Por: Sherly Montaguth
'Allende mi abuelo Allende'
Lunes 11 de septiembe, 8:00 p.m.
De paso por Santiago de Chile, en medio de uno de los festivales más importantes de Latinoamérica, el Lollapalooza, me di tiempo a explorar lo que me gusta conocer en cualquier sitio: museos.
Un día de itinerario libre me fui sola a la zona de museos de Santiago, por la estación Quinta Normal del metro. La ciudad estaba en final del verano, los días con el peor clima para caminar, pero ya tenía un techo fijado que quería visitar a pesar de no saber qué encontraría allí.
Entré al Museo de la Memoria y Derechos Humanos de Chile, esperando encontrar tal vez información variada sobre la historia del país, de todo un poco, de pronto; fundaciones, batallas, guerras libradas, tomas, asentamientos, culturas, qué se yo. Ciertamente no había hecho investigación previa del sitio, solo lo vi en el mapa y entré.
Para empezar, me prohibieron tomar fotografías del lugar -cosa que, para mí es una verdadera tragedia- así que hablé con la encargada quien, amablemente, me permitió tomar las fotos para Señal Colombia, de manera que los lectores de nuestro portal puedan echarle un vistazo al sitio y conocer qué ofrece; sobre todo, por qué es tan importante tener la memoria siempre viva.
La memoria de Chile en el mundo
El recibimiento del museo es este gran mapa del mundo que, realmente, no entendí hasta que entré más en el contexto. El sitio está enteramente dedicado a preservar la memoria de la toma del Palacio de la Moneda el once de septiembre de 1973, y todo lo que vino después.
Este mapa es una exposición de la memoria chilena en diferentes países del mundo, teniendo en él fotografías de los monumentos a las víctimas que se han levantado y justo abajo, una fila de las placas firmadas por las comisiones internacionales de reparación de víctimas de la dictadura.


El once de septiembre
Esta sala fue definitivamente mi favorita. Genera una mezcla de reacciones y emociones muy compleja: fascinación, impresión, desazón, terror, y la maravilla de ver y oír lo que no se conocía.
En esa sala es posible ver videos de archivo con registros de ese día, el día en el que las Fuerzas Armadas, comandadas por Augusto Pinochet, bombardearon el Palacio de la Moneda, con el entonces presidente Salvador Allende y su equipo de trabajo dentro. La radio fue el medio que propagó la noticia.
Esa imagen no es realmente impactante. En la misma sala también es posible ver videos con testimonios de algunos miembros del gabinete de Allende, contando en sus propias palabras cómo vivieron el ataque, por cuánto tiempo lo resistieron y cómo fue que Allende decidió volarse la cabeza con una AK-47 al verse acorralado y amenazado por el que alguna vez fue su ejército.
Ese día iniciaron 17 años de dictadura militar.

Desaparecidos en la nube
Dentro del museo hay toda una pared que es la representación de los años de impunidad, la pérdida, y la reparación: una nube gigante construida con fotografías de chilenos desaparecidos durante la dictadura, todas donadas por los familiares de las víctimas para no permitir que Chile olvide.
En la visita cometí el garrafal error de pasar después a la sala en la que los extranjeros ávidos de entretenimiento -como yo- podían llevarse un gran desinfle al conocer los métodos de tortura de la dictadura: quemaduras con cigarrillos, violaciones, camas eléctricas, golpizas, falsos fusilamientos, ruletas rusas, y cualquier cantidad de salvajadas.
La información la rematan los testimonios en video de algunos sobrevivientes de la dictadura a la Pinochet, contando sus horas en cautiverio y total maltrato.
Para terminar de aplastar la sensibilidad, subí a una pequeña sala conmemorativa en la que hay iluminación a manera de velas encendidas, y desde la que se puede echar un vistazo con más detalle a los rostros de los cientos de desaparecidos en esa nube de fotografías. El contraste entre esos rostros tranquilos y lo que pudo haber sucedido con ellos es un momento rompe corazón.
¿Qué fue de todos ellos? ¿A quienes sí encontraron?


Nacionalidades de la solidaridad
El once de septiembre no solo marcó la historia de Chile de manera drástica, también hace parte de la historia colectiva latinoamericana y del mundo.
En todo este pasillo hay una curaduría de afiches, noticias de periódico, audios, y pancartas de rechazo a la toma, a la muerte de Allende, a la dictadura, y a la serie de asesinatos orquestados por la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) y Pinochet. Por ejemplo, un video de cubrimiento de la noticia de la muerte del exministro de defensa Orlando Letelier por un atentado con un carrobomba mientras vivió como exiliado en Washington, EE.UU.
Es posible hacer un viaje al pasado, a lugares y momentos que uno no vivió, pero también mueven en la memoria momentos propios de la violencia colombiana de la que uno fue víctima directa o indirectamente.

Las artes también expresaron su solidaridad y voz de protesta. La sala contigua es todo un collage visual y auditivo, cargado de docenas de afiches de eventos teatrales y musicales, con una pequeña colección de vinilos de los cantantes de protesta de la época. Unos son de abanderados musicales del mensaje aunque no fueran nacionales, otros muy nacionales como Víctor Jara, músico chileno de la canción protesta que por protestar fue detenido el mismo día de la toma, torturado por unos días, hasta que fue fusilado. Todo a manos de la tropa de Pinochet.

Entre la colección destaca un vinilo que es una cosa realmente especial y que me ha volado la cabeza. En el museo realmente no entendí qué hacía un vinilo con texto sueco en esa colección, países lejanos y ese… pero la dictadura tuvo sus desplazados bajo el título de exiliados y de hijos de chilenos refugiados en Suecia nació Victor Jaras Barn (Niños de Victor Jara). Bajo la dirección de Mariela Ferreira, compañera musical de Víctor Jara en el grupo Cuncumén, grabaron este LP con canciones de música folclórica chilena.
Les comparto el audio del disco, que me causó entre gusto, asombro y espanto. Tiene la belleza de los cantos infantiles, la magia de las tonadas andinas y lo macabro del contexto:
No solo el niño que vivió ese momento de Chile tiene la vida marcada por la dictadura. Los niños exiliados también padecieron la tragedia de crecer en un país extraño, con unos papás que no pertenecían a allí y que tal vez muchos años después, levantados los exilios, los llevaron a un Chile que no conocían, con unas costumbres que ya no eran las propias. En el momento de mi visita había una exposición de pancartas y dibujos hechos por hijos de exiliados que regresaron a Chile, toda una muestra visual del choque cultural y de cómo un niño puede percibir eso en medio de un contexto violento.
Hay que conocer el pasado
Chile no permite olvidar. El museo es un sitio pensado para que el propio y el foráneo conozca de una manera clara cómo Chile padeció una de las peores dictaduras del cono sur, los desmanes ocasionados, los muertos, los que huyeron, los que se salvaron y los que jamás aparecieron.
Espacios como estos son una buena reflexión sobre los derechos humanos y todo un monumento de reparación moral de las víctimas y sus familiares, como promesa de que jamás se permitirá ni volverá a pasar nada similar. La riqueza de conocer el pasado.

El museo también tiene un espacio audiovisual en el que uno puede sentarse muy cómodamente a ver películas, cortos, material de archivo y documentales como ‘El Juez y el General’, en el que se puede conocer la historia y el proceso que lideró el Juez chileno Juan Guzmán en contra de Pinochet, logrando una condena bastante tardía después de décadas de impunidad, décadas en la que mucha gente no supo en dónde descansaban sus muertos.