Entrevista con Pepe Mujica, concedida el 17 de junio de 2022 a Erick Duncan, director de Señal Literaria de Señal Colombia, en un contexto nacional de elecciones presidenciales y de transformaciones políticas globales.
Aunque no alcanzó a tener hijos, José “Pepe” Mujica parece el abuelo de Latinoamérica. Fueron catorce años los que estuvo como preso itinerante, atormentado por torturas y vilezas de todo tipo. Pudo haber sido la locura, un cierto tipo de locura, lo que paradójicamente lo salvó de enloquecerse en los peores años del encierro, cuando empezó a acercarse a las hormigas para descubrir que podía oírlas gritar y se hizo amigo de nueve ranitas inocentes que lo ayudaron a paladear el tormento.
Cuando llegó a la presidencia de Uruguay, no eran pocos los que lo veían como un campesino pobretón con ínfulas de filosofo que citaba a Antonio Machado en sus discursos de vida, pero sus acciones, porque siempre se consideró un hombre de acción, adquirieron un eco tan potente que los críticos empezaron a callarse: decidió quedarse únicamente con el 40% de su salario de presidente y el resto donarlo a causas sociales. También prefirió quedarse viviendo en su chacra de clase media empobrecida, extraviada en las periferias de Montevideo, que vivir en la habitual comodidad y elegancia que suelen rodear la vida de un presidente.
🕊️ Rendimos homenaje al humanista, líder progresista y expresidente uruguayo Pepe Mujica.
Un hombre que vivió con coherencia, habló con el corazón y gobernó con principios.
Su legado no se mide en poder, sino en palabras que seguirán inspirando generaciones. 🌱✨
Porque Mujica… pic.twitter.com/2Zk9Kp939S— Señal Colombia (@SenalColombia) May 14, 2025
Cuando llegaba a una convención de mandatarios y le tocaba hablar, Mujica terminaba recitando las lecciones que le dejaron los años de encierro, la austeridad que acompañó desde entonces su filosofía de vida y la necesidad de que cada individuo llene de contenido su paso por esta experiencia frágil y breve más allá, mucho más allá del consumismo pueril que nunca se cansó de denunciar.
Pepe Mujica, en el abismo de sus 87 años, era uno de los políticos más particulares del mundo y ahora una leyenda. Desde su casa en Uruguay, al otro lado de la bocina, escuché su voz, llena de sabiduría, esperanza y algo de cansancio. El texto que sigue es la transcripción de esa conversación pausada, un corto y valioso espacio de tiempo que me dio antes de volver a su tractor y a la chacra a la que destinó su último soplo de vida.
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En Colombia estamos a días de unas elecciones históricas. Usted ya le envío su apoyo a Gustavo Petro, uno de los herederos de un movimiento al que le exterminaron sus principales líderes, un político que se viene abanderando de la paz hace varios años. ¿Cómo ve a Colombia en esta coyuntura?
Bueno, Colombia es un país potencialmente formidable pero afectado por un proceso muy largo, que empezó hace muchos años con el asesinato de Gaitán y que tuvo consecuencias insospechadas, y ha pagado un precio tremendo, es probable que haya cerca de 20 millones de trabajadores que nunca se puedan jubilar, en ese país formidable que tiene una naturaleza tan prodiga.
Ese hombre tiene que encontrar un camino de conciliación porque la historia en los últimos 20 años ha cambiado más que en los últimos 200 años y hay que hacerse cargo de que estamos en otro mundo y que se nos viene encima el mundo del conocimiento, que hay que gastar una fortuna en la cabeza de nuestros muchachos porque si no van a quedar en el mundo de los irrelevantes.

El mundo desarrollado nos lleva ventaja no solo en capital, en propiedad del conocimiento, y esta es una proeza que tenemos que hacer, para nuestros hijos, para nuestros nietos. Pienso que Colombia tiene las condiciones, pero hay que combatir un poco el odio, el amor y el odio son parientes, pero el amor es creador y el odio termina destruyéndolo todo. La democracia parlamentaria no es perfecta, pero es lo mejor que tenemos porque nos ayuda a convivir y a respetar a quienes tienen visiones distintas. Y a negociar, a negociar y a negociar, para conseguir salidas posibles y útiles.
¿Por qué apoya a Gustavo Petro? ¿Lo conoce?
Pienso que Gustavo Petro tiene mucha experiencia y pertenece, por empatía, a los problemas sociales. Tiene que crecer la economía, pero también hay que luchar para que reparta porque eso es lo que empieza a asegurar la paz, al fin y al cabo, las sociedades más justas terminan dándole más tranquilidad a todo el mundo.
