Cumbia tradicional del Caribe. Foto: MinCultura
12 de octubre: la cultura en el devenir territorial
12 / 10 / 2025

12 de octubre: la cultura en el devenir territorial


Por Linda Cárdenas Ramírez
Linda Cárdenas Ramírez
12 / 10 / 2025
Cumbia tradicional del Caribe. Foto: MinCultura
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En Colombia el 12 de octubre se celebra el Día de la diversidad étnica y cultural, al igual que en otros países del continente americano en los que se celebra lo plural. En cambio, en España es el Día de la Hispanidad, una fiesta nacional, y en Estados Unidos es el Columbus Day. En cualquier caso, la fecha tiene que ver con lo que se considera el inicio de la conquista española en el continente americano; lo que para unos es una celebración nacional, para otros evoca resistencia, pluralismo y diversidad. 

Celebrar la diversidad y la riqueza cultural de las historias regionales 

Devenir el 12 de octubre sobre el reconocimiento de la diversidad en el país supone una reflexión sobre las causas y las implicaciones de lo multicultural y lo pluriétnico. Reconocemos que, como sociedad y país, nos atraviesas unas trayectorias territoriales en las que suceden procesos, imaginarios y conflictos que constituyen lo que hoy celebramos como diversidad.

Es por eso que queremos hacer un reconocimiento a esas expresiones culturales que son resultado y fuente de inspiración para los imaginarios que construimos como país. Estas expresiones condensan procesos históricos de alta complejidad.  

Los apuntes que acá compartimos sobre la cumbia, el bambuco, la champeta o el joropo nos acercan a distintas dimensiones de las historias de las regiones. El componente musical como un factor narrativo con el que buscamos dignificar el valor y la función de la cultura en la configuración de identidades y de proyectos sociales. 

El bambuco y la pretensión de un proyecto nacional desde la región andina 

El bambuco es una de las expresiones culturales de más fuerza en la región andina, por lo menos en cuanto a la posibilidad de reforzar una identidad. No ahora, pero en el siglo XIX fue un dispositivo con el cual se buscó consolidar un proyecto nacional a partir de lo que simbolizaba el bambuco: la música que por excelencia escuchaban las élites santafereñas. 

Debido a la fragmentación regional de la época y al centralismo que experimentaba el país, el bambuco emergió como una expresión cultural hegemónica con la que se trató de establecer una serie de valores con pretensión de identidad nacional. Hizo parte de los repertorios con los cuales se buscó concebir una cultura dominante desde el eje andino sobre otros territorios del país. 

Las personas que escuchaban bambuco se asumían como una élite intelectual que pensaba en que serviría de herramienta para que el resto del país asimilara las características de lo que, para entonces, podría ser una idea de lo colombiano.  

Esta fue una pretensión que se agotó con el tiempo, es evidente que, a diferencia de otros ritmos, el bambuco ha desaparecido de las fiestas y de las ferias, dejándole el paso a otras manifestaciones culturales que perduran y que se renuevan, como la cumbia o el joropo. 

Como nota al pie, también debe referenciarse la guabina, otra expresión cultural de la región andina que estuvo principalmente vinculada a las labores del campo. 

Herencia africana y caminos de resistencia en la cumbia, el currulao y la champeta 

La cumbia sin duda es una de las expresiones culturales más representativas y de distinción internacional. Se ha transformado y se ha adaptado a diferentes contextos, tanto temporales como espaciales. No es raro que sobre la cumbia tengamos imágenes de gaiteros y tamboreros en el norte de Colombia, pero también de jóvenes bailando en las barriadas de las grandes ciudades de Latinoamérica. 

En todo caso, el proceso histórico de emergencia y consolidación de la cumbia recae sobre el cimarronaje y la constitución de palenques como resistencia al proceso de colonización española.  

El cimarrón fue una figura designada principalmente a esclavos negros, pero también a indígenas, que se rebelaron contra sus amos españoles y asumieron una vida fuera de los enclaves mineros o de las haciendas. Y los palenques fueron los lugares que fundaron las personas que huían de la esclavitud; asentamientos fortificados para el desarrollo de modos de vida autosuficientes, autónomos y en libertad. 

La cumbia combina los tambores africanos y los vientos de las gaitas indígenas. Es muestra de un proceso de sincretismo que también se dio al margen y en resistencia a la conquista española. En los palenques apareció la cumbia como expresión cultural de un proceso histórico que influyó en las gestas independentistas. 

Hoy por hoy, la cumbia se ha expandido por muchos países y se ha convertido en parte de la matriz sonora de América Latina. Algo tiene en su esencia que se mantiene como un fenómeno continental a pesar de carecer de difusión mediática.  

Conserva su carácter de clase popular y, aunque cada vez más hace presencia en las grandes ciudades, nos recuerda su procedencia campesina, negra e indígena como expresión de los lugares de resistencia. 

El currulao es una manifestación cultural del Pacífico colombiano. El origen de su ritmo procede del continente africano.  

Hay quienes dicen que su nombre se debe al del tambor tradicional para la ejecución del ritmo currulao: el cununo, que por corrupción idiomática pasó a ser ‘currulao’. Otros lo atribuyen a las formas que adopta su baile, en la que la coreografía se traduce en un “acorralamiento” de la mujer: acorralar – currulao. 

