Suena la tierra
Suena la tierra
20 / 04 / 2018

¡Suena la tierra! El reto de ser campesino


Por David Jáuregui Sarmiento
David Jáuregui Sarmiento
20 / 04 / 2018
Suena la tierra
0

El pequeño campesino no limita su trabajo al cultivo de alimentos. También se enfrenta a los retos del conflicto, la modernidad y la supervivencia de su identidad.

Mucho se dice cuando se celebra el día de trabajo sobre los derechos de los trabajadores, de la mano de obra en las fábricas y oficinas que operan en las capitales del país. Sin embargo, de quienes a pala y machete extraen de la tierra el alimento de los hogares colombianos solamente hay registro en las estadísticas oficiales, ignorando muchas veces a los trabajadores del campo como base de nuestras sociedades, pues son ellos quienes producen la comida que mantiene con vida a las capitales y municipios colombianos. 

La serie documental 'Suena la tierra' explora el diario vivir del campesino, retratando aspectos fundamentales de la vida en el campo, desde la vida en familia, los conflictos por costumbres arraigadas al machismo, la dificultad de acceso a la educación formal; las organizaciones campesinas con las que el labriego se apoya para hacer llegar sus productos a las plazas de mercado, y cómo se han beneficiado de las políticas públicas impulsadas por diferentes gobiernos. De la misma forma, en su narrativa se pueden identificar incluso las costumbres, creencias y valores que caracterizan al labriego y que, junto con la técnica, el conocimiento heredado de la labor en el campo, hacen al campesino colombiano fundamental para el desarrollo productivo del país.

Todo esto, además, ya está disponible en nuestra plataforma RTVCPlay.

Pero, porqué el campesino es tan importante para Colombia es otro cuento: trabajar la tierra es uno de los trabajos de más importancia para el país, pues según cifras del tercer censo agropecuario elaborado por el Departamento Nacional de estadística (DANE), el trabajo de los campesinos colombianos produce al año cerca de 34 millones de toneladas de comida en productos como tubérculos (papa, yuca, ñame, entre otros), plátano, cereales y frutas. Todos ellos elementos clave en la dieta básica de los hogares de nuestro país.

Pero tampoco es un secreto que al pensar en campesinos también hablamos de un trabajo riesgoso y con pocas garantías a pesar de su importancia.

En la actualidad, de los 41,5 millones de hectáreas del territorio nacional destinadas al sector agropecuario, tan solo 7,1 millones de hectáreas están pensadas para cultivos, mientras que los restantes 34,4 millones se destinan a la ganadería extensiva, que en comparación con los cultivos agrícolas muy pocos campesinos se benefician. Y, aún así, en 2012 el 70% de la comida producida en el país era extraída de la tierra por pequeños campesinos.

Es decir, pequeños campesinos que contaban con menos de una Unidad Agrícola Familiar llevaron a los hogares al menos siete de cada diez papas que llegaron a los platos colombianos.

Hace tan solo seis años, cuando el acuerdo de paz en La Habana con las desmovilizadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) era apenas un escueto intento más por llegar a la paz con las disidencias armadas, al hablar de pequeños campesinos se pensaba en el 80% de esta población. Para esa época, en los 20 años que acababan de transcurrir, calculó el Instituto de Ciencia Política Hernán Echavarría y la Revista Semana, fueron despojadas 6,6 millones de hectáreas, un poco menos de la totalidad que hoy en día tiene el país destinado a la producción agrícola.

Esos despojos dejaron también dos millones menos de labriegos en el campo, según el Dane. De acuerdo con dicha institución, entre 2005 y 2016 dos millones de campesinos abandonaron sus territorios para desplazarse a las ciudades, donde su quehacer, aunque valioso en el sector agrícola, vale menos por las exigencias de preparación educativa. Esos estándares educativos, no sobra resaltar, son uno de los índices preocupantes del sector, pues tan solo 1% de los ingresos a las universidades corresponden a jóvenes provenientes del campo.

De esta manera, el labriego que deja sus cultivos se expone a engrosar las filas del casi 20% de las viviendas desocupadas en los territorios rurales, y de otro 9,3% que ha dejado sus viviendas desocupadas temporalmente, según cifras de la misma institución.

Al problema del desplazamiento forzoso del campesinado colombiano se suma que debido a la falta de control del Estado, y promovido por grupos armados al margen de la ley, bandas criminales organizadas y narcotráfico regular, una porción importante de trabajadores del campo dedicó el fruto de su labor a la producción de la hoja de coca, materia prima fundamental para la producción de la cocaína que exportan los diferentes actores de la violencia. Frente a este problema, por ejemplo, los últimos años han resultado beneficiosos para labriegos de algunos sectores del país pues, como parte de lo acordado en la Habana, el Gobierno ha vuelto a impulsar a los pequeños campesinos para que su trabajo se vea reflejado en productos agrícolas legales que sustituyan los antiguos cultivos de coca.

Tráiler de Suena la tierra, serie de cinco capítulos que explora algunas de las mil caras del campo colombiano, sus retos en su oficio y sus retos en la preservación de su identidad.

Sin embargo, frente a la intemperie de la modernidad, en la que a pesar de su importancia para la economía, la subsistencia de las ciudades y el reemplazo de su mano de obra por la tecnificación del campo, el campesino colombiano también lucha por mantener sus tradiciones, sus conocimientos y su visión frente al mundo precisamente porquesu identidad no depende únicamente de su labor como productor de alimentos, sino todo lo que rodea hacer parte de un territorio, de una compresión del mundo y una forma de vida.

“Si a nosotros nos quitaran el territorio sería como decir acabar con nosotros; ya no seríamos los mismos. (…) Tuvimos tiempos en los que alternamos entre agricultura y minería artesanal, porque de no ser así legalmente no hubiéramos podido vivir. Por eso no olvidamos la agricultura, porque uno no come oro, y se es campesino porque vive en el campo, y tiene las mismas ideas y las mismas costumbres, porque sabe soportar el peso del territorio”, afirmó Félix Nazarit, campesino del Cauca, en la serie Suena la Tierra

Pero ese objetivo frente al paso del tiempo y los cambios en el campo y su modernización presenta el otro gran reto de los labriegos en todas las regiones del país: resistir para no desaparecer como campesino y convertirse únicamente en trabajadores de la tierra. Mantener sus costumbres a través de la tradición oral y la convivencia en comunidad, manteniendo su propio relato del mundo, sus valores y sus principios éticos, además de mantener los saberes que no hacen parte de la educación formal -básica o universitaria-, que también hace parte de su identidad, en la que mientras labran la tierra forjan su propia cosmogonía.