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Ese es el desafío de Colombia, los colombianos son mis hermanos y pertenecen a esta patria común latinoamericana que no hemos podido conformar pero que, a lo mejor, las generaciones que vienen puedan hacer algo para que existamos en el mundo y Colombia tiene mucha posibilidad y mucha responsabilidad.
Yo conocí a Petro cuando era alcalde, hace tiempo, es mucho más joven que yo, pertenece a otra generación. Yo tengo 87, ando cerca de los 90, pero bueno, algo he aprendido de tan viejo que soy.
Usted siempre ha dicho que lo importante, más allá de caerse, es levantarse, pero en Colombia asesinan líderes sociales y excombatientes casi a diario. En el paro del año pasado, quedamos con un saldo de más de setenta desaparecidos. ¿Quién se levanta en nombre de todos esos dolores y esas ausencias?
Justamente creo que esa carga de odio acumulada, y creer que van a cambiar la realidad a los tiros y con enfrentamientos, lo único que hace es paralizar a Colombia y destruirla. Yo no la conocía y cuando conocí esos campos, cuando vi lo que era el Valle del Cauca, la fertilidad de esas montañas, esos ríos y esa tierra, me quedé impresionado.
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Fue como ver el continente de la abundancia y me decía: no puede ser que este pueblo se esté autodestruyendo, con esta naturaleza maravillosa. Hay que salir del odio y hay que aprender a negociar y respetar las diferencias, y donde no se pueda lograr cien, lograr veinte, pero acordar. Más vale paciencia y construcción que pechar y llevarse el mundo por delante porque si uno deja gente dolorida, recoge tempestades.
Mira, aquí en nuestra historia aprendimos una cosa, cuando llegaron los caballos, en esta parte de América los indios no conocían el caballo, pero no lo amansaron a palo como en Occidente, ¿sabes cómo lo amansaban? Le juntaban el menor pasto que tenían y se lo daban en la boca, y lo acariciaban y lo acariciaban y lo acariciaban, y le traían la mejor comida y lo trataban bien, ¿y qué pasó? Eso les llevaba mucho tiempo, pero el caballo de los indios, cuando el indio caía herido, se caía al lado porque se había convertido en un amigo.
Por el lado del respeto y del cariño cosechas mucho más que por el lado de los fusiles: pero hay que tener paciencia, a veces estamos muy apurados y nos creemos que el mundo lo cambiamos en una pechada. Y bueno, espero que se puedan encontrar a ustedes mismos y que se quieran un poco más.
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Claro, pero eso no es tan fácil en un país que se hizo famoso en el mundo por votar NO en el plebiscito por la paz. Puede que seamos un país bobo, o que el gran problema de Colombia sean los colombianos...
Sí, y creo que hace mucho que pasó eso también, porque cuando uno ve la historia dramática de Colombia, es una intolerancia brutal, y hay que convertir el enemigo en adversario, pero para eso hay que respetarse mutuamente, conversar, intercambiar, tratar de hallar mínimos puentes en común.
Pero gane el que gane, ningún presidente es Dios, el pueblo y la gente que lo vote tiene que poner el hombro, esta es una responsabilidad colectiva, no le echen la carga solo al que gana porque no son los jefes los que cambian la historia, los que cambian la historia son los de la fila india, el pueblo anónimo cuando entra a una canaleta y pone el hombro, y si una parte importante del pueblo no pone el hombro no hay gobierno que pueda hacer un carajo.
¿Cuál debe ser el papel de la mujer en esa metida de hombro?
Si la mujer no participa, estamos fritos. La naturaleza le puso ciertas cosas que son insustituibles. Las mujeres pueden rescatar un país.
¿Qué piensa de Francia Márquez?
Me parece que esa compañera es una especie de símbolo por el color de su piel, por su condición social, por lo que ha vivido y cuántas como ellas habrá en la soledad de esas montañas de Colombia. Un ejército de mujeres es un refugio de la ternura humana. También las sociedades deben darle a la mujer el papel y el reconocimiento que le puso la naturaleza, transformar en decisión lo que creó la naturaleza.
Yo creo que es una fórmula que tiene muchas posibilidades de representar la diversidad del pueblo colombiano. Yo no puedo hacer otra cosa que desearles suerte de todo corazón; ya han vivido muchas aventuras negativas, tengan el coraje de hacerle una apuesta al porvenir. Peor de lo que han pasado, ¡nada!

