factores comunes en Latinoamérica que dan cuenta de similitudes entre sus gobiernos y la forma en que los medios de comunicación cumplen la función de cuarto poder de la democracia, o al menos esa es la postura de Mario Riorda, documentalista, académico, docente, politólogo e investigador argentino.

Riorda, con la serie En el nombre del pueblo, explora el mundo de la comunicación política y muestra cómo las redes sociales, la libertad de los medios de comunicación y su relación con el poder plantean un enfrentamiento constante entre el sentir popular en temas de las agendas nacionales y cómo la prensa y la televisión, por ejemplo, podrían fortalecer o debilitar la función de control civil que ejercen frente a los gobiernos de turno.

“Cuando se habla de comunicación política muchas veces suele separarse a la comunicación de la política y es evidente que, aunque no toda comunicación es política, cuando aparece la política necesariamente aparece la comunicación. Por lo tanto, entender la comunicación política de alguna manera es retratar o fotografiar la política en tiempo real, porque dicha comunicación es la política expresada en su faz pública. Es el modo en el que la vemos, la sentimos, por lo que la comunicación y la política no se pueden dividir”, dijo a Señal Colombia el académico y documentalista argentino.

A lo largo de seis capítulos, Riorda analiza comportamientos como las movilizaciones en las calles de las ciudades convocadas a través de redes sociales, la injerencia y la relación de los Gobiernos con los medios de comunicación, así como las complicaciones que presenta la relación entre el capital privado con los medios de comunicación por los conflictos de intereses que necesariamente surgen entre quienes sostienen las empresas de medios y las perspectivas que guían el sentido de los mensajes que dan a las audiencias.

No es coincidencia que los estudios de comunicación en las diferentes facultades de dicha disciplina hayan advertido que los postulados de teóricos como Marshall McLuhan, Michel Foucault o Noam Chomsky sean observaciones que sirven para acercarse desde la comunicación a fenómenos como los cambios sociales impulsados por la interacción sin mediación de los periódicos, la radio o los noticieros de televisión entre ciudadanos. Esta interacción, facilitada por las convergencias digitales, explicaría hechos que el documentalista argentino analiza acompañado de otros académicos, profesionales de medios de comunicación, analistas políticos e incluso expertos en marketing político.

Para McLuhan, por ejemplo, no sería de extrañarse que los movimientos estudiantiles chilenos o el rechazo al Acuerdo de Paz realizado por el Gobierno colombiano con las Farc se vieran influenciados por una comunicación directa y casi tribalizada entre los ciudadanos, o incluso entre actores de la política y los ciudadanos sin la mediación de portales informativos digitales o de cualquier índole.

Los medios como herramientas de manipulación

En la actualidad, por ejemplo, las Fake News (noticias falsas) se comparten a través de redes sociales y plataformas de comunicación personal como Whatssap y frecuentemente son contenidos que no solo no informan sino que alteran las posiciones de la opinión pública con intenciones a favor o en contra de ciertos postulados ideológicos. Posturas como las denominadas izquierda, derecha, o cualquier otra visión enmarcada en conjuntos poco claros pero ya instaurados en los imaginarios colectivos como “comunismo”, “castrochavista” o “paramilitar”, desdibujan las realidades e impactan en la posturas políticas sin suficientes criterios argumentativos.

Al respecto, advirtió desde la década de los sesenta del siglo pasado el pensador francés Michel Foucault, no es sabio perder de vista el carácter histórico de conceptos y categorías lingüísticas ampliamente difundidas en medios de comunicación y redes sociales que permiten al poder de turno amoldar o ajustar aspectos de la vida social y cultural del ser humano.

De esta manera, si los medios de comunicación o los mismos ciudadanos no analizan con suficiente criterio la información que llega a sus manos, banderas como “el enfoque de género”, el “castrochavismo”, “mamerto” o “fascista” se convierten en conceptos difusos con el poder de alterar el estado de las cosas en un país con tan solo ser mencionados por líderes de opinión y políticos

Así, el mensaje pierde importancia y los conjuntos de valores asociados a cada categoría cobran más relevancia que la argumentación de uno u otro actor de la vida política.

Chomsky, por otro lado, ha advertido la facilidad con la que los medios de comunicación (incluyendo las redes sociales) pueden ser utilizados para manipular a las audiencias, por lo que ajustar los criterios de los consumidores para enfrentarse al uso indebido -sin importar de quién o qué institución lo haga- se hace cada vez más un aspecto clave en la cultura política de los ciudadanos. Así, el académico señala que, en su criterio, la estrategia de manipulación a través de medios de comunicación consta de 10 pasos: la distracción de los verdaderos problemas que deberían estar en la agenda; la creación de problemas sin importancia con sus respectivas soluciones; lograr la aceptación gradual de medidas inaceptables a partir de mensajes distribuidos en largos periodos de tiempo; presentar temas claves como asuntos sin importancia o que se pueden aplazar; o dirigirse al público como criaturas de poca edad (en etapa de niñez).

También, señala el académico, se utiliza el uso de aspectos emocionales mucho más allá que la reflexión seria; mantener mal informado al público, así como acostumbrar a la audiencia a ser complaciente con la mediocridad de la información. De la misma forma, Chomsky señala que se enfatiza en reforzar la autoculpabilidad, es decir, hacer creer a las personas que el único culpable de sus desgracias son ellos mismos sin la injerencia de actores externos que, por ejemplo, manejan la economía y las políticas públicas. Todo eso, como décimo paso de la manipulación, se debe a un juicioso estudio de los manipuladores de las audiencias, pues como explica el investigador, para lograr los nueve aspectos anteriores, es fundamental conocer a los individuos mejor de lo que se conocen a sí mismos con el fin de que la manipulación pase al descubierto y el público tenga la falsa sensación de que ellos están tomando las decisiones apoyando una u otra postura impulsada por los mismos manipuladores, normalmente afincados en el poder político y económico.

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Todo esto y más hace parte del análisis que propone Riorda a los televidentes de Señal Colombia con la serie documental En el nombre del pueblo, que estará en las pantallas desde el miércoles 2 de mayo hasta el viernes 18 del mismo mes a las 8:00 p.m. (ver programación).