La salud emocional se ha convertido en un eje central para comprender el bienestar de la población, especialmente en contextos donde la pobreza impone barreras difíciles de superar. Un reciente estudio de la Universidad de La Sabana revela que en Colombia, las personas que viven en condiciones de pobreza tienen más del 50% de riesgo de desarrollar trastornos relacionados con su estado emocional y mental.

Salud emocional y pobreza: una relación profunda
Según el informe, la pobreza multidimensional (que abarca carencias en vivienda, educación, empleo, salud y servicios básicos) es un mejor indicador de vulnerabilidad que el simple ingreso económico. Vivir con incertidumbre constante no solo afecta el acceso a recursos materiales, sino que impacta directamente en la estabilidad emocional de quienes enfrentan esta situación.
Factores como el desplazamiento forzado, la pertenencia a comunidades indígenas, la violencia crónica y los efectos de la pandemia han profundizado esta crisis, generando un impacto significativo en la calidad de vida de millones de colombianos.

Estrategias psicosociales para el bienestar
El estudio destaca que las intervenciones psicosociales no deben enfocarse únicamente en tratar síntomas, sino en prevenir trastornos y fortalecer habilidades emocionales. Programas como ALIVE, Semillas de Apego y CHANCES-6 han demostrado que es posible empoderar a las comunidades, mejorar el acceso a apoyos económicos y fomentar la autorregulación emocional.
Estas estrategias buscan reconstruir vínculos sociales y aumentar la percepción de control personal frente a la adversidad, reconociendo que, si bien no todos los factores son manejables, sí existen herramientas individuales y colectivas para enfrentar los desafíos.
Políticas públicas: avances y retos
Colombia ha dado pasos importantes en el reconocimiento de la salud emocional como un derecho fundamental. La Ley 1616 de 2013 abrió el camino, seguida de la Política Nacional de Salud Mental de 2018 y la Ley 2481 de 2020, que amplió la cobertura de psicoterapia. Más recientemente, la Ley 2460 de 2025 introdujo cambios clave, como atención psicológica sin remisión médica y mejores oportunidades laborales para los profesionales del sector.
Sin embargo, expertos advierten que el gran reto está en la implementación real de estas políticas. Aunque las normas son claras, su impacto se ve limitado por la falta de recursos y la resistencia en los territorios.
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Un llamado a la acción
El informe concluye que la pobreza es un determinante estructural de la salud emocional en Colombia. Las poblaciones más vulnerables, especialmente aquellas expuestas a la violencia y la exclusión social, requieren políticas que no solo diagnostiquen los problemas, sino que aseguren su implementación efectiva.
El camino hacia una mejor salud emocional implica invertir en programas de prevención, promover la participación comunitaria y garantizar un enfoque diferencial que atienda las necesidades de cada territorio.
En palabras de los investigadores, se trata de comprender que la salud emocional no solo se construye en los consultorios, sino también en las casas, las escuelas, los barrios y los espacios laborales.