El baile tiene un origen. Se asocia con el movimiento de los barcos en que los esclavos africanos llegaban a América. El subir y el bajar del barco por el ritmo de las olas se convirtió en recuerdo permanente de los esclavos sometidos a trabajar en las minas. Allí crearon una danza que asemejaba este movimiento y que poco a poco constituyó el currulao.

La concentración de esclavos en el Pacífico colombiano, la misma que en el siglo XVII se encargó de producir la mayor cantidad de oro del mundo, es hoy una de las áreas de supervivencia africana más representativas del país. Durante el siglo XVIII y XIX las comunidades negras libres colonizaron el litoral pacífico, desarrollando una cultura y una forma del paisaje en particular, lo que la profesora Claudia Leal llama ‘Paisajes de Libertad’. 

Hoy esta cultura de resistencia y mezcla de ritmos africanos se expresa en la champeta, música de resistencia y de identidad afrodescendiente moderna. Ya no en las minas, ni en las selvas del Pacífico, ni en los palenques, sino en las ciudades de la costa Caribe colombiana. 

No se trata una música que represente específicamente un proceso histórico, pero sí es la expresión cultural de un tipo de relaciones sociales que se estrechan en los eventos festivos en que circula la champeta y también en los lugares en que se producen sus piezas musicales. 

Su carácter barrial la ubica por fuera del canon hegemónico, ilustrado y folclórico de la música colombiana. Pero es este mismo el que materializa unas formas de expresar la existencia de miles de jóvenes que se congregan en torno a pequeñas y rústicas empresas de producción musical. La champeta se debe a los ‘picós’, máquinas musicales con las que se produce música al margen de las grandes industrias. 

La herencia europea en el joropo llanero

El joropo tiene un alto grado de influencia europea, y no solo por el uso del arpa. Sus orígenes están asociados al fandango, las folias y a las malagueñas andaluzas, que, a su vez, son el resultado de 800 años de influencia árabe en España. Este viaje al continente americano se da de la mano de marineros y trovadores españoles, que habrían sido pioneros de piezas musicales o de trova semejantes al joropo. 

Sin embargo, el uso de instrumentos como las maracas y el cuatro expresan el profundo sincretismo de la música, transformando expresiones españolas en uno de los referentes culturales más importantes del norte de Suramérica. Fueron los campesinos de los llanos orientales y quienes se asentaron en territorio venezolano los artífices de un ritmo que se baila con un zapateo que no se parece a ningún otro en el mundo. 

El joropo es también la expresión de la unión territorial y cultural que tenemos con Venezuela, país en el que es considerado como el baile nacional. Aunque allí también existen el joropo oriental y el central, solo el joropo llanero, que se extiende por la cuenca del Río Orinoco, es común a ambos países. 

Su potencia cultural está en la forma en que integra canto, poesía y danza como una expresión popular del campesinado. Gran parte de su atractivo es la creatividad al momento de improvisar sobre estructuras rítmicas establecidas, que no limitan a la imaginación sino que la potencian. Su sentido narrativo sobre la naturaleza, el amor y el trabajo en el campo son una característica que, probablemente, dé cuenta de la relación con el estilo poético de marineros y trovadores españoles. 

Como estas, también podríamos trazar la trayectoria de la diversidad cultural contemporánea a partir de las fusiones modernas y de los ritmos urbanos, que son la expresión de nuevas formas de emergencia de la cultura. Como el vallenato que tiene que ver con el mercado de acordeones. O la salsa con el impulso de una industria discográfica. Incluso el Reggaetón, que mezcla sonidos locales y posiciona la imagen de Colombia en el mundo. 

En cualquier caso, la diversidad cultural seguirá siendo el reflejo de procesos territoriales en los que se entrecruzan costumbres, talentos e imaginarios que expresan la forma en que nos constituimos como sociedad y como país.

Plan Nacional de Cultura 2024-2038: una apuesta por los territorios 

El Gobierno del Cambio, a partir del liderazgo del Ministerio de Cultura, ha entregado al país el Plan Nacional de Cultura 2024-2038. Se trata de una apuesta por reivindicar la diversidad del país, y en contra de visiones hegemónicas sobre la cultura y el acceso a esta. Promueve el diálogo intercultural como una forma de restauración ante la violencia y el despojo que han sufrido millones de personas en el país. 

El Plan Nacional de Cultura se basa en un enfoque territorial, base sobre la cual se busca generar esquemas de articulación y descentralización para la gestión de la cultura. Esto lo hace reconociendo los territorios como espacios dinámicos en los que emerge la cultura y, en torno a esta, prácticas de cuidado de la vida, de la sociedad y del ambiente. 

Esta hoja de ruta para los próximos 15 años del sector cultura en Colombia tiene un enfoque biocutural para que los territorios sean los protagonistas. Por primera vez, un Plan Nacional de Cultura contará con capítulos específicos para los pueblos indígenas, el pueblo Rrom y las comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras. (Fragmento PNC) 

Por construirse de forma democrática y participativa, el Plan Nacional de Cultura pretende un cambio en el paradigma en la comprensión de la cultura en el país y de la gestión cultural, pues recoge propuestas y plantea rutas de acción sobre el diálogo intercultural, la memoria, la creación cultural, la gobernanza y la sostenibilidad de los procesos culturales.

Con esto, el Gobierno busca saldar una deuda histórica sobre la aplicación efectiva de la Constitución de 1991 que presenta a la cultura como elemento constitutivo de la construcción de país y como herramienta para superar décadas de violencia y horror.