El 14 de noviembre de 1817 Policarpa Salavarrieta fue fusilada en la Plaza Mayor de Santafé, 150 años más tarde se implementó el Día de la Mujer Colombiana como homenaje a esta heroína, y a la lucha, resistencia y persistencia de las mujeres en la historia de Colombia.
El fusilamiento de Policarpa Salavarrieta condensa una imagen que lamentablemente se ha repetido en la historia colombiana: el cuerpo de las mujeres como territorio de castigo, pero también su voz como estandarte de dignidad.
Por eso, no es casualidad que esta conmemoración nazca de una escena de violencia: una joven acusada de espionaje político frente a un pelotón de fusilamiento.
Policarpa Salavarrieta: la joven fusilada que se volvió símbolo
Policarpa Salavarrieta Ríos fue una espía al servicio de las fuerzas independentistas durante la Reconquista española. Nació probablemente en Guaduas, a finales del siglo XVIII, y fue ejecutada el 14 de noviembre de 1817 en la Plaza Mayor, hoy conocida como Plaza de Bolívar, tras ser acusada de colaborar con los patriotas.
Su muerte tuvo un importante efecto político: el escándalo que generó ejecutar a una mujer joven por un delito político encendió el descontento contra el régimen de Juan Sámano y la convirtió en una de las figuras más representativas de la independencia.
En 1967, el Congreso expidió la Ley 44, que asoció oficialmente el 14 de noviembre con la conmemoración del sesquicentenario de su muerte y lo declaró Día de la Mujer Colombiana, no solo en su nombre, sino en el de todas las mujeres del país.
Desde entonces, La Pola dejó de ser solo un personaje de billete, pintura o estatua, para encarnar una pregunta que sigue vigente: ¿cuántas mujeres han quedado borradas de la historia oficial pese a haber sostenido la vida, la resistencia y las luchas colectivas?
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Antes y después de La Pola: una genealogía de rebeldía
La historia no empezó ni terminó con Policarpa Salavarrieta. Mucho antes de su fusilamiento, otras mujeres ya habían desafiado el orden colonial en pro de sus derechos.
Manuela Beltrán y el papel arrancado
En 1781, Manuela Beltrán, una comerciante del Socorro, rompió públicamente un edicto de impuestos en la plaza, gesto que detonó la Rebelión de los Comuneros, una de las primeras grandes protestas contra la Corona en el territorio que hoy es Colombia.
Ese papel rasgado fue mucho más que un acto simbólico: fue el anuncio de que las mujeres también estaban dispuestas a enfrentarse al poder cuando la injusticia se volvía intolerable.
Antonia Santos y la guerrilla de la independencia
Décadas después, Antonia Santos Plata, nacida en Pinchote (Santander), organizó la guerrilla de Coromoro y Cincelada, que interceptaba comunicaciones, abastecía a las tropas patriotas y aportó a victorias como las de Pantano de Vargas y Boyacá.
Su liderazgo en la resistencia armada le costó la vida: fue ejecutada en 1819. Como La Pola, pagó con su cuerpo la osadía de desafiar a un imperio.
Del taller y la fábrica a la plaza pública: María Cano y la lucha obrera
Ya en el siglo XX, la rebeldía tomó otras formas. María Cano, conocida como la Flor del Trabajo, se convirtió en una de las figuras más influyentes del movimiento obrero colombiano. Desde los años veinte, encabezó movilizaciones, denunció las condiciones de los trabajadores, articuló huelgas y defendió libertades civiles y derechos laborales en todo el país.
María Cano fue también una de las primeras mujeres en actuar políticamente en el espacio público, en una época en la que ni siquiera existía el voto femenino. Su voz abrió camino a una generación que no solo exigía salario y dignidad, sino también participación y ciudadanía plena.
El derecho a decidir: el voto femenino y las pioneras de la política
El voto de las mujeres en Colombia se reconoció formalmente en 1954, después de una larga lucha liderada por mujeres que no aparecen tan seguido en los libros de texto como los próceres, pero cuyo trabajo fue decisivo.
Entre ellas, la abogada Esmeralda Arboleda fue clave: lideró campañas, escribió memorandos, se reunió con legisladores y, junto con Josefina Valencia, creó el Comité Pro-voto de la Mujer y luego la Organización Femenina Nacional para impulsar los derechos políticos de las colombianas.
Tras la aprobación del sufragio, Arboleda se convirtió en la primera mujer elegida al Congreso y Valencia en ministra de Educación, símbolos de una conquista que, sin embargo, no borró de un plumazo la discriminación estructural: solo abrió una grieta en un muro que sigue en pie.
Mujeres en guerra, mujeres en paz
El siglo XX y el XXI han estado atravesados por el conflicto armado. En ese escenario, las mujeres no solo fueron víctimas: también se organizaron como lideresas sociales, defensoras de derechos humanos y constructoras de paz.
Redes de mujeres en distintos territorios, como las que documentan organizaciones de paz y derechos humanos, han acompañado a víctimas, reclamado justicia y creado refugios simbólicos y reales en medio de la violencia.
Pero ser lideresa en Colombia sigue siendo una actividad de alto riesgo. Informes recientes advierten que el país es uno de los lugares más peligrosos del mundo para defender derechos humanos: más de 1.300 líderes y lideresas sociales fueron asesinados entre 2016 y 2024, según datos citados por la Fiscalía y organizaciones internacionales.
En esa lista hay mujeres que no siempre llegan a los titulares, pero sostienen la vida cotidiana de sus comunidades: quienes enfrentan economías ilegales, disputas territoriales, violencias dentro y fuera del hogar.
Del símbolo a la vida cotidiana: qué significa hoy el Día de la Mujer Colombiana
Que el Día de la Mujer Colombiana se conmemore el mismo día en que fusilaron a La Pola no es solo un gesto histórico. Es también un recordatorio incómodo: el país que levanta estatuas de heroínas es el mismo en el que muchas mujeres siguen siendo asesinadas por defender su territorio, su cuerpo o su palabra.
Esta fecha, declarada en 1967 por el Congreso, invita a mirar más allá de la figura romántica de la “heroína” para reconocer a las mujeres de carne y hueso: las que trabajan en el campo y la ciudad, las que sostienen hogares, las que marchan, las que hacen política, las que enseñan, las que escriben, las que lideran procesos comunitarios sin salir en los noticieros.
La historia de la mujer colombiana no es una línea recta de victorias, sino un tejido de avances y retrocesos, de conquistas legales y de violencias persistentes. Pero también es una historia donde, una y otra vez, ellas han convertido el dolor en organización, la injusticia en agenda y el silencio impuesto en voz colectiva.
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De La Pola a hoy: la resistencia que no se archiva
Pensar este día solo como una efeméride es quedarse corto. El 14 de noviembre es una oportunidad para trazar una línea que va de Policarpa Salavarrieta, Manuela Beltrán, Antonia Santos y María Cano, a las sufragistas del siglo XX y a las lideresas de hoy que defienden la tierra, el agua, los derechos y la dignidad en uno de los países más complejos del continente.
Entre el fusilamiento en la Plaza Mayor y las amenazas anónimas por WhatsApp, hay un hilo común: la decisión de no rendirse. Por eso, el Día de la Mujer Colombiana es un llamado a escuchar, a proteger y a reconocer a esas mujeres que, desde hace siglos, sostienen la idea misma de país.


