Tomada de la serie documental "Inventos extraordinarios"
Imagen de la serie documental Inventos extraordinarios
24 / 07 / 2018

Los científicos lo han dicho: debemos tener cuidado con la ciencia


Por David Jáuregui Sarmiento
David Jáuregui Sarmiento
24 / 07 / 2018
Serie

¿Qué inventa?

Tomada de la serie documental "Inventos extraordinarios"
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En general, todo lo que usamos en nuestra cotidianidad es producto de la ciencia, pero incluso algunos científicos han puesto en tela de juicio las bondades de la ciencia cuando no se usa para el beneficio de la humanidad. Descubre con nosotros por qué.

La ciencia en occidente es prácticamente todo. Es la forma en la que se nos enseña desde las escuelas a estudiar, comprender y hacer conclusiones sobre el mundo, así como todos los fenómenos que ocurren en la cotidianidad, por ejemplo los fenómenos sociales y económicos.

La ciencia, a partir de la formulación de teorías e hipótesis comprobables y reproducibles posteriormente denominadas leyes, ha sido el motor de desarrollos de importancia fundamental para la humanidad, como los avances en medicina, la construcción y el transporte.

En la serie Inventos extraordinarios se puede ver, por ejemplo, cómo la investigación médica a lo largo de décadas de investigación ha alargado la esperanza de vida de los seres humanos, mejorando no solo la capacidad de vida de las personas, sino también los años de productividad (de trabajo). De la misma forma, muestra cómo la informática, el conjunto de conocimientos técnicos que se ocupan del tratamiento automático de la información por medio de computadoras, ha permitido toda una serie de avances en todos los campos de conocimientos y de la vida cotidiana para los seres humanos.

 

Imagen de la serie "Inventos Extraordinarios"

 

 

Sin embargo, a lo largo de la historia, grandes pensadores han llegado a la conclusión de que el conocimiento y la investigación pueden ser armas de doble filo y, así como traen progreso y avances para la humanidad, también han desarrollado herramientas científicas para la muerte; o que por un mal uso puede llegar a desestabilizar las organizaciones políticas humanas (como por ejemplo la democracia con el auge de los teléfonos celulares, el acceso a la información y el uso que cada individuo hace de estos).

Martin Heidegger, uno de los más grandes filósofos del último siglo, en uno de sus discursos más importantes, llamado La pregunta por la técnica (1953), señaló que aunque para todos nosotros hoy son insustituibles las instalaciones, aparatos y máquinas del mundo técnico y sería necio marchar ciegamente contra el mundo de la ciencia.

Sería miope querer condenar el mundo técnico como obra del diablo. Dependemos de los objetos técnicos, estos nos están desafiando, incluso, a una constante mejora. Sin darnos cuenta, hemos quedado tan firmemente fundidos a los objetos técnicos, que hemos venido a dar en su servidumbre.

Martin Heidegger, filósofo.

Para Heidegger, los humanos “podemos, ciertamente, servirnos de los objetos técnicos y, no obstante, y pese a su conveniente utilización, mantenernos tan libres de ellos que queden siempre en desasimiento de nosotros. Al usar los objetos técnicos, podemos tomarlos como deben ser tomados. Mas al propio tiempo podemos dejar a esos objetos residir en sí mismos como algo que no nos atañe en lo más íntimo y propio. Podemos dar el sí a la ineludible utilización de los objetos técnicos y podemos a la vez decir no en cuanto les prohibimos que exclusivamente nos planteen exigencias, nos deformen, nos confundan, y por último, nos devasten”.

Imagen de la serie "Inventos Extraordinarios"

 

Esto quiere decir que, como para Heidegger y muchos otros pensadores, la ciencia es una de las maravillas que ha desarrollado el ser humano, siendo esta uno de los pilares de su aparente dominio del mundo, pero no por eso debemos entregarnos a sus resultados de forma ciega, pues la misma ciencia ha concluido en asuntos devastadores para la humanidad.

Isaac Asimov, escritor, científico y uno de los grandes representantes de la ciencia ficción, ha denotado estas preocupaciones en la cultura popular con libros como Yo, Robot, pues él como tantos identificó que “el aspecto más triste de la vida en este preciso momento es que la ciencia reúne el conocimiento más rápido de lo que la sociedad reúne la sabiduría”, aludiendo a que los límites de la ciencia deben ser demarcados por la humanidad, y no al contrario, donde se hace incontrolable. De ahí que uno de los ejes temáticos de sus obras fueran el desarrollo de la robótica hasta puntos incontrolables para la sociedad.

 

Los malos momentos más famosos de la ciencia

Si nos ponemos quisquillosos podremos ver que, como señaló Heidegger, bien puede ser de utilidad para la humanidad saber dibujar la línea entre cuándo usar la ciencia y cuando no, para que no sea la ciencia -con posibilidades ilimitadas- la que trace esa línea para los seres humanos.

Tal vez el ejemplo más famoso es el de la bomba atómica. Para la creación de la bomba atómica el Gobierno de los Estados Unidos reclutó a cuatro de los más grandiosos científicos de la historia humana: Enrico FermiErnest LawrenceRobert Oppenheimer y Niels Böhr. Estos cuatro hombres de ciencia, junto con otros 13.000 empleados, se dieron a la tarea de trabajar en el “Proyecto Manhattan”, que tendría como fin el desarrollo de la bomba atómica.

