La primera película del director Gabriel González, Estrella del sur (2013), protagonizada por Julieth Restrepo, David Trejos, Biassini Segura y Carolina Galeano, cuenta la historia de un grupo de adolescentes que asisten a un colegio público al sur de Bogotá y que se ven vulnerados cuando en su barrio empiezan a aparecer folletos amenazantes de la "mano negra", una organización de “limpieza social”.
El largometraje logra impactar por la manera en que refleja la vulnerabilidad y la precariedad del sistema educativo colombiano, pues da la impresión de que tiene muchos intereses menos el de educar. Es así que sin apelar al excesivo dramatismo o violencia, González nos muestra sin filtro la realidad de miles de jóvenes colombianos, cuyas opciones parecen limitarse a perpetuar la violencia siendo presa fácil de la delincuencia y la criminalidad, o vivir día a día una lucha por la supervivencia.
“Creo que el cine debe visibilizar fenómenos sociales, históricos, o mostrarnos fenómenos humanos que muchas veces damos por sentado y que no vemos por que no nos interesa por estar en una zona de confort. La película producto de una búsqueda de hablar de lo que nos define como cultura, de este país que nos ha causado definirnos al torno a la violencia”, explicó el director de la película.
A lo largo de los 112 minutos de duración, las interpretaciones de Julieth Restrepo como una profesora de literatura, y las participaciones de David Trejos y Carolina Segura, como Antonio y Mónica, nos van dibujando un panorama humano que, a pesar de la vulnerabilidad, está cargado de sueños y metas, algunos de ellos aparentemente sencillos para otra parte de la sociedad, como conocer el mar en un país que tiene costas en dos océanos.
De acuerdo con González, fue su propia experiencia en colegios de barrios vulnerables la inspiración algunas de las historias que conforman el argumento de la película. De esta manera, la aparición de sujetos indefinidos (organizaciones ilegales) como la "mano negra”, la dificultad para alcanzar metas de quienes viven en la precariedad, la impotencia de los educadores, entre otras problemáticas analizadas, tienen su raíz en la realidad que se vive en las periferias de las ciudades del país.
“Ver cosas tan fuertes como por ejemplo el fenómeno de la limpieza social en acción saca de la comodidad a la gente y le recuerda que eso existe. La película se sale del cine como entretenimiento, y se presta para preguntarnos como ciudadanos qué cambios desde lo más elemental podemos hacer para que esas cosas no continúen en nuestra sociedad”, agregó González.
Al final, sentenció el director, lo que sucede en pantalla es el reflejo de una parte de la construcción cultural colombiana, por decirlo así, de una parte de la colombianidad. En este caso, lo que podemos ver es la forma de vida en los contextos urbanos periféricos, que además son muy recurrentes en Latinoamérica, y que viven de esta manera, entre la violencia, el abandono del Estado, el desprecio de quienes son más afortunados, y en fin muchas dificultades sociales que viven allí a diario.
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“Allí encontramos historias de crecimiento y de maduración muy fuertes. Más allá de todo eso, eso es lo que quise representar con la película”, concluyó el cineasta.