Salvador Allende: el hombre, el mito y la herida de Chile
Salvador Allende: el hombre, el mito y la herida de Chile
09 / 09 / 2025

Salvador Allende: 52 años después, el hombre, el mito y la herida de Chile


Por Tomás Pianeta
Tomás Pianeta
09 / 09 / 2025
Salvador Allende: el hombre, el mito y la herida de Chile
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El 11 de septiembre de 1973, Salvador Allende, presidente de Chile, murió en el Palacio de La Moneda durante el golpe de Estado encabezado por Augusto Pinochet y respaldado por Estados Unidos. Han pasado 52 años desde aquel día, y la figura de Allende sigue siendo una de las más debatidas y simbólicas de la historia latinoamericana: un líder socialista elegido democráticamente, que intentó transformar el modelo económico y social de su país en plena Guerra Fría.

El fenómeno Allende en el contexto político latinoamericano

En la segunda mitad del siglo XX, América Latina vivía entre tensiones políticas, dictaduras militares y la influencia directa de Washington en la región. La Revolución Cubana de 1959 había demostrado que era posible desafiar el orden continental, y en varios países surgieron movimientos de izquierda que buscaban reformas estructurales.

El fenómeno de Allende fue inédito: era un socialista que llegó al poder por la vía democrática, algo que cuestionaba la narrativa de que los cambios radicales en la región solo podían imponerse mediante las armas. En 1970, con el triunfo de la Unidad Popular, Chile se convirtió en un laboratorio político mundial: un país que buscaba construir el socialismo “con vino tinto y empanadas”, como decía Allende, respetando la institucionalidad.

La relevancia de Allende en su tiempo

La presidencia de Salvador Allende (1970-1973) marcó un antes y un después en la historia de Chile y de la izquierda global. Su proyecto proponía nacionalizar el cobre, principal recurso económico, ampliar derechos laborales, garantizar educación y salud para todos y redistribuir la riqueza.

Su importancia radica en que representaba una tercera vía en plena Guerra Fría: ni el capitalismo dependiente que dominaba América Latina, ni la revolución armada al estilo cubano, sino un socialismo por vía democrática. Esto despertó entusiasmo en la izquierda mundial y, al mismo tiempo, la desconfianza de las élites nacionales y del gobierno de Estados Unidos, que no dudó en intervenir económica y políticamente para boicotearlo.

Allende se convirtió en símbolo de la esperanza para quienes soñaban con un continente más justo, pero también en el blanco de quienes temían que su ejemplo se replicara en otros países.

Chile tras la muerte de Allende

El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 no solo significó el fin de su gobierno, sino también el inicio de una de las dictaduras más largas y brutales de América Latina. Con la llegada de Pinochet, Chile pasó de un proyecto socialista a convertirse en el laboratorio del neoliberalismo, impulsado por los llamados “Chicago Boys” y respaldado por organismos internacionales.

La represión fue feroz: miles de personas fueron asesinadas, encarceladas, torturadas o desaparecidas. La muerte de Allende simbolizó la derrota de la vía democrática al socialismo, y dejó una herida profunda en la memoria del país.

Sin embargo, su legado sobrevivió. Allende se convirtió en un ícono de resistencia, tanto en Chile como en el resto del mundo. Su último discurso, transmitido desde La Moneda bajo bombardeo, todavía resuena como testamento político: la convicción de que tarde o temprano, “se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre”.

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Una herencia viva

Hoy, a 52 años de su muerte, Salvador Allende sigue representando el dilema de un continente que busca justicia social sin perder la democracia. Para algunos, fue un mártir; para otros, un político que no supo manejar las tensiones de su tiempo. Lo cierto es que su figura trascendió su época: Allende es historia, memoria y símbolo de lo que pudo ser, y de lo que aún se busca construir en América Latina.