Leer: ¿Qué pasa cuando la ciencia termina al servicio de la guerra? 

 

Tras su finalización y prueba final en Alamogordo, Nuevo México, Oppenheimer con arrepentimiento a la vista declaró: “Ahora me he convertido en la muerte, en el destructor de mundos”, pensando en las consecuencias a largo y corto plazo que tenía aquel invento desarrollado en el marco de la Segunda Guerra Mundial.

La bomba atómica no solo significaría la muerte de cerca de medio millón de japoneses en un abrir y cerrar de ojos, sino también una serie de eventos históricos aglutinados en la llamada Guerra Fría, que auguraban el fin del mundo humano debido a una guerra nuclear que terminaría por destruirnos a todos. Dentro de estos eventos resultaron, por ejemplo, la división del mundo en solo dos visiones de organización económica y social (comunismo versus capitalismo), el aislamiento definitivo de Cuba del mundo, e incluso juegos olímpicos saboteados por esta división de la visión del mundo y la amenaza de cada bando por destruir la humanidad solamente por imponer su visión del mundo.

 

Otro ejemplo de desarrollos científicos que han puesto a prueba la supervivencia de nuestra especie son los combustibles fósiles, pero especialmente de la gasolina con plomo.

Por un lado, a pesar de los beneficios industriales y de otras índoles (como el transporte) que se han desarrollado por estos combustibles,º hoy en día han demostrado que tienen demasiada responsabilidad con respecto al efecto invernadero y la destrucción de la capa de ozono, como probó serlo la gasolina con plomo. Sin embargo, y aún cuando la misma ciencia ya determinó los daños que provoca, hoy los seres humanos somos presos de su uso sin importar las consecuencias que acarrea no cambiar los fósiles por otras fuentes de energía emergentes.

 

Otro invento devastador está relacionado con el famoso galardón internacional que se otorga para reconocer a personas o instituciones que hayan llevado a cabo investigaciones, descubrimientos o contribuciones notables a la humanidad: el premio Nobel.

El 14 de julio de 1867, Alfred Nobel, un químico e inventor sueco, descubrió la fórmula para que la nitroglicerina fuera más fácil de almacenar. Con ello creó, además de los famosos tubos (rojos) para contener la dinamita, los dispositivos para hacerla estallar a distancia, y también transformó los procesos de construcción y el trabajo en minas, pero también con su invento modificó la producción de armas

 

Con el tiempo, Nobel amasó una enorme fortuna con su creación, pero también una gran preocupación que lo llevó a dejar escrito en su testamento que sus riquezas fueran utilizadas para premiar a los inventores y mentes destacadas que hicieran el bien.

De la misma forma, los avances de ingeniería no solo se han usado para crear máquinas impresionantes como las máquinas de exploración espacial, las máquinas encargadas de ayudar a levantar majestuosas construcciones o mejores y más eficientes medios de transporte, sino también para mejorar y hacer más eficiente el arte de matar.

Podemos recordar, como ejemplo, cuando la ingeniería y la ciencia también pueden terminar en historias de horror con la creación de la AK-47, arma de asalto considerada una de las genialidades más sobresalientes de la ingeniería. Tanto así que se trata del arma de fuego de mayor producción en la historia y registra más de 80 millones de unidades manufacturadas y una de las protagonistas de muchos de los conflictos armados del planeta, pues su producción no es costosa y se trata de un arma de altísima fiabilidad.

En la actualidad se produce de forma legal e ilegal (sin permiso de los propietarios de la invención) en casi dos docenas de países, entre ellos Estados Unidos, Polonia, Rumania, Corea del norte, entre otros. En otras palabras, es la máquina para matar más vendida y comprada en el mundo porque es barata y en su trabajo de cegar vidas es arrolladora.

 

La Avtomat Kaláshnikov modelo 1947 (AK-47) fue creada por Mijaíl Kaláshnikov, un militar y diseñador de armas ruso que murió a los 94 años en diciembre de 2013. Kaláshnikov, sin embargo, con el paso de los años vio en lo que resultó su invento, y en sus últimos años de vida soportó "un dolor espiritual insoportable", según escribió en abril de 2013 en una carta dirigida al patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa.

Pero ahí no acaba todo, porque no todo está relacionado con las artes de la guerra.

La heroína, considerada una de las drogas más adictivas física y psicológicamente, no fue inventada por algún exótico narcotraficante afgano o birmano (países donde se registra la mayor producción de dicha sustancia), sino por una de las compañías farmacéuticas con más reputación del planeta: Bayer.

En 1895, la compañía farmacéutica alemana Bayer comercializaba diacetilmorfina como uno más de sus productos bajo receta médica con el nombre comercial de heroína. Esta se desarrolló principalmente como un sustituto de la morfina, un supresor de la tos que “no creaba adicción ni otros efectos secundarios", aunque hoy en día sabemos que no fue así.

La morfina en ese momento era una droga recreativa popular y Bayer deseaba encontrar una similar, pero que no creara tanta adicción. En este tema no solo falló la compañía, sino que solamente hasta 1971, casi un siglo después, el uso de la heroína en todo el mundo quedó restringido solo en usos específicos y en pequeñas cantidades, así como en estudios científicos controlados estrictamente.

El número exacto de muertes por sobredosis e infecciones de enfermedades por contacto de sangre es aún indeterminado.