Claro, es que Colombia es un país desplazado, hemos ocupado los primeros lugares con más desplazados internos en el mundo
Ese es un país en el que siguen existiendo lugares donde no llega el Estado ni por orden del juez. Sé que tantos años de guerra les comió gran parte del presupuesto y eso fue un costo que se transformó a la larga en deuda social: menos hospitales, menos escuelas, menos fuentes de trabajo y más plata en fusiles, en minas y en helicópteros dando vueltas y eso, aunque la gente no lo vea, termina castigando sobre todo a los más pobres. Hay que terminar esa lógica infernal, la paz no es solo conveniente desde el punto de vista humano, ¡es tremendo negocio para la economía y la estabilidad! Hay que gastar en médicos y maestros y menos en soldados.
Usted dijo que la vida era como una gran carretera que uno debía cruzar a pesar de que los carros pasan muy rápido
Sí, es un poco el reflejo de mi vida porque en otro tiempo, intentando cruzar, también me atropellaron, y me di cuenta de que hay que tejer y tejer con paciencia, y hay que pelear porque la vida es una aventura, y hay que plantearse a qué venimos a la vida, ¿a pagar cuentas? ¿A confundir ser con tener y estar desesperados por comprar algo nuevo cada día? ¿O venimos a tener un poco se seguridad material y tener tiempo para ser felices? ¿Y sabes lo que es ser feliz?
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Cuidar los afectos, tener tiempo para la familia, para los amigos y no que la vida sea una carga porque cuando te vuelves a mirar al espejo ya eres un viejo destruido que pudo pasarse la vida pagando cuotas. Un poco de tranquilidad y paz, y junto al trabajo, quiero recordar que el trabajo debe generar riqueza, pero también debe repartir. En el cajón no tendremos bolsillos para llevarnos la plata y los gusanos se harán cargo, hay que ser un poco más solidarios con los que están acá, hay que querernos un poco más. Espero que aprendan del dolor que han vivido porque el dolor, si no nos destruye, sirve para aprender más que los triunfos.
¿Y los grandes dramas y miedos que estamos viviendo a nivel ambiental, son problemas en realidad políticos?
Claro, es así, hace más de 30 años sabemos lo que pasa, en aquel congreso de Kioto nos dijeron lo que había que hacer, y lo sabemos. No es que la ciencia falle, es que no ha habido voluntad política, ha sido imposible juntar voluntad política para poner la casa en orden.
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Usted, que también fue torturado y vivió tiempos difíciles, ¿le teme a algo, le tuvo miedo a algo alguna vez?
Le tengo miedo a que se me rompa la computadora de la cabeza y quede como un viejo lelo. A pesar de la contrariedad que nos imponen los años, la vida es hermosa y es esperanza. Si matamos la esperanza la vida pierde el sentido y por eso hay ciertas cuentas que no se cobran, que hay que ponerlas en la mochila del recuerdo porque no se puede andar peleando pa’ delante, luchando por el porvenir y cobrando cuentas porque antes que nada hay que vivir por lo que se puede hacer, y no por lo que pasó. Creo que lo más importante es lo que viene mañana y que nos agarre mejor lo que viene mañana, porque lo que pasó no tiene arreglo, lo que tiene arreglo es lo que viene mañana, y por eso cultivo la esperanza y no el odio.
En el mundo abundan los olvidados y es más fácil hacer parte de esa inmensa cofradía que de la minoría privilegiada, ¿hay esperanza para esos nadie, esos olvidados en realidad?
Hay que luchar por dárselas. Colombia tiene recurso para todos, lo que pasa es que los ha subestimado, no los ha aprovechado y los ha desperdiciado, pero es posible. El proyecto de paz en el fondo llevaba una reforma agraria y esta es una deuda que viene desde la colonia: pocos con mucho y muchos sin nada. Esto le conviene también a los más fuertes, si queremos convivir en paz, necesitamos más justicia social y esto nos conviene a todos. Hay que acordarse siempre de los que quedan al fondo de la fila.
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¿Qué lee Pepe Mujica en este tiempo?
Yo soy un enamorado de los clásicos, pero naturalmente he soñado mucho con la obra de Vargas Llosa. Y siempre llevo de este lado del corazón a mis amigos, Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Onetti.
¿Se siente cansado?
Sí, pero igual me subo al tractor, trabajo en la chacra y me entretengo. Ya no puedo andar como un gurí, pero tampoco como un viejo derrumbado, entonces es como un autito viejo que lo tenés que hacer arrancar pa que no se quede y andar al tranco, bueno, la vejez tiene sus leyes, pero la vida es hermosa y cuando llegue el final me gustaría encontrarme a esa doña que inevitablemente nos lleva y decirle: señora, ¡sirva otra vuelta! ¡Suerte querido!, a ti y para el gran pueblo colombiano, desde el sur un abrazo de un viejo